La mejor campaña de Call of Duty de la última década es aquella olvidada por todos

A la saga Call of Duty siempre se le ha tenido algo de animadversión, reconozcámoslo. A la gente le molestan sus números y cifras, su eterno éxito en ventas. Genera envidia y recelo que sea capaz de producir una nueva entrega cada año cuando a otros les lleva más de un lustro sacar un proyecto adelante. Indigna que todas ellas triunfen al margen de lo inspiradas que estén, pues su comunidad es tan amplia y sólida que siempre responde. Se le ha culpado del auge de los modos multijugador y de ciertas políticas abusivas con el consumidor (DLC, micropagos). El chascarrillo es fácil con ella. Se le mira por encima del hombro y se trata como fast food. Está generalizado y socialmente aceptado meterse con la franquicia, decir que es más de lo mismo, que pertenece a los niños rata y otras necedades. Y es una auténtica pena. Porque si bien es cierto que sus juegos no siempre están a la altura, otras muchas veces los fans del género y de los videojuegos en general se pierden grandes experiencias. Es lo que pasó con Call of Duty: Infinite Warfare.

Hace unos días os hablábamos una vez más del modo historia de Titanfall 2 y lo hacíamos en términos magnánimos. “Es la mejor campaña de un FPS y Steam casi que la regala”. Al hablar del juego de Respawn a menudo se nos olvida que salió en 2016, mismo año en que recibimos Call of Duty: Infinite Warfare, cuya aventura principal también era espectacular. Veníamos de Ghosts, Advanced Warfare y Black Ops 3, three peat de medianías que tenía a la gente quemada y encima Infinite Warfare llevaba la firma de lo que se conocían “los restos de Infinity Ward”, lo que había quedado de la compañía tras la marcha de Vince Zampella y compañía a, precisamente, Respawn. Para colmo, el título apostaba por el futurismo, por los exotrajes, los rayos láseres y el espacio, por una estética sobreexplotada entonces e indistinguible de otras decenas de títulos. Por dichas razones muchos enterraron el juego sin darle una oportunidad y como decimos, bajo todas esas red flags se escondía una campaña memorable.

Tenía tantas ideas y tantos detalles personalísimos que no sabemos por dónde empezar. Kit Harrington (Juego de Tronos), Conor McGregor (luchador de la UFC) y Lewis Hamilton (piloto de Fórmula 1) ponían cara a sus personajes. Su ambientación era una mezcla de Dead Space y Killzone. Era una oda al género sci-fi en la que visitábamos Marte, Venus, Plutón y demás planetas del sistema solar. Había combates en gravedad cero y múltiples niveles aéreos a bordo de un caza. Introdujo el gancho para el desplazamiento, carecía de pantallas de carga y contaba con misiones secundarias y opción de elegir en qué orden hacer las principales. Teníamos sigilo, un modo de cercenar parecido al VATS de Fallout, una ruleta de armas y coleccionables que subían o bajaban los stats de nuestro personaje, también con varias skings. Desde luego, no se puede decir que no intentara innova

Así que sí, puede que Infinite Warfare fuera decepcionante a nivel multijugador. Puede que sus zombies no terminaran de calar entre la comunidad. Pero a nivel de historia y campaña, a menudo se le mete en el mismo saco y se pasa por alto una aventura que se gradúa con honores en la historia de la saga y del género FPS. ¿Quién juega a Call of Duty por la campaña?, se acostumbran a preguntar muchos. Pues un montón de gente. Y para ellos, para los que quizás pasaron de puntillas y bordearon esta entrega, hoy Infinite Warfare es nuestra recomendación del día.

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