Atomic Heart

  • PlataformaXBS8.2PC8.2PS4XBOPS58.2
  • GéneroAcción, Aventura
  • DesarrolladorMundfish
  • Lanzamiento21/02/2023
  • TextoEspañol
  • VocesEspañol
  • EditorFocus Entertainment

Análisis

Atomic Heart, análisis. ¿Sueñan los androides con ovejas comunistas?

Los seres humanos siempre hemos querido ser los primeros en todo, pero hay ocasiones en las que debemos tener cuidado con lo que deseamos.

Ha llovido mucho desde que Mundfish, estudio fundado en Rusia y actualmente afincado en Chipre, sorprendió con el anuncio de Atomic Heart, el juego al que tantas veces hemos llamado ‘el BioShock ruso’. El título llamó rápidamente la atención de todos, gracias a una espectacular puesta en escena y a una premisa argumental de lo más atractiva que nos llevó a pensar que estábamos, como mínimo, ante algo con una personalidad arrolladora. No nos equivocamos.

Durante los próximos días se van a escribir ríos de tinta sobre el juego, algo que no nos extraña en absoluto, ya que tras dedicarle un puñado de horas y profundizar en todas las ideas que pone sobre la mesa, lo cierto es que estamos ante uno de esos títulos que hay que probar. No es perfecto ni está exento de problemas, pero hemos disfrutado mucho de la experiencia y creemos que reúne los ingredientes necesarios para ganarse muchos fans. ¿Se convertirá en una de las sorpresas del año?

Por un futuro mejor

1955, poco después de la Segunda Guerra Mundial. La aplastante victoria de la Unión Soviética, inmersa en el desarrollo tecnológico y con la carrera espacial como prioridad ha dado lugar a un mundo en el que, mientras aquí alucinamos al ver a un robot levantar una caja de patatas en un vídeo de TikTok, ellos cuentan con la robótica al servicio de la sociedad, alcanzando un nivel que ningún ser humano había podido imaginar: gusanos mecánicos capaces de construir una red de túneles de metro en cuestión de días, operarios autómatas diseñados para levantar ciudades con una velocidad y precisión que asusta... La URSS está a la vanguardia y mira al resto de naciones por el retrovisor, sobre todo a los americanos...

Atomic Heart pone el foco sobre un período que todos conocemos y lo retuerce hasta dar forma a una visión alternativa de los acontecimientos que hará las delicias de cualquier amante de la ciencia ficción. Porque el ser humano es una especie exploradora; somos insaciables y siempre queremos saber más. También vivimos con la necesidad de ser los primeros en todo y de adueñarnos de lo que no siempre debería ser de nuestra propiedad, compitiendo contra nosotros mismos si es necesario. Nada —ni nadie— va a cambiar lo que somos, aunque no estaría mal tener en cuenta que a veces deberíamos tener cuidado con lo que deseamos.

El arranque del juego es lineal y narrativo, envuelto en un introducción de esas que nos atrapan sin remedio, y aunque no vamos a arruinaros ninguna sorpresa porque en apenas unas horas estaréis disfrutando tanto como nosotros, os diremos que algo muy oscuro se cierne sobre la Unión Soviética. Lo que parece un mundo ideal en el que la tecnología nos facilita el día a día, de repente se tiñe de sangre y nos lanza un aviso: lo que el ser humano ha creado, al ser humano destruirá. Nos gustaría contaros más, pero queremos que lo veáis con vuestros ojos. En cualquier caso, lo único que hay que saber es que el juego nos pone en la piel de Sergei Nechaev, un veterano de guerra al servicio del Profesor Sechenov, quien nos comenta que el único modo de evitar la catástrofe es investigar lo sucedido en la Instalación 3826. Agarraos que vienen curvas.

Interiores y mazmorras, un masterclass en diseño

Si tuviésemos que valorar el juego después de disfrutar de la impresionante puesta en escena y dedicar unas horas a superar la mazmorra en la que tienen lugar la primera tanda de misiones de la historia, la nota que encontraríais al final del texto os haría salir corriendo hacia la tienda más cercana. Porque si bien es cierto que Atomic Heart sufre algunos problemas de los que hablaremos a continuación, también lo es que en algunas de sus facetas roza el sobresaliente, y los escenarios interiores son la joya de la corona.

El diseño de niveles es uno de los apartados más sensibles que podemos encontrar a la hora de valorar un videojuego, ya que se erige como la piedra angular de determinados géneros —que se lo digan a From Software o Arkane Studios—, así que trataremos de explicarlo de forma clara y concisa: Mundfish ha realizado un trabajo brillante en este sentido. Cuando tuvimos la oportunidad de viajar a París para probarlo, los primeros compases en la mazmorra inicial nos llevaron a preguntarnos si estábamos ante una de las primeras sorpresas de 2023. Después de jugar con tranquilidad, creemos que era muy lógico plantearse algo así.

Aquí es donde entra a valer la comparación con BioShock y, salvando las distancias, con nombres propios como Prey (2017) o Dishonored, entre otros. La experiencia siempre que nos adentramos en una mazmorra es una auténtica delicia, gracias a un diseño de niveles realmente inspirado que nos propone explorar escenarios profundos, en el que sus diferentes secciones se conectan entre sí conforme avanzamos y desbloqueamos atajos. Algunos complejos son realmente extensos y en más de una ocasión hemos acabado perdidos después de desviarnos de la ruta principal, ya que en MeriStation somos de esos que no dejamos una habitación sin registrar.

Para que os hagáis una idea de lo que podéis esperar de Atomic Heart, pongamos de ejemplo una misión en la que debemos acceder a una enorme exposición de arte. Para acceder al recinto nos tocó alinear una serie de extraños mecanismos, algo que nos obligó a visitar primero unas instalaciones subterráneas en las que, sorprendentemente, apenas había enemigos y el objetivo era llegar hasta el fondo de la zona superando una serie de puzles de entorno, basados en modificar cada estancia activando y desactivando los polos de un puñado de pilas enormes, ya que jugando con ellas podíamos hacer subir y bajar diversas estructuras.

También visitamos una zona en la que la cosa iba de plataformas, con el riesgo añadido de que una caída sería fatal debido a lo que nos esperaba abajo. Había varios puentes con los que interactuar, pero incluso tras levantarlos todos no era suficiente para poder salvar el abismo. La solución estaba en dar un salto de fe y combinarlo con el movimiento de evasión, aunque para retorcer un poco las cosas, resulta que más adelante nos esperaban unos simpáticos androides en su versión superior, bastante más peligrosos que los modelos básicos. Esto es solo un ejemplo más de que Atomic Heart no llega para inventar la rueda, pero ofrece una experiencia variada y con ritmo.

El grueso de la historia tiene lugar en este tipo de escenarios y todos son muy diferentes entre sí, pero con un denominador común: la variedad. Hay secciones en las que el sigilo es nuestro mejor aliado, otras en las que hay que abrirnos paso a tiro limpio, otras zonas son más laberínticas y nos toca hacer uso del escáner para encontrar un objeto clave o superar desafíos jugando con las físicas... y aunque es cierto que la mayoría de rompecabezas son bastante sencillos (alinear circuitos, forzar cerraduras mediante minijuegos), en alguna ocasión sorprende con alguno más elaborado.

Casi todos los complejos que hemos explorado en nuestro viaje a esta singular versión de la Unión Soviética nos han gustado mucho. Porque más allá de la tensión que genera tener que luchar en espacios reducidos y los citados puzles, tenemos que hacer hincapié de nuevo en lo variadas que resultan sus mecánicas, sobre todo si deseamos conseguir el 100% de cada zona, algo que nos exige mantener los ojos bien abiertos en cada paso que damos, pues por cada camino principal que vemos hay varias rutas opcionales y los mayores tesoros están muy bien escondidos. En definitiva, Atomic Heart es un conjunto muy sólido en su faceta lineal.

Mundo abierto, la otra cara de la moneda

Hay un contraste significativo entre todas las cosas buenas que hemos enumerado a la hora de valorar lo que ofrece Atomic Heart cuando apuesta por la linealidad de los entornos interiores y lo que encontramos en cuanto salimos al exterior. Si esa experiencia a la que tantas veces hemos llamado ‘el BioShock ruso’ es sobresaliente, muy a nuestro pesar tenemos que decir que como juego de mundo abierto, las cosas son muy diferentes y habría que hacer la vista gorda para pensar en algo más que un aprobado raspado.

Aunque quizá no sea del todo correcto calificarlo como tal, pues a pesar de poner sobre la mesa un puñado de escenarios que gozan de una extensión considerable y darnos cierto margen para explorar, casi nunca conseguimos despojarnos de las cadenas de un desarrollo lineal. Buena muestra de ello es el mapa, similar al de NieR Automata, cuya información y utilidad es más bien tirando a nula; apenas sirve para echar un vistazo a la ubicación del siguiente punto al que debemos dirigirnos, pero en casi ningún momento actúa como una herramienta al servicio de la exploración.

Prácticamente todo lo interesante que sucede en Atomic Hearts tiene lugar en los complejos y mazmorras, ya sea en términos jugables o argumentales, así que las secciones de mundo abierto no dejan de ser un paseo entre zonas, en el que a veces vemos algún edificio o casa abandonada en la que podemos entrar en busca de recursos. Porque uno de los aspectos que resta enteros a las mecánicas de exploración es precisamente ese, que casi todo lo que encontramos no son más que objetos de fabricación. No importa si tenemos que forzar una puerta, colarnos por un tejado o acceder silenciosamente eliminando enemigos; la recompensa rara vez será gratificante. La exploración está lejos de ser orgánica y no invita a peinar cada rincón del escenario.

Tampoco ayuda el hecho de que los enemigos sean tan resistentes, la inteligencia artificial esté diseñada para que nos persigan hasta el fin del mundo y a menudo se reúnan varios a la vez. De nuevo, esto funciona realmente bien en pequeñas dosis como las que encontramos en los entornos interiores, pero hace aguas cuando todo ocurre en mitad de un bosque. Hay ocasiones en las que nos lanzamos a explorar un poco y acabamos luchando contra oleadas de enemigos que no parecen tener fin, comprometiendo el ritmo de la partida de una forma muy acusada.

Otro apartado en el que podemos incidir de nuevo en el contraste que existe entre las mazmorras y el mundo abierto es el bestiario, bastante limitado y probablemente uno de los elementos que evidencian que, a pesar de los puntos positivos y del espectacular despliegue gráfico, el origen del desarrollo de Atomic Heart comenzó a una distancia sideral de ser una súper producción. Algunos enemigos se repiten en exceso y la oferta no es tan amplia como nos habría gustado. Un par de enemigos que nos tienden una emboscada en un sótano generan un momento de tensión realmente disfrutable, pero media docena de ellos rodeándonos en mitad de una plaza llevan al hastío.

Eso sí, como decimos más arriba, no conviene olvidar que el título es lineal y en ningún momento nos obliga a peinar cada rincón de sus entornos al milímetro. Cada jugador es libre de disfrutar a su manera y cuando nos centramos en las misiones de la historia —o en adentrarnos en algún complejo en busca de un nuevo plano para fabricar armas o mejoras— la experiencia cambia por completo, permitiendo que Atomic Heart vuelva brillar en lo que mejor sabe hacer. Si bien es cierto que el mundo abierto no termina de funcionar, no queremos que nadie se confunda: aún así estamos ante un juego notable.

El hombre contra la máquina, y otras cosas

La acción es una de las principales señas de identidad de Atomic Heart, y si una legión de máquinas corrompidas quiere desafiar a la humanidad, habrá que aceptar su invitación y poner remedio al asunto, ¿no? Los androides son bastante resistentes y en principio, la batalla es un tanto desigual, ya que la cantidad de daño que infligen es muy elevada y su comportamiento nos hace pensar que fueron diseñados para ser atletas de élite, pero bueno, no hay que olvidar que Nechaev cuenta con tanta o más experiencia en combate que el mismísimo Solid Snake. Aunque para qué mentir, la verdadera clave reside en el impresionante arsenal que tenemos a nuestra disposición.

Escopetas, pistolas de energía, rifles de asalto, un poderoso cañón de riel... Tenemos de sobra para elegir, pero no hay que olvidar que las máquinas resisten muy bien el impacto de un proyectil, así que para añadir un poco de picante a la acción, nuestro mejor aliado es Charles. Sí, hablamos del guante parlante que nos acompaña en todo momento, porque además de un sentido del humor similar al de TARS en Interstellar —aunque aquí no podemos ajustar su nivel—, nos brinda la posibilidad de ejecutar todo tipo de poderes y habilidades. No son plásmidos que nos enchufamos con una jeringa, pero no están nada mal.

Aprender, mejorar y dominar las habilidades es fundamental para avanzar. Porque si nos encontramos con dos androides en un pasillo estrecho, podemos congelar durante varios segundos a uno mientras abatimos a tiros a su compañero. Y si nuestro oponente es capaz de volar y no vamos sobrados de munición, nada mejor que activar la kinesis para agarrar una silla y lanzarla contra él con violencia. Una vez mejoramos al personaje y probamos todo tipo de combinaciones de armas y habilidades es cuando podemos decir que Atomic Heart funciona realmente bien como FPS, mucho mejor que otros títulos con los que lo hemos comparado por otros motivos. Por cierto, el despliegue técnico del juego también se hace patente en los combates, ya que ver a un enemigo congelado en el aire mientras realizaba un salto o dejar a la vista sus circuitos interiores con un agujero de bala es puro espectáculo.

Tampoco conviene olvidarnos del sistema de progreso, ya que es prácticamente lo único que nos incita a explorar y peinar cada rincón de los escenarios en busca de recursos de fabricación y otros elementos de mejora. Porque si queremos abordar los mayores desafíos es indispensable personalizar nuestras armas favoritas colocando accesorios en ellas: cañones para potenciar el daño, culatas para reducir el retroceso, el tipo de munición adecuada para cada tipo de enemigo... La oferta es amplia y resulta muy interesante probar diferentes combinaciones, ya que cambian por completo la dinámica de los combates. Por supuesto, la mayoría de accesorios están bloqueados de inicio y para acceder a ellos es necesario encontrar diagramas, los cuales se ubican en los puntos del interés del mapa y siempre están a buen recaudo.

A la hora de meternos de lleno en la acción volvemos a sentir exactamente lo mismo que hemos comentado en relación al contraste que existe entre las secciones lineales y las de mundo abierto: en las mazmorras es muy gratificante luchar debido a la tensión que se genera en lugares opresivos, donde el ritmo es elevado y la posición de los enemigos está muy bien medida, mientras que en campo abierto las peleas pierden contundencia y la inferioridad numérica suele acabar en un desequilibrio muy acusado. En cualquier caso, el sistema de combate convence; todo funciona bien y casi siempre luchar es divertido. Un apartado en el que, si queremos seguir trazando paralelismos con BioShock, es de justicia decir que aquí funciona mucho mejor. Al fin y al cabo, la faceta FPS es una de las señas de identidad del juego.

Un aspecto que nos ha sorprendido es que el bestiario, a pesar de no ser precisamente variado, va más allá de los enemigos mecánicos y amplía su oferta con criaturas orgánicas. Porque en un mundo donde el ser humano ha sido capaz de concebir robots del tamaño de un autobús diseñados para levantar ciudades a una velocidad que asusta, ya nos extrañaba que no hubiese jugado a ser dios a la hora de realizar experimentos con animales, plantas e incluso con miembros de su propia especie. En más de un momento hemos olvidado eso de compararlo con BioShock y creído que nos estábamos enfrentando a la Corporación Umbrella, pues eso de ver a insectos con apariencia alienígena apoderándose —y reanimando— de cadáveres humanos de un modo similar a las Plagas de Resident Evil 4 no lo vimos venir. Es algo que aporta frescura a los combates, ya que las condiciones de cada rival nos obligan a probar diferentes tipos de munición y combinaciones elementales.

Destacan, como no podía ser de otra forma, los jefes finales. No hay tantos como nos gustaría, pero todos nos llevan al límite y plantean una de esas batallas que difícilmente olvidaremos, no sin antes dejarnos exhaustos. Son muy agresivos y todos y cada uno de ellos cuenta con el factor sorpresa del que carecen muchos enemigos básicos. En este tipo de encuentros es fundamental mantener los ojos abiertos, no dejar de movernos y estar preparados para esquivar una y mil veces mientras esperamos el momento oportuno para atacar. Su aspecto —y a veces, su tamaño— impresiona y es habitual que tengamos que dedicar los primeros compases del duelo a pensar en cómo podemos hacerles daño. Cualquiera diría que estamos hablando de Dark Souls...

Un diamante bien pulido, con matices

Las imágenes no engañan a nadie: el apartado gráfico del juego es impresionante y se sitúa entre lo más puntero que actualmente podemos encontrar en el mercado. Visualmente es muy potente y la dirección de arte se encarga del resto para ensamblar un conjunto que enamora a primera vista. Las texturas, reflejos, partículas, el uso de luces y sombras y otros efectos rayan a un gran nivel, y a pesar de que algunos assets se repiten a menudo, resulta difícil de creer que Mundfish haya sido capaz de realizar semejante despliegue.

Por si fuese poco, el rendimiento en consola es completamente solvente, pues corre a 60 FPS estables —hemos jugado a la versión de PS5— y apenas hemos notado caídas, más allá de alguna rascada puntual en un par de escenas de control limitado repletas de explosiones o al luchar contra varios enemigos a la vez en las secciones de mundo abierto. Nada que sea suficiente para ensuciar lo que sin duda es un conjunto audiovisual que impresiona. Y ya que hablamos de sonido, huelga decir que Atomic Heart está completamente en castellano (textos y voces) y que la banda sonora cuenta con la participación de Mick Gordon (DOOM Eternal, Wolfenstein II: The New Colossus), a quien reconoceréis fácilmente en cuanto la música destroce vuestros oídos en mitad de un tenso combate.

Eso sí, el juego cuenta con algunos bugs que, si bien es cierto que no son muy frecuentes, la verdad es que pueden ser muy molestos. En las casi 30 horas que hemos jugado nos hemos visto obligados a salir y cargar partida varias veces: un ascensor cuya puerta no quería abrirse, un momento en el que tras escalar una estructura nuestro personaje quiso quedarse atrapado en un pequeño desnivel de la superficie... Y claro, los checkpoints no son demasiado generosos en según qué zonas y nos tocó repetir varios minuto de juego. Confiamos en que el estudio solucione el problema mediante actualizaciones porque, como decimos, tan cierto es que no abundan como que son realmente molestos.

Conclusión

Aunque no es perfecto ni está exento de defectos, Atomic Heart cuenta con argumentos suficientes como para considerarlo una de las primeras sorpresas de 2023. Gracias a la premisa de la historia, la atractiva visión de la Unión Soviética que pone sobre la mesa y el derroche en lo que a la dirección de arte se refiere, consigue cautivarnos desde el primer momento. A los mandos, el título no brilla tanto y el conjunto cuenta con luces y sombras, pues hay un desequilibrio importante entre el fantástico trabajo realizado en el diseño de niveles interiores y las mecánicas de mundo abierto. En definitiva, estamos ante un videojuego que presume de personalidad propia y que, a pesar del sabor agridulce que nos deja pensar que había una base para construir algo mucho más sólido, pone sobre la mesa una experiencia muy disfrutable, con más aciertos que errores.

Lo mejor

  • La ambientación es impresionante y atrapa tanto por su particular visión alternativa de la URSS como por los temas que trata
  • El diseño de niveles en las mazmorras y entornos interiores está a un gran nivel: profundidad, atajos, exploración...
  • Visualmente es un auténtico espectáculo y la dirección de arte derrocha personalidad
  • La personalización de armas y su combinación con las habilidades da lugar a combates muy dinámicos
  • A pesar de algunos bugs, el rendimiento en consola es bastante bueno, sobre todo si tenemos en cuenta que gráficamente es un portento

Lo peor

  • La presencia de algunos bugs que nos han obligado a cargar de nuevo la partida en más de una ocasión
  • Las mecánicas de mundo abierto no terminan de funcionar y el intenso ritmo del juego cae en picado
  • El bestiario es limitado; se echa en falta una mayor variedad de enemigos
8.2

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.

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