Análisis de Dungeons of Hinterberg, el mejor indie para disfrutar en verano

Hay juegos que inevitablemente asociamos a alguna época concreta del año, y Dungeons of Hinterberg no podría haber llegado al mercado en mejor momento. Tanto por temática como por ambientación, este juego de un pequeño estudio austriaco de solo dos personas (Microbird) nos regala una propuesta que al mismo tiempo que se ve influenciada por sagas del calibre de Persona o The Legend of Zelda, es capaz de mostrar sus propias señas de identidad.

¿Qué mejor manera de combatir el calor visitando un lugar más fresco? De esta forma, Microbird nos ofrece la posibilidad de viajar hasta Hinterberg -un pueblo ficticio basado en el real Bad Gastain, situado en Austria- en la compañía de Luisa, una cazamonstruos que va de vacaciones pero sin olvidar su afán aventurero. Así, nos esperan tanto incursiones en decenas de mazmorras como buenos ratos de asueto que pasar con los simpáticos -algunos no tanto- habitantes de este acogedor lugar.

Dos vertientes de juego donde la estrella es el mazmorreo

Como decíamos, Dungeons of Hinterberg se divide claramente en dos elementos. Uno de ellos es la vida social de la que disfrutamos cuando no estamos de incursión, llevando a cabo sencillas actividades de índole meramente contemplativa. Es decir, son conversaciones entre Luisa y los diferentes NPC que habitan Hinterberg, y según con cuáles elijamos echar el rato incrementaremos los parámetros de Fama, Diversión, Familiaridad y Relajación, que a su vez nos otorgarán ventajas que serán más palpables conforme avanza la historia.

Dicho esto, estos NPC nos ofrecen unas cuantas misiones secundarias muy sencillitas consistentes en encontrar objetos perdidos o hacer una instantánea con el Modo Foto que viene implementado desde el lanzamiento y del que probablemente hagamos uso. Evidentemente, cuanto más tiempo pasemos con cada personaje aumenta nuestra afinidad con él/ella, consiguiendo sus pertienentes recompensas. En general, este aspecto es suficiente para tomarse un descanso entre tanta aventura, pero no está a la altura de lo que disfrutamos al mediodía, ya que cada día está dividido en dos periodos de tiempo: este, cuando exploramos las mazmorras, y la tarde, cuando ya estamos tranquilamente en Hinterberg. Es, en definitiva, un apartado accesorio que no molesta, pero que ni mucho menos será satisfactorio para el que espere una suerte de Stardew Valley, aunque el juego deja claro que tampoco lo pretende.

Otra cosa diferente es la exploración de las mazmorras, el grueso del juego y que esta vez sí, funciona fantásticamente bien. Con cuatro biomas presentes en el juego en los alrededores de Hinterberg, cada uno de ellos bien diferenciado y con diferentes temáticas, tenemos un total de 25 mazmorras, contando la que ejerce de tutorial. Pero no se trata sencillamente de pasear por cada bioma y llegar a una de las mazmorras que reúne, sino que ya de entrada nos plantean puzles basados en el entorno para descubrirlas, teniendo que ir desbloqueándolas poco a poco.

En cada bioma Luisa dispone de dos habilidades diferentes, que le sirven tanto para resolver estos puzles como para combatir, pero no se aprovechan de la misma manera en todas las mazmorras, todo lo contrario. Cada mazmorra es un ejercicio fabuloso de imaginación, y más allá de la duración de cada una, la variedad de mecánicas que nos ofrecen es sencillamente sobresaliente, quedando patente que es donde más esfuerzos ha puesto el equipo de Microbird. Tan pronto nos plantean una perspectiva en 2D como cenital como si de un Hades se tratara, como nos ponen a redirigir raíles para poder circular por carretillas en una mina como abriendo caminos para deslizarnos con una suerte de tabla de snow.

Sin embargo, a la hora de combatir el juego no alcanza ese nivel de excelencia, aunque no se puede decir que sea un apartado que baje el listón de manera considerable. No cabe esperar un hack & slash profundísimo, ya que aunque sí contamos con movimientos de esquiva y las dos habilidades propias de cada bioma, en el fondo no deja de tratarse de poco más que un machacabotones. Eso sí, la presencia de las batallas no es excesivamente insistente, como si en Microbird fueran conscientes de que no es uno de los puntos fuertes del juego precísamente y lo muestren de manera poco frecuente en una decisión consciente y deliberada.

Lo que también hace diferente a Dungeons of Hinterberg es su diseño artístico, algo absolutamente fabuloso. Cada captura que hagamos se convierte en un cuadro precioso gracias a la amplitud de la paleta de colores utilizada, pero también a unos dibujos repletos de personalidad a caballo entre el cell shading y un toque abstracto que sientan al juego como un guante. Independientemente de algunos bajones en la tasa de frames, que los hay, Dungeons of Hinterberg entra por los ojos y cuesta no maravillarse con cualquiera de las escenas que nos ofrece.

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