Historia de los videojuegos

Una breve historia del origen pinballs y su relación con el videojuego

Si la semana pasada hablábamos de las primeras máquinas de entretenimiento eléctricas y el comienzo de la electromecánica, ahora abordamos el fenómeno conectado de un primo hermano de los videojuegos: los pinballs

Si metes en el mismo saco a los videojuegos y los pinballs, un amante de estos últimos te mirará arrugando la nariz, o algo menos amable. Aunque para muchos son cosas que han ido de la mano al verlos compartir espacio en la era del arcade, lo cierto es que son fenómenos diferentes, con historias propias aunque coincidentes en algunos tramas. La semana pasada hablábamos de los comienzos de las máquinas eléctricas que funcionaban con un penique y la primera generación de máquinas electromecánicas, antecesoras de los videojuegos en más de un aspecto. Pero una variedad de estas máquinas tenían raíces más profundas en la historia y se convirtieron en un fenómeno espectacular a comienzos del Siglo XX.

Aprovechando la habitual fascinación del ser humano por objetos esféricos que se mueven, durante los tiempos de la corte del Rey Sol comenzó a popularizarse en ciertos círculos un juego llamado Bagatelle, en el que se empujaba una bola al fondo de una tabla de madera inclinada con la esperanza de que cayera en las zonas de mayor puntuación. Como siempre que pasa con una idea que encuentra fortuna, el sistema fue clonado y mutó de diferentes formas, extendiéndose por varios países a lo largo de las décadas y los siglos. Una de esas mutaciones se produjo en la Europa oriental, en la segunda mitad del siglo XVI, adoptando el nombre de Stoßpudel, que cambiaba el lanzamiento manual de la bola por un dispositivo con un muelle, que lanzaba la bola con más velocidad para luego ver cómo caía en las diferentes zonas asignadas. Hay quien lo considera como el “eslabón perdido” desde el que surgió tanto el pinball como el pachinko (que no, no es lo mismo que el pinball ni es “pinball japonés”).

Stobpudel, ¿el eslabón perdido?

A mediados del siglo XIX, el inventor británico afincado en Cincinatti, Montague Redgrave, obtuvo una patente por las “mejoras en Bagatelle”. Unas mejoras que consistían en una reducción de tamaño y la incorporación de un muelle de lanzamiento -algo que como hemos visto ya se había hecho mucho antes, pero a miles de kilómetros y lejos de la atención de la oficina de patentes estadounidense-. Con estas mejoras, comenzaría a popularizarse en varias ciudades como entretenimiento de bares y pubs, hasta que en 1903, la empresa Caille Bros lanzaba Log Cabin, un antecesor más directo de los pinballs, parte de una oleada de dispositivos activados por moneda que darían forma al amanecer de los Penny Arcade.

Log Cabin, una máquina de bagatelle activada con monedas

La estrella de los Penny Arcade se apagó fulminantemente pocas decades después con la gran depresión, pero el Bagatelle sobrevivió como entretenimiento, aunque no siempre inocente. La electricidad no sólo permitió la activación por monedas, también introdujo toda una serie de elementos como luces, que lo hacían más vistoso o mecanismos que lanzaban la bola más fuerte, aumentando su popularidad y convirtiéndose en un vehículo para apostar que se podría encontrar en numerosos tugurios a lo largo y ancho de las principales núcleos urbanos de Estados Unidos, lo que le empezó a conferir un aura siniestra e inmoral. Tampoco ayudaba que el grueso de la producción del país se afincara en Chicago, una ciudad en donde la mafia extendía sus tentáculos a placer en los años 30. Su popularidad era explosiva y la competencia era feroz, con decenas de compañía que surgían y desaparecían en pocos años intentando cada una aportar la variación que le daría fama y fortuna.

Baffle Ball de Gottlieb fue uno de los grandes éxitos en los años 30

Ya para entonces había perdido la denominación de “Bagatelle” y convertido en juegos de pin ball, pero esta floreciente industria se encontró un serio problema cuando diferentes alcaldes establecieron la prohibición de estas máquinas, comenzando por Nueva York, donde Fiorello LaGuardia cargó con todo contra una industria que “se enriquecía robando el dinero del almuerzo de los niños”. Más de 2000 máquinas fueron confiscadas y públicamente destruidas. Otras ciudades siguieron la estela y colocaron el pinball como una actividad clandestina.

La prohibición de los Pinball fue un duro golpe para la industria

La tabla de salvación del juego sería una que también favorecería al videojuego cuando comenzó como industria décadas más tarde. Buscando soluciones para sobrevivir, fue Gottlieb en 1947 la que tuvo la genial idea de introducir en uno de sus juegos unas palas que se activaban con la pulsación de un botón. Hasta entonces, la bola se lanzaba y dónde iba era cuestión de puro azar, pero con la introducción de los “flippers”, el jugador podía mantener más tiempo la bola en juego con su pericia. La máquina era la legendaria Humpty Dumpty y con ella nacía el pinball tal y como lo conocemos hoy en día, así como la salvación de toda una industria. Ese mecanismo cambió la naturaleza del juego y aunque arrastró mala fama unas décadas más, consiguió la redención en 1974, cuando el tribunal supremo de los Estados Unidos dictaminó que, efectivamente, era un juego de habilidad.

Esa distinción entre azar y habilidad también favorecería a los videojuegos, que convivieron con los pinball hasta que acabaron eclipsándolos, pese a los múltiples avances que la electrónica también trajo a estas máquinas y unos diseños de paneles que cada vez eran más ricos y elaborados, auténticas obras de arte en los que se combinaba diseño, ingeniería, artesanía y ese elemento único de visceralidad que tiene lo físico. Muchas de las más ilustres casas de pinball sucumbieron o se transformaron con el videojuego, pero la industria aún resurgiría en el 2000 gracias a la devoción de aficionados de todo el mundo y el trabajo de diferentes museos dedicados al arcade (como el que que desarrolla Arcade Vintage en el museo del videojuego en Ibi). Hoy en día hay una actividad efervescente entorno a este mundillo con aparición de nuevas máquinas y restauraciones incensantes de clásicos, algunos de los cuales se creían perdidos.

La semana que viene volveremos con la segunda generación de máquinas electromecánicas, el último paso antes de empezar con el primer videojuego.

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