Denzel Washington, leyenda de Hollywood, ofrece un consejo imperdible a los creativos: “Si el diablo te deja en paz, vas mal”
Washington presentó una proyección especial de Sinners y convirtió el homenaje a Lindo en una clase acelerada de oficio, amistad y resistencia.
Denzel Washington no suele prodigarse en actos de “circuito” ni en gestos promocionales de manual, pero esta vez apareció en un cine de Los Ángeles para presentar una proyección muy especial de ‘Sinners’. Su razón fue tan simple como contundente: “Quiero a Ryan Coogler. Haría cualquier cosa que me pidiera… pero el verdadero gancho era que Delroy y yo tenemos una historia de 48 años. Así que, cuando Ryan llamó, fue un sí inmediato”.
Antes incluso de que el panel tomara temperatura, Washington pidió al público que se levantara y le diera a Delroy Lindo “las flores que se merece”. Y el público, obediente, entendió rápidamente que aquello no era una mera cortesía, sino un acto debido al trabajo del intérprete londinense.
“Hay una pureza en Delroy”
Washington aprovechó el foco para describir a Lindo con una mezcla de memoria, admiración y una cierta humildad competitiva. Recordó con humor dos “aprendizajes” de juventud: “Un pan de trigo, un bote de miel y otro de mantequilla de cacahuete era todo lo que necesitabas para sobrevivir”, dijo entre risas, y también: “Recuerdo que en la escuela Delroy hizo una escena y no le pusieron ninguna nota (pero a mí sí). Yo pensaba que lo mío estaba bastante bien. Y entonces vi a Delroy y fue como ‘Guau, vale, tengo que irme a casa a trabajar’”.
Denzel insistió aquí en las cualidades de su colega: “Es uno de los mejores actores. Hay una pureza en Delroy… su disciplina, su atención al detalle y su espíritu”. Y añadió un matiz que explica por qué su actuación tiene filo: “En aquellos días siempre era muy abierto con las cosas que le molestaban, y eso lo admiro… No tenía filtro, tenía que decir la verdad. Empecé a entender que eso era lo que yo intentaba descifrar de su interpretación: hay una base, una pureza, una honestidad y una integridad que son innegables”.
El consejo que lo cambió todo
El corazón de la historia, sin embargo, llegó cuando Lindo recordó un punto bajo: rechazo constante, desgaste, esa sensación de industria que te reduce a silencio. En Nueva York se cruzó brevemente con Washington, y ese encuentro se convirtió en un empujón decisivo: “Este hombre me dijo: ‘Dee, no te vayas, tío. Eres demasiado bueno. Esto va a cambiar para ti. No te vayas’”. Lindo lo resumió sin dramatismo, pero con claridad absoluta: “Ese ánimo ofrecido por un amigo fue el punto de apoyo en un momento concreto de mi carrera… Fue la diferencia entre seguir en el juego o dejarlo”.
Luego, ya mirando a la sala, lo convirtió en consejo para cualquiera que cree: “Creativos, os lo digo. Pase lo que pase, aguantad. Tenéis que aguantar”. Y ahí Washington remachó la idea con la línea que se ha quedado flotando como un titular perfecto: “Dicen que si el diablo te deja en paz, estás haciendo algo mal”. Después, con su icónica media sonrisa, soltó: “Y, Delroy, hay una pequeña tarifa por ese consejo que te di”. Lindo respondió bromeando: “El cheque está en el buzón”.
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