Análisis de Last Train Home, el último y complicado viaje de regreso a casa tras la guerra

Cada vez es más difícil encontrar videojuegos ambientados en una guerra histórica, no digamos ya si se trata de la Primera Guerra Mundial, ya que desde siempre, la Segunda ha sido un conflicto más popular al ver representado muy claramente el mal absoluto en el ejército alemán. Si nunca es fácil tener claro quiénes son los buenos y quiénes los malos (si es que los hay en una guerra), en aquella no hubo muchas dudas. Pero más difícil es encontrar un juego en la posguerra, es decir, en el que el regreso de los soldados a casa sea el principal protagonista, máxime si hablamos de unos tan olvidados como los pertenecientes a la legión checoslovaca, que son los protagonistas de este Last Train Home.

Aunque la guerra ha terminado, a los soldados checos aún les queda un largo camino por recorrer que no va a estar exento de dificultades en forma de enemigos –el ejército ruso, concretamente-, y otras inclemencias como el frío, el hambre, las enfermedades… Lo que convierte al juego que nos ocupa en una solvente combinación de RTS y supervivencia que destaca más en esta segunda que en la primera, pero que ofrece un conjunto sólido.

La mayor peculiaridad de Last Train Home es, como podemos imaginar, que nuestra base es el tren a bordo del cual viajan nuestras tropas de vuelta a casa. Evidentemente, y como en cualquier otro caso, tenemos múltiples posibilidades para mejorarlo, ampliarlo y por supuesto, gestionarlo. De esta forma añadimos un mejor blindaje, sumamos vagones que podemos utilizar como centro médico, almacenamiento u hospedaje para los soldados que se unen a la causa, asignar a estos a los diferentes trabajos que hay que llevar a cabo…

De hecho, si hablamos de dificultad pura, esta sea la parte más complicada del juego, no solo porque es la más profunda, sino porque los soldados son bastante frágiles y sufren a menudo. De este modo no solo tenemos que asignar recursos (humanos y materiales) durante el viaje a cada uno de los vagones, sino que además se irán sucediendo acontecimientos de corte narrativo ante los que tendremos que tomar decisiones. No cabe molestarse en intentar descubrir cuál es la correcta: nunca hay una que sea 100% positiva y que no vaya a traer consigo consecuencias ligeramente negativas. Además, durante esta travesía, en ocasiones disfrutaremos de escenas rodadas con actores reales que hacen un buen trabajo y ponen de su parte para que la ambientación gane enteros.

De hecho hay que tener claro que vamos a pasar mucho tiempo en este aspecto del juego, o al menos deberíamos si queremos progresar debidamente, porque es francamente decisivo, y al existir muerte permanente, no querremos tomarnos esto a la ligera. No hablamos solo de curar a los heridos y alimentar a los hambrientos, sino de mantener la moral alta, asignar habilidades cuando suban de rango, o incluso interesarnos por sus historias personales. Realmente hay mucho que hacer cuando estamos fuera del campo de batalla, y es realmente profundo.

Commandos meets Company of Heroes

Cuando nos bajemos del tren hay dos tipos de actividades. Hay secundarias, y completamente opcionales, en las que simplemente veremos a nuestra brigada moverse por el mapa principal y cuya consecución tendrá simplemente la forma de un diálogo con comerciantes o algún acontecimiento “simulado”, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, el grueso son las misiones principales, en las que ya sí tendremos control y gestión total sobre la brigada que decidamos desplegar, que tendrá que ser equilibrada entre clases de soldados (granaderos, exploradores, médicos…) y suficientemente numerosa para más o menos garantizar el éxito.

En estas misiones nos ha gustado que el mapa, mientras no lo exploremos, se mantendrá oculto. Esto añade un factor sorpresa a esta exploración que añade mucha emoción, aunque obviamente a menudo usaremos la habilidad del explorador para descubrir la siguiente zona a visitar. Aún así, conviene ir descubriendo estos entornos con pies de plomo, porque no es infrecuente toparse con una emboscada de la que no será sencillo salir airosos.

Dicha exploración es sumamente importante, ya que a lo largo y ancho de los mapas hay contenedores con recursos necesarios para nuestro viaje como munición, combusible, tela, comida, etc… Pero es un arma de doble filo, ya que evidentemente, cuanto más tiempo exploremos, más posibilidades habrá de contraer enfermedades, sufrir las inclemencias del frío o lo que es peor, vernos envueltos en una refriega.

Cuando estas tienen lugar, nos encontramos con un juego que no es demasiado ambicioso en cuanto al combate. Bien es cierto que algunas las podemos resolver rápidamente con una buena planificación, y como si del clásico Commandos se tratara, y de manera sigilosa, podemos enviar al granadero a destruir puestos de ametralladora, o matar sin que nadie se entere al soldado que está junto a la alarma y pedirá refuerzos si llegamos como un elefante en una cacharrería. Por suerte, y gracias a la posibilidad de pausar la acción (en cualquier momento, no solo en batalla), podremos tomarnos las cosas con calma y enviar a nuestros soldados a ocupar una buena cobertura o una posición estratégica desde la cual sus habilidades sean más efectivas.

Sin embargo, no tenemos que esperar tampoco una gran profundidad y cantidad de posibilidades a la hora de combatir. El juego apuesta por una mayor complejidad a la hora de gestionar recursos y en general, de su apartado de supervivencia, lo cual no es criticable, pero conviene tener claro. Es decir, nos hemos atrevido a mencionar antes la saga Company of Heroes, pero no esperemos ni mucho menos las grandes batallas que nos ofrece la licencia de SEGA.