2Wai, la aplicación que quiere convertir a tus familiares fallecidos en avatares de móvil, incendia las redes

La escena podría abrir un episodio de Black Mirror: una mujer embarazada habla con su madre, que ya ha muerto, a través de la pantalla del móvil; meses después, la misma abuela digital lee cuentos a la nieta antes de dormir; años más tarde, el nieto camina de vuelta a casa mientras conversa con ese holograma que nunca ha conocido en carne y hueso. No es una ficción, es el vídeo promocional con el que 2Wai, startup de Los Ángeles, ha presentado su aplicación para crear avatares interactivos de familiares fallecidos.

La promesa comercial está formulada con precisión quirúrgica: “con 2Wai, tres minutos pueden durar para siempre”, reza el clip que ha difundido en X el actor y cofundador Calum Worthy, convertido de la noche a la mañana en cara visible de un producto que asegura poder recrear la apariencia, la voz e incluso los recuerdos de una persona a partir de unos pocos minutos de vídeo grabados con el móvil.

Una abuela digital en el móvil

En su web, 2Wai se define como “la primera red social de avatares humanos” y vende el avatar como un gemelo digital que “se ve y habla como tú, e incluso comparte los mismos recuerdos”, creado con la cámara del teléfono y unos pasos guiados desde la propia app. La compañía también insiste en el potencial comercial de la tecnología: marcas, creadores e “iconos” podrán multiplicarse en clones virtuales para atender a fans o clientes en cualquier momento y en cualquier idioma.

La parte más polémica, sin embargo, no son los influencers replicados ni los personajes históricos convertidos en chatbot visual, sino la dimensión funeraria. La propia campaña gira en torno a la idea de grabar a tus padres o abuelos “mientras aún están vivos” para que, cuando falten, sigan presentes en la vida cotidiana de hijos y nietos a golpe de notificación. Lo que hace unos años sonaba a especulación académica sobre el negocio tecnológico alrededor del duelo, hoy entra en la App Store de Apple con un botón de descarga y un plan de suscripción en el horizonte.

Redes en pie de guerra: del escalofrío al cabreo

Si el objetivo de la campaña era emocionar, el efecto ha sido más bien el contrario. El vídeo de Worthy en X acumula cientos de respuestas cargadas de rechazo, muchas de ellas describiendo la aplicación como algo “repugnante”, “perverso” o directamente “más inquietante que un capítulo de Black Mirror”, con usuarios pidiendo que la tecnología “se destruya” antes de normalizarla.

En prensa y redes se repite la misma idea: convertir el duelo en una suscripción premium corre el riesgo de explotar emocionalmente a personas vulnerables y de retrasar un proceso que, por doloroso que sea, forma parte de la vida. Portales tecnológicos y generalistas hablan ya de un ejemplo de libro de cómo la industria de la IA está dispuesta a convertir cualquier frontera íntima en “servicio” recurrente siempre que haya datos y tarjetas de crédito suficientes al otro lado.

Privacidad, consentimiento y la herencia de nuestros datos

Queda además toda la parte jurídica y ética que el vídeo promocional evita cuidadosamente. ¿Quién controla el avatar cuando la persona muere: la familia, la empresa, ambos? ¿Durante cuánto tiempo se almacenan las grabaciones originales y los modelos derivados? ¿Qué pasa si una compañía quiebra, se vende o cambia de estrategia y decide reutilizar esos datos para otros productos? ¿Veremos a nuestra madre fallecida vendiéndonos sopa precocinada?

La normativa de protección de datos aún va muy por detrás de estas prácticas, y el simple hecho de que el sujeto grabado dé su consentimiento hoy no garantiza que pueda imaginar los escenarios de uso de mañana. Tampoco está claro qué derechos tienen los herederos para pedir la eliminación total de un avatar o para impedir que se le haga decir o hacer cosas que jamás habría aceptado en vida.

En paralelo, el modelo de negocio basado en suscripciones abre la puerta a otra inquietud: ¿habrá una versión básica de la “abuela IA” gratuita y un plan “premium” que desbloquee respuestas más ricas, mejor memoria o más apariciones en vídeo? La sola posibilidad de estratificar el recuerdo de un ser querido en función de cuánto paga la familia roza, comprensiblemente, lo grotesco.

Que alguien fuera a intentar era, posiblemente, inevitable. La pregunta ahora es otra, mucho más incómoda: aunque podamos construir abuelas digitales que cuenten cuentos por la noche, ¿de verdad necesitamos hacerlo? Y, sobre todo, ¿queremos que el recuerdo de quienes se fueron dependa de servidores de terceros, actualizaciones de la App Store y condiciones de uso que nadie lee?

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