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Cine

'El hombre del norte', crítica. Un ensayo sobre la violencia y la venganza

Robert Eggers parte de un relato épico islandés, que inspiró el Hamlet de Shakespeare, para fabricar una película dura y seca, que se sustenta en un reparto de lujo.

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'El hombre del norte', crítica. Un ensayo sobre la violencia y la venganza

Robert Eggers pasa por ser uno de los nuevos talentos del cine estadounidenses, sus dos obras anteriores ('La Bruja' y 'El Faro') dejaron un buen sabor de boca tanto a espectadores como a críticos; un estilo personal en lo narrativo y un inteligente uso de la fotografía convirtieron a ambos títulos indies en un éxito.

Ahora ya como director mediático aborda su primera gran producción (90 millones) con una historia inspirada en el folclore islandés, pero que resulta conocida al público ya que Shakespeare se inspiró en ella para construir una de sus obras magistrales, Hamlet.

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Aidan Monaghan

Viaje al mundo vikingo

Eggers, al igual que hizo recientemente Ridley Scott en su también viaje a le Edad Media (El último duelo), hace un relato seco de un mundo hostil donde la muerte, el honor, la traición y lo sobrenatural se mezclan a partes iguales. Su aproximación a la civilización nórdica carece de la capa de barniz épico que la serie Vikingos ha proporcionado a esta cultura. El cineasta presenta un ensayo del poder descarnado, donde los protagonistas prescinden de cualquier sentimiento que los debilite y en el que la autoridad se sustenta en la fuerza y el temor.

El protagonista, Amleth (Alexander Skarsgard), es el príncipe heredero de un trono cuyo rey, su padre, es asesinado por su propio hermano. Comienza así una historia de venganza cuya primera parte está dominada por una violencia extrema. Exiliado y convertido en un berserker, el joven vikingo aplaca su odio saqueando y matando. El ataque a un poblado en el rus muestra que Eggers también se desenvuelve bien en el cine de acción y presenta a un Skarsgard que transmite una sensación de pavor y violencia que traspasa la pantalla. Ni siquiera Mad MiKkelsen (Valhalla Rising) ha conseguido alcanzar esa cota de ferocidad, locura y crueldad que le da Skarsgard a su personaje.

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Violencia en varias dimensiones

Tras esta primera parte de la cinta, que podría encajar bien en los cánones de Hollywood, la película entra en una zona más intimista con sentimientos más primigenios y en la que Eggars y los actores se mueven con mayor comodidad. La violencia explícita y visual es sustituida por otra más soterrada e inquietante. En esta parte el hilo argumental se ve interrumpido por escenas que reflejan con gran realismo la cultura vikinga, pero que cortan el ritmo narrativo y poco aportan, salvo una distracción, a la tragedia que están viviendo los personajes.

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Grandísimo reparto

Si la cinta presenta ciertos altibajos de ritmo y algunos desaciertos notables en el montaje, el gran reparto que tiene consigue taponar cualquier vía de agua que se presenta. Un magnífico Ethan Hawke en el papel de King Aurvandill marca de inicio el excelente nivel que van a ofrecer todos. Alexander Skarsgard desarrolla un brillante trabajo como guerrero enfurecido, pero pierde algunos puntos como heredero atormentado y eso a pesar del abuso de primeros planos que buscan transmitir sus sentimientos de devastación.

Su compañera femenina y musa de Eggers, Anya Taylor-Joy, vuelve a conseguir otro personaje inquietante y pleno de fuerza en el papel de esclava-bruja. Eggers reivindica el papel de la mujer en una sociedad donde la fuerza se impone a la inteligencia, pero aún así son los los personajes femeninos los que en el fondo manejan los hilos, mientras que reduce a sus compañeros masculinos a unas bestias regidas por impulsos primarios. La presencia de Willem Dafoe, que repite tras El Faro, no pasa de anecdótica y Claes Bang también firma un trabajo correcto como usurpador del trono. Mención aparte merece Nicole Kidman, cuya escena con SKarsgard es probablemente el mejor momento de la película. La australiana juega en otra liga y hace gala de todos sus registros, además sigue manteniendo una presencia magnética a sus 54 años.

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Una experiencia visual y sonora

El hombre del norte es una película con una excelente fotografía, Eggers vuelve a confiar en Jarin Blaschke para recrear el mundo vikingo y el californiano ofrece al espectador una experiencia visual impactante. Los paisajes de Islandia son de una belleza natural extrema que emparenta muy bien con los sentimientos que maneja la cinta. La austeridad del escenario convierte a la historia en el único foco de atención, la mezcla de realidad y misticismo crea una atmósfera particular que hace que ambos mundos se diluya. Lo mismo se puede decir de la BSO de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough cuya fusión de sonidos graves y rotundos con temas tradicionales conecta de manera intuitiva con la parte animal del hombre. Toda la cinta desprende un aroma de verosimilitud que, aunque no lo necesita, sirve para enriquecer la historia.

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Conclusión

Eggers consigue una película notable que emparenta bien con clásicos como Aguirre o la cólera de Dios por la forma en la que aborda la trama. En el hombre del norte no hay lugar para las concesiones, casi no hay lugar para los sentimientos más allá del odio, los personajes son estereotipos de las pasiones fundamentales que mueven a los hombres y el director cose muy bien el destino que rige a las tradiciones vikingas y su anhelo del Valhalla con las pulsiones básicas de los hombres. Como Shakespeare, Eggers trabaja con el material original del alma prescindiendo de artificios y vuelve a firmar un trabajo notable, aunque probablemente como le pasó a Ridley Scott no conecte tan bien con un público cada vez más hipnotizado por los blockbuster.