Cine
Crítica de ‘Polvo serán’, artes escénicas metidas en una película
Carlos Marques-Marcet estrena su película más arriesgada, una carta de amor al teatro con la inigualable Ángela Molina.
Claudia es una veterana actriz que tiene cáncer terminal. Su familia la acompaña en este último tramo de su vida. El musical, la danza y el teatro pasan ante sus ojos mientras la enfermedad provoca una caída degenerativa rápida y agónica. Pero Claudia no quiere seguir así y decide poner fin a la función antes de tiempo, optando por un suicidio asistido en Suiza. Flavio eterno enamorado y fiel marido decide morir junto a ella a pesar de no estar enfermo. Violeta hija de ambos será la voz contraria, pero sin dejar de acompañar a sus padres.
Antes de empezar, queremos ensalzar el gran plano secuencia que abre la película. No por ser plano secuencia ni por estar tan bien coreografiado, sino por su sutileza final que descoloca al espectador, pero para bien.
‘Polvo serán’ es una película con tintes experimentales que presenta propuestas muy arriesgadas. Como la utilización de una constante improvisación de diálogos llevando al espectador a una organicidad que rompe con números musicales coreografiados.
El esfuerzo de la dirección se nota sobre todo en el uso de la cámara o más bien en los movimientos de cámara, creando un estilo muy personal y agresivo, a la vez que contenido y pausado. Busca y encuentra la energía del teatro priorizando la fuerza de cada toma al uso del montaje.
Prioriza lo que ocurre sobre el escenario a lo que es el set. El teatro sobre el cine. Incluso las impro sobre la propia trama o conflictos. No es una película para buscarle las cosquillas, sino para disfrutar de la intensidad de su trío protagonista. Que es donde realmente reside la película. El guion es su parte más débil y no porque los diálogos sean improvisados, eso no tiene que ver tanto con los guiones, sino porque las tramas, personajes y conflictos aparecen y desaparecen sin que parezca que le importe a Carlos Marques-Marcet. Solo le importa la fuerza de las interpretaciones de la inigualable Ángela Molina y el gran actor chileno Alfredo Castro. No olvidemos tampoco a Mònica Almirall que salva a un personaje que desaparece sin más.
Carlos Marques-Marcet arriesga en pos de su personal visión, de su experimento olvidando detalles que el espectador echará de menos. Todo es un medio para ver a sus actores actuar, nada más. Carlos no se esconde. Esta película puede parecer una investigación sobre el amor en sus diferentes formas dentro de una familia, pero creemos que eso es la excusa y que en realidad diría que es el amor de Carlos por las artes escénicas y nada más.
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