Agitamos, sin revolver, la historia de 007
James Bond en el cine: del Dr. No hasta 'Sin tiempo para morir', el adiós de Daniel Craig
Repasamos las películas de James Bond desde Dr. No a Sin tiempo para morir, de Sean Connery a Daniel Craig pasando por Lazenby, Moore, Dalton y Brosnan
El célebre personaje creado por el escritor y periodista Ian Fleming cumple 70 años en febrero de 2022. Fleming, que ideó al espía en 1952 en una casa que tenía en Jamaica a la que había llamado Goldeneye (nombre de una operación encubierta en la que estuvo implicado durante la Segunda Guerra Mundial), aplicó sus conocimientos y recuerdos de aquella época en la que trabajó para la División de Inteligencia Naval. En 1953 llegaba finalmente a las librerías Casino Royale, triunfando inmediatamente y necesitando de varias ediciones sucesivas para satisfacer al ávido público lector..
La época de Sean Connery, o cómo empezar por todo lo alto
Bond se estrenaba en cines en 1962 con Agente 007 contra el Dr. No (Dr. No), iniciando una carrera ascendente en los siguientes años. Si Desde Rusia con amor (From Russia with Love, 1963) afianzó al personbaje, James Bond contra Goldfinger (Goldfinger, 1964) lo convirtió en fenómeno de masas. A esas alturas ya estaban todos los elementos establecidos que serán habituales en el resto de la franquicia. Por un lado tenemos a 007, personaje chulillo, altanero, siempre con una frase ingeniosa en la recámara. Bond es muy masculino, guapo, atractivo y las féminas caen rendidas a sus pies (o lo fingen para intentar matarlo en un despiste). Bond es sensualidad y sexualidad, pero también violencia, ya que no duda en asesinar de manera fría cuando es necesario. Para algo tiene licencia para matar gracias a su trabajo para el Servicio Secreto Británico.
Con respecto a la estructura de las películas, se establecía la siguiente, que ha perdurado con más o menos variaciones hasta nuestros días: Bond caminando frente al objetivo de una cámara a la que dispara, prólogo de acción, canción exclusiva de la película con una ambientación sensual y psicodélica, conocimiento de la misión, Q nos enseña los artilugios que utilizaremos, coche deportivo repleto de gadgets que en Goldfinger es el mítico Aston Martin, un malo carismático con un plan a la altura de su ego (en Desde Rusia con Amor aparece por primera vez la organización Spectra y el famoso malo acariciando a su gato), un lacayo del malo letal de necesidad y con una característica particular, lugares exóticos repartidos por todo el globo, grandes instalaciones construidas para el mal que habrá que hacer saltar por los aires y, claro, las chicas Bond. Es un momento icónico del cine el que muestra a Raquel Welles saliendo del mar con su bañador blanco en Dr. No. Para terminar y tras acabar con el malo y sus planes, nada como ver al agente secreto y a la bella chica, todavía lejos de la civilización, abandonándose tras un chascarrillo a un momento de intimidad antes del fundido a negro.
Goldfinger llevaba todo eso a nuevas cotas, y estaba repleta de momentos y frases para el recuerdo. Es mítico el momento en el que Sean Connery se encuentra atado a una mesa, con las piernas abiertas y con un láser que se dirige lentamente hacia su entrepierna (recordemos que Bond es el macho alfa, una situación así es lo peor que le puede pasar). Goldfinger, tras regodearse un rato ante la escena se dispone a irse. Bond, visiblemente preocupado, intenta ganar tiempo tirando de chulería: “¡Espera que hable!”. Goldfinger interrumpe por unos segundos su marcha, lo justo para espetarle: “No, señor Bond, ¡Espero que muera!”. Sublime, oigan.
Connery estaba cada vez más preocupado, no quería encasillarse, y así lo hacía saber. El rotundo éxito de Operación Trueno (Thunderball, 1965) con sus escenas submarinas y Solo se vive dos veces (You Only Live Twice, 1967), esta última toda una cumbre excesiva de la fórmula Bond en la que volvía Spectra (Los simpsons sacaron buen partido de todos estos tópicos) fueron el momento de plantarse. Debieron ser años complicados. George Lazenby fracasó como 007 en Al servicio secreto de su Majestad (On Her Majesty's Secret Service, 1968) donde, ojo, Bond se casaba con trágico desenlace. Connery volvió al rescate mientras se encontraba un sustituto a la altura y Diamantes para la eternidad (Diamonds Are Forever, 1971) volvió a poner el listón en su sitio.
Unos años antes, en 1967, habíamos tenido un Bond no canónico pero que, curiosamente, estaba entre las figuras que había inspirado el personaje en la mente de Ian Fleming. David Niven ejercía de 007 en Casino Royale (no era el único, aunque sí el original). Se trata de una comedia loquísima con Woody Allen, Orson Welles, Peter Sellers, Ursula Andress (de nuevo), John Huston, Belmondo, William Holden, Deborah Kerr... La película no tiene ni pies ni cabeza, pero es de agradecer que nos dejara una de las canciones pop más bellas y delicadas de todos los tiempos: The Look Of Love, compuesta por Butch Baccarat, con letra de Hal David y susurrada por Dusty Springfield. Ian Fleming, que murió en 1964, se libró de ver en pantalla tamaña afrenta a la novela que lo había empezado todo, aunque tampoco disfrutó de la explosión del fenómeno con Goldfinger, que se estrenó el mismo año en el que nos abandonó.
Llega Roger Moore y con él, un divertido Bond pasado de vueltas
Vive y deja morir (Live and Let Die, 1973) y El hombre de la pistola de oro (The Man with the Golden Gun, 1974) seguían el patrón marcado por la era Connery. La primera película interpretada por Roger Moore es recordada sobre todo por el tema de Paul McCartney que abre la película y la segunda por el papel de Cristopher Lee como Scaramanga… Y bueno, porque su pistola de oro aparecía como el arma más letal en el multijugador, del videojuego de Nintendo 64 Goldeneye, aunque ya volveremos sobre eso cuando toque.
Hay un punto de inflexión a partir de aquí por varios motivos. Por un lado la recaudación de la última película, así como las críticas, no estuvieron a la altura. Por otro, se rompe la alianza entre Albert R. Broccoli y Harry Saltzman dentro de EON Productions, responsable de toda la franquicia. Así, la siguiente película en llegar, La espía que me amó (The Spy Who Loved Me, 1977), que además es por primera vez un guion original a pesar de compartir nombre con la novela de Fleming (cosas de derechos), se la jugaba como continuación o fin de la franquicia.
La espía que me amó fue un rotundo éxito afianzando por fin al dicharachero Moore como Agente 007. La película tiene una solvente carga emocional con la relación entre Roger Moore y Barbara Bach, que ejercen de espías enemigos unidos ante una causa común; un malo megalómano con el que se puede llegar a empatizar y un secuaz icónico e inolvidable, Tiburón (ambos elementos volverán a aparecer en Moonraker, la siguiente película en la lista). También rompen las barreras de la credibilidad la utilización de los gadgets. En una especie de puesta al día del Aston Martin de Connery, El Lotus de Moore funciona como declaración de principios con una variadisima y muy entretenida persecución por tierra, mar y aire que nos brinda un coche submarino que debió desencajar mandíbulas en la época.
La siguiente película, Solo para tus ojos, fue aplazada en favor de Moonraker (1979) y su tono espacial. La actualidad mandaba, y la fiebre Star Wars (1977) se encontraba en pleno auge. A la crítica no le gustó demasiado, pero el público la convirtió en la más exitosa de la serie.
En 1981 llegaba por fin Solo para tus ojos (For Yours Eyes Only), sofisticada, divertida, con momentos sorprendentes a la altura de la franquicia como la persecución en un Citroen Dos Caballos amarillo o la pareja protagonista abrazada, atada y arrastrada por una lancha sobre un mar de coral. La canción de Sheena Easton tampoco se queda atrás, y es digno de mención, porque no se trata del habitual John Barry en la banda sonora sino del más televisivo Bill Conti (Rocky).
John Barry, con influencia del jazz, dio un carácter muy reconocible a las películas de Bond, aunque curiosamente no es el autor del famoso tema que se asocia con 007, que pertenece a Monty Norman (aunque Barry fijaría los arreglos y la interpretación finales). John Barry puso la banda sonora a 12 películas de la franquicia y asesoró cada vez que pudo y hasta su muerte en 2011 a quienes cogieron la batuta después de él. Para el recuerdo quedan además obras maestras como la música de Nacida libre (Born Free, 1966) y El león en invierno (The Lion in Winter, 1968), ambas bandas sonoras con Oscar, o maravillas como las de Cowboy de medianoche (Midnight Cowboy, 1969), Abismo negro (Black Hole, 1979) o Cotton Club (1984).
En 1983 se dio un caso muy particular, el enfrentamiento en taquilla de los dos agentes 007 más importantes: Sean Connery y Roger Moore. La discusión entre el público venía de lejos: ¿A qué Bond prefieres? Los puristas se posicionaban sin dudarlo con la elegancia de Connery, y no era extraño ver a los más jóvenes apoyando al, por momentos, casi paródico Roger Moore. La no canónica Nunca digas nunca jamás (Never Say Never Again), del primero y con Kim Basinger de chica Bond, perdió contra Octopussy, del segundo, aunque para ser sinceros ninguna de las dos resultaba una película memorable dentro de la saga.
Panorama para matar (A view to a Kill, 1985) fue la última película protagonizada por un algo mayor Roger Moore. Si ya cada vez que nos daba la espalda en la pantalla en los 70 pasábamos a ver a su doble, imaginaos en los 80. La flamante despedida tiene a Duran Duran para la, muy escuchada en la época, canción principal, y un memorable numerito de acción en París Torre Eiffel y Renault 11 mediante. Para olvidar, la localización al español, que nos habla una y otra vez del Silicon Valley como El valle de la Silicona (sic).
Timothy Dalton, el Bond reflexivo al que obligaron a pasar desapercibido
El sucesor de Moore, Timothy Dalton, no cuajó e interpretó solo un par de películas: Alta Tensión (The Living Daylights, 1987) y Licencia para matar (Licence to Kill, 1989). Se aprovechó el cambio de actor para suavizar el tono machista y mujeriego del personaje que, hacía tiempo ya, olía a naftalina. Maryam d'Abo, la chica Bond en Alta Tensión, se alejaba también de los cánones de antaño. Nos encontrábamos, desde luego, con un Bond diferente, más físico y serio. Si la cosa no prosperó fue, entre otras cosas, por problemas con los derechos, disputas internas que hicieron abandonar el barco a unos cuantos nombres habituales en la serie. Para cuando se quiso reactivar la franquicia seis años después, Dalton no estaba por la labor.
Quedan en la memoria algunos momentos de acción gloriosos, como ese avión militar sobrevolando el desierto con su carga colgando y a Bond peleando agarrado a ella. Exacto, esa escena de Alta tensión se llevó sin demasiadas variaciones hasta el videojuego Uncharted 3 (2011) . De la misma forma, Mission Imposible 5: Nación Secreta (Mission: Impossible - Rogue Nation) se inspirará en la fantástica escena del avión de Uncharted 3. Todo queda en casa entre aventureros y espías, ¿Verdad? Pero volvamos a la línea temporal principal. Era el momento de que otro actor entrara en escena vestido de esmoquin.
Pierce Brosnan, altibajos para un actor que parecía haber nacido para interpretar a Bond
Su pasado televisivo en Remington Steele, personaje que interpretó desde 1982 a 1987, no lo posicionaba del todo en el papel de Bond. Sí, era atractivo, apuesto, pero demasiado romanticón y amigable. En estas que en 1987 se estrenó en cines El cuarto protocolo, y de repente todas las piezas encajaban. A lo dicho anteriormente de Brosnan, con su contundente interpretación de un espía ruso podríamos sumar: violento, serio, atemorizante… Ya teníamos de nuevo la alquimia perfecta.
De las cuatro películas protagonizadas por Brosnan, a saber, Goldeneye (1995), El mañana nunca muere (Tomorrow Never Dies, 1997), El mundo nunca es suficiente (The World Is Not Enough, 1999) y Muere otro día (Die Another Day, 2002), de desigual calidad y fortuna, recibimos algunos buenos videojuegos homónimos del que hay que recordar, por importancia histórica, el perteneciente a Goldeneye en el mismo año de su estreno. Desarrollado por una RARE en estado de gracia e indiscutiblemente superior a la película que adaptaba, demostró en Nintendo 64 que los FPS eran posibles en consola. Su estructura de misiones, su enfoque hacia la aventura más que la acción directa, y su multijugador a cuatro en la misma pantalla, marcó a toda una generación de jugadores… y de desarrolladores.
Daniel Craig, de Bond inesperado e improbable, a inmensa sorpresa
Y llegamos al último tramo. En 2006 se rescataba el nombre de Casino Royale para la vuelta de James Bond (recordemos, no se había utilizado de forma canónica hasta el momento). La sorpresa venía de la mano del actor elegido para interpretar a 007. Antes del estreno corrieron ríos de tinta. Desde luego, el físico de Daniel Craig estaba en las antípodas de lo visto hasta ese momento. Craig parecía un tipo rudo, sin elegancia, con cara de bruto, poco inteligente, incluso feo, demasiado musculado como para vestir bien un esmoquin sin reventarlo… ¡Menudo desastre! Hasta que se la película llegó a los cines.
La película en sí era muy buena, pero también que Craig era parte muy importante de la función sosteniendo el dramatismo de la historia sobre sus hombros. Lo evidente estaba ahí, su rudeza, su violencia muy física, más realista, resultó encajar muy bien con el nuevo tipo de acción de la época, y si en los 60 no sentimos ni padecimos con la muerte de la mujer de Bond, aquí se sufría la tragedia con Eva Green porque, sorprendentemente, tanto en la película como bajo el fornido pecho del nuevo 007, latía también la ternura en un poderoso corazón. Nos cogió con el pie cambiado, hay que reconocerlo, ¡y lo que nos alegramos de estar equivocados!
Lo que vino después, Quantum of Solace (2008) nos hizo pensar si lo de Casino Royale había sido un espejismo y habíamos soltado demasiado rápido las campanas al vuelo. Pues resultó que en el 50 aniversario del estreno cinematográfico del personaje en Dr. No, en 2012, Skyfall fulminó cualquier duda. Sam Mendes (sí, siendo una franquicia de productores, no hemos nombrado a un director hasta ahora) crea el mejor homenaje posible a la saga. Con multitud de guiños, Aston Martin de Goldfinger incluido, la película es una celebración del personaje que arrasó en taquilla uniéndose a la nueva moda de superar los 1000 millones de dólares en recaudación. Mendes trajo de vuelta en Spectre (2015) a la famosa organización criminal que, aunque no aparecía en una película de Bond desde 1971, se había convertido, durante todo este tiempo, en referencia pop (del Inspector Gadget a Austin Powers pasando por un millón de memes intermedios).
Y ya está entre nosotros Sin tiempo para morir (No Time to Die, 2021), la despedida que nadie quiere de Daniel Craig. La película ha sufrido lo indecible a causa de la pandemia. Como comentamos cuando hablamos del Dune de Villeneuve, se intentó a la desesperada venderla a las plataformas de streaming, pero ninguna quiso pagar la millonada necesaria para sacar beneficios a los costes de producción. Deberíamos alegrarnos de despedirnos de este fantástico 007 en pantalla grande, que sea como se merece. Deberemos pasar, una vez más, por la incertidumbre que supone la nueva reencarnación del personaje. Desde luego, Craig ha dejado el listón muy alto. Veremos cómo se las apañan, sea el nuevo agente 007 la nueva agente 007 o no, la historia de la franquicia nos ha enseñado que nunca demos nada por sabido. Esperaremos sentados saboreando, cómo no, un Martini agitado, no revuelto, a la espera de que una figura se presente y responda a nuestra pregunta de cómo se llama con un inconfundible y gozoso: Bond, James Bond.
- Acción
Un nuevo género de shoot'em up ha nacido, y con el un pedazo de juego para nuestra N64.