Calzoncillos de la virtud

Los grandes artistas no pierden su ‘toque', cualquiera que sea la virtud que les caracteriza, o que hace lo propio con su legado. Rob Gilbert es el responsable de una de las franquicias más importantes de esta industria, tanto a nivel de ventas como de calidad. Monkey Island cuenta con un amplio elenco de personajes y escenarios que probablemente hubiesen triunfado sin necesidad de parafernalia alguna, pero qué duda cabe que sin su sentido del humor no sería hoy una licencia cotizada, amada y querida por una legión de acérrimos. Aunque el artista fue quien estableció las bases de las aventuras de Guybrush Threepwood, su figura se disipó tras la segunda entrega de la serie, desapareciendo diez años del día a día de la industria. Ni un solo proyecto conocido, ni fracasos ni éxitos: nada. Gilbert pasó de genio a figura de la noche a la mañana. Al menos, hasta que Telltale Games vio en su persona un clavo al que agarrarse durante la fase de brainstorming que daría como resultado un nuevo serial de Monkey Island.

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Recuerda la situación a la del boxeador retirado que vuelve al ring, más viejo pero más listo, al tenista que, sin las condiciones físicas óptimas, mete toda las bolas en la línea sin sudar una gota más de la cuenta. La noticia de su implicación en un producto relacionado con Monkey Island sólo pudo ser comparable a la confirmación de que Gilbert trabajaba en un videojuego 100% propio, en colaboración con Hothead Games y Electronic Arts. El estudio canadiense no dudó un segundo en adquirir los derechos de explotación de DeadSpank, un híbrido entre RPG y aventura que, ante su aparición el pasado mes de julio, sorprendió a propios y extraños. No hubo medio especializado que no aplaudiese la naturaleza cómica de la obra, el despliegue visual de un descargable que, por desgracia para los hispanohablantes, se dejaría ver en España sin traducción ni doblaje alguno.

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DeathSpank fue considerado un ejemplo a seguir, un adalid de imaginación y creatividad, mal publicitado y con poca pegada en el mercado descargable de no ser por el boca a boca. Se dio a conocer como una obra de culto tremendamente divertida, tan original como absurda por el ridículo planteamiento del que hacía gala. Thongs of Virtue, la secuela que hoy nos ocupa, no se molesta por cambiar el estilo que imperaba en su antecesor, sino que prefiere recorrer exactamente el mismo sendero sin aportar novedades de peso a la mecánica de juego. Quizás se deba al poco tiempo que ha transcurrido entre un lanzamiento y otro (un acto poco frecuente en esta industria) o simplemente a su condición de descargable, pero tampoco sorprende que la apuesta se haya realizado principalmente con la mirada puesta sobre el argumento, auténtico protagonista de esta obra.

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Para evitar cualquier posible spoiler, centraremos la atención en la nueva tesitura a la que se enfrenta DeathSpank, dirigido por su particular hada madrina, Sandy. La soldado tiene la extraña virtud de hacer con el héroe lo que mejor le venga en gana, cuándo y cómo ella prefiera. Esta vez  le convence de la existencia de cinco calzoncillos (o tangas) que, forjados por un místico herrador, otorgan un poder infinito a su portador. Cada uno de ellos atiende a una virtud en concreto: lealtad, habilidades culinarias, bondad infinita, compromiso… Aunque en un principio fueron diseñados para procurar un nuevo amanecer para la raza humana, con el paso del tiempo sus portadores comenzaron a perder la cabeza, pasándose al lado oscuro y poniendo de relieve la fragilidad humana. Hasta el propio Papá Noel sucumbiría ante sus poderes -como se refleja en las imágenes adjuntas al texto-, ahí es nada.

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La trama principal es tan interesante como divertida, aunque no represente ninguna novedad que deba sorprender al jugador. Las misiones secundarias son las encargadas de potenciar el tono cómico que toman las conversaciones -con posibilidad a elegir una respuesta, a cada cual más absurda-, así como de aportar variedad a las situaciones que hemos de solventar en cada caso. Thongs of Virtue mantiene la línea de su antecesor en cuanto al estilo que se emplea para narrar los acontecimientos que tienen lugar en pantalla. Lo mismo sucede con los personajes secundarios o con los monstruos que pululan por el campo de batalla que sirve como trasfondo para seguir contando las peripecias de DeathSpank. Su primer objetivo pasa por convertirse en el liberador de un grupo de soldados que piden su ayuda in esperar a cambio gran cosa, convertido ahora en el auténtico héroe que necesitaba el pueblo.

DeathSpank sigue viéndose obligado a participar en un abanico de situaciones que enriquecen la experiencia de juego por su insensatez, siempre presentada con la justa medida de humor, unas veces ácido, otras directamente imbécil, pero nunca sin su marcado gusto por el ingenio: difícilmente un chiste provocará una mueca de desagrado. En caso de que nuestro interés gire en torno a la base jugable, la mecánica también invita a ser disfrutada como un elemento aislado del resto, entendiéndose como una mezcla homogénea entre el hack ‘n slash tradicional, el rol y la aventura. Precisamente la gran cantidad de objetos, armas, escudos y demás utensilios era una de las virtudes del título original, concepto que comparte esta secuela, como tantos otros que veremos a continuación.

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Desde pistolas a ametralladoras pasando por lanzallamas, DeathSpank no sólo sufre el embiste a larga distancia de los enemigos, sino que puede hacer uso de él una vez haya conseguido las herramientas necesarias. La novedad parece insignificante (algo que, en cierto sentido, no se aleja demasiado de la realidad), pero ha de ser vista como un esfuerzo por parte de Hothead Games para aportar algo de variedad al sistema de combate. Se diría que el nivel de exigencia es ligeramente superior al vivido en la aventura original, aunque si suponer un cambio de registro lo suficientemente significativo como para ser tenido en cuenta. No hay que olvidar que Thongs of Virtue es, a grandes rasgos, una expansión que aporta nuevos datos a un argumento que se perfila como el auténtico protagonista de esta obra.

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Puede que por este motivo, los cambios que se introducen a nivel visual estén basados en el cambio de superficie (ahora un campo de batalla), así como en los distintos ambientes que atraviesa el héroe a lo largo de su recorrido. Zonas verdes altamente coloridas, otras oscuras y tétricas, algunas de corte industrial, otras más fantásticas. Hay un poco de todo. La variedad que muestra DeathSpank en este sentido es su mejor cara de presentación ante los nuevos jugadores, todo lo contrario que las repetitivas melodías que suenan en bucle. Apenas dos o tres nuevas canciones que acompañan al grueso de temas presentes en la aventura original debería ser suficiente para que los aficionados que la hayan terminado seleccionen el mute cuando no hay conversación de por medio. Tampoco resulta agradable la cansina entonación que emplea DeathSpank para hablar pero, en fin, poco se puede criticar este inocente aspecto.

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Ha de ser visto este título como una expansión antes que como una segunda entrega. Como un capítulo descargable que se centra en el desarrollo de la historia de DeathSpank, siguiendo el camino impuesto por su antecesor. Es una aventura considerablemente larga (más de diez horas de juego si nos limitamos a dar rienda suelta a la trama central del argumento), con una cantidad enriquecedora de situaciones inverosímiles y de conversaciones hilarantes. A fin de cuentas, el mayor logro de DeathSpank es no tomarse en serio a sí mismo cuando aparece en pantalla un duelo de cualquier tipo. Los combates son la excusa perfecta para descubrir el 100% del contenido, algo para lo que tendremos que trabajar duramente, sobre todo de retarnos a través del modo más elevado de dificultad, que exige un dominio total de las habilidades del héroe.

Por menos de 15€, disponible en los bazares de PS3, X360 y PC (Steam), poco más se le puede pedir a una aventura de esta índole. Hubiésemos preferido ver algo totalmente nuevo como lo fue en su día DeathSpank, pero una vez superado el factor sorpresa, las sensaciones que permanecen en la retina del jugador son excelentes. No defrauda a nadie, aunque como decimos tampoco reinventa la rueda. Una secuela que ofrece más de lo mismo: toneladas de diversión, buen humor y una apasionante aventura por delante.

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