Análisis en progreso de Dragon’s Dogma 2, un coloso del RPG de la vieja escuela

Estamos ante algo grande. Esa es la sensación que nos deja Dragon’s Dogma 2 tras haber pasado 25 horas inmersos en su mundo. El nuevo trabajo de Hideaki Itsuno, el padre de Devil May Cry, transmite un cuidado que pocos juegos de rol de mundo abierto han logrado conseguir en los últimos años. Es duro, pero justo. Lo que en 2012 fue una nueva IP de enorme potencial, en 2024 se corona como uno de los grandes RPG a los que hemos jugado en los últimos años.

Seguramente te preguntes el motivo por el que no tenemos aún el análisis definitivo. Queremos que las conclusiones hagan justicia a lo que Capcom ha formado en los últimos cinco años. El boca a boca hizo que el original fuese un título querido, que entró en esa etiqueta de juego de culto que le permitió envolverse en un aura mística. Pero su secuela ya lleva una carta de presentación desde el primer día. Está tan repleto de situaciones que queremos seguir profundizando antes de dar un veredicto. Es pura acción/consecuencia, y eso es algo que queremos ver hasta que corran los créditos en pantalla y más allá.

Un auténtico RPG de la vieja escuela

En este tiempo con Dragon’s Dogma 2 nos hemos transportado a otra época, una en la que el videojuego no te lleva de la mano constantemente a cada rincón del mundo. Sabes qué es lo que tienes que hacer, pero no el cómo ni el cuándo. La primera sección del juego es un tutorial encubierto para que el jugador entienda de qué manera funcionan los sistemas.

Lo más práctico es que poner un ejemplo. Durante una de las misiones principales debemos infiltrarnos en los aposentos de un señor que reside temporalmente en un palacio. Si observamos a los guardias podemos intuir que todos llevan una vestimenta similar. Algunos muestran su rostro; otros, sin embargo, se cubren con el yelmo. Hay tanta confianza entre ellos que nunca se preguntan entre sí quién es el que está al otro lado del acero.

Entendemos que el camino más sencillo sería encontrar una armadura idéntica, pero claro, solo se ofrece a los caballeros que juran lealtad a la corona. En ese momento comienza una fase de exploración por los alrededores intentado encontrar la manera de dar con la armería y poder robar una. Como civiles no tenemos permiso para entrar en los aledaños; solo pueden entrar aquellos de alta alcurnia. Al disfrazarnos de nobles ya tenemos nuestro ticket para poder andar por los alrededores.

En algunos momentos parece incluso que estamos jugando a una entrega de la saga Hitman. La manera en la que nos perciben los NPC se tiene en cuenta para jugar con las reglas del mundo. Tras mucho buscar, entramos en un pozo y al fondo vemos un cadáver de un antiguo miembro de la guardia. Cogemos con respeto su atuendo y ya estamos listos para cumplir con la misión. Eso sí, el disfraz no te hace inmune. Tienes que tener cuidado con el sitio en el que te metes para no levantar sospechas.

Toda acción tiene su consecuencia

Ya lo advertíamos durante nuestras impresiones finales: no somos el ombligo del mundo. En el universo de Dragon’s Dogma 2 cada personaje que nos encontramos tiene nombre, gustos y residencia. Los que se cruzan en nuestro camino se registran en un historial útil para encontrarlos cuando les necesitemos para una misión.

Cada muerte duele. Lo vivimos de cerca justo en las afueras de una ciudad. Mientras hablábamos con un mercader nos asaltó un Cíclope. De un solo golpetazo de su bastón terminó con la vida de nuestro amigo. Cuando un personaje con nombre muere, pasado un día será trasladado a la morgue más cercana. Allí pasará su ataúd un par de días. Si nadie reclama el cuerpo durante esa franja, su cadáver será quemado.

Durante este tiempo podemos gastar una piedra de resurrección para devolverles a la vida. Es un objeto muy poco frecuente que solo funciona contigo mismo o con alguien al que quieras devolver de entre los muertos. Los Peones, como es lógico, quedan excluidos porque siguen un sistema más amigable.

A estos gajes se le suma las misiones con tiempo límite. No sabemos cuándo terminarán, pero lo que sí sabemos es que si tardamos puede que la conclusión sea negativa. Ocurre mucho en los objetivos de rescate. Un niño se perdió en el bosque siguiendo unas flores. Si tardamos demasiado desde el momento en el que la aceptamos, le devolveremos a su familia un cadáver. Estos elementos ya nos eran familiares en el original, pero que vuelvan con mayor variedad de situaciones y empaque lo eleva todavía más allá.

Juegazo a la vista

Solo un problema de ultimísima hora puede cambiar nuestra valoración. Por lo que llevamos hasta el momento estamos encantados. Es un RPG que toma en serio sus sistemas y los aplica de una manera poco habitual en el género. Recuerda a otra época, en el buen sentido. El mayor problema que le encontramos es el aspecto técnico. El framerate baila demasiado. En algunas ocasiones es hasta molesto, al menos en la versión a la que hemos tenido acceso (en PS5). Dejándolo a un lado, no nos cabe duda de que estamos ante uno de los grandes del año.