Final Fantasy XII, Impresiones USA

Cada cierto tiempo surgen obras marcadas desde su misma concepción por sus aspiraciones nada humildes. Pocas, sin embrago, logran hacer realidad todo ese cúmulo de buenas intenciones. La tasa disminuye de forma considerable si nos centramos exclusivamente en sagas establecidas a lo largo de múltiples entregas y mayor número de años, pues no resulta nada sencillo romper una dinámica que, por su propia naturaleza de ser, se asienta en el conservadurismo fácil. Haciendo uso de un peligroso argumento que los "seguidores" a menudo esgrimen con cada ínfimo detalle modificado de ese molde que aseguran adorar: ¿Qué necesidad hay de cambiar una fórmula que ya funciona a la perfección?

Por fortuna, esta obra que nos ocupa pertenece al grupo selecto de los aventureros, de los descubridores. Final Fantasy XII es especial y no precisamente por ser la nueva entrega en una saga de prestigio. Para nada. Su unicidad nace de un espíritu íntegro que logra lidiar con las consecuencias de sus decisiones hasta el último tramo del trayecto, sabedor de su certeza. Trayecto que podría considerarse en sí mismo épico pues los obstáculos encontrados durante su recorrido ni han sido pocos ni mucho menos intrascendentes. Entre los más sonados, la reestructuración del equipo de desarrollo a causa de la enfermedad sufrida por el alma máter del proyecto, Yasumi Matsuno.

Y a pesar de los múltiples contratiempos acontecidos en su problemático devenir, la división de desarrollo número cuatro de Square-Enix ha hilvanado un tapiz repleto de color, diversidad, contenido y alejado en gran medida de los estereotipos acuñados por las anteriores entregas. Para su creación, los desarrolladores han buscado inspiración en un género vecino, el mundo de los juegos de rol online persistentes, y han parido un mestizo único, un advenedizo, un acertado compromiso entre ambos mundos. Todos y cada uno de los cambios aplicados atienden a una explicación natural vistos desde esta perspectiva: el sistema de tácticas, la estructura de los combates, su tímido sistema de clanes, la magnitud de ciudades y escenarios, etc.

Imaginando a Matsuno
Temáticamente, Final Fantasy XII versa en torno a las mismas inquietudes que pueblan toda historia concebida por Yasumi Matsuno, oriundo de oscuras intrigas palaciegas, encarnizados enfrentamientos entre los distintos estamentos políticos y personajes de intenciones más bien ambiguas. El vocabulario y la gramática de Matsuno se mueven por mundos grisáceos en los cuales el blanco y el negro tienen muy poco que decir. Y esta última obra suya sigue al pie de letra estas directrices con alguna que otra chirriante concesión. El marco de esta epopeya nos situará en medio del enfrentamiento que mantienen los dos grandes imperios del momento por la supremacía de Ivalice: Archadia en el este y Rozarria en el oeste.

El campo de batalla de esta contienda, los pequeños reinos que limitan con sus fronteras, entre ellos Nabradia y Dalmasca. Los protagonistas, un variopinto e interesante elenco de personajes: Vaan, un joven ladronzuelo, huérfano, que sueña con ser pirata de los cielos; Penelo, su leal amiga de la infancia; Balthier, un pirata aéreo desvergonzado y de labia fácil; Fran, una enigmática viera, compañera de Balthier; Basch, un militar caído en desgracia tras ser acusado de acabar con la vida del rey Raminas de Dalmasca y Ashelia, la aguerrida princesa de este último reino. A través de sus peripecias desentrañaremos una compleja telaraña de tintes trágicos llena de traiciones, maquinaciones, diálogos inteligentes, personajes carismáticos y no pocas referencias a fenómenos de la cultura popular como la sempiterna Star Wars.

Votemos por el cambio
En términos jugables, Final Fantasy XII se destapa como un juego de opciones, de decisiones. Nunca antes el usuario había podido impactar de manera tan decisiva en el desarrollo de un Final Fantasy, ni nunca antes su concepto de diversión había adoptado un cariz tan amplio. Dos de las principales inclusiones, los sistemas de tácticas (Gambits) y licencias, se prestan a tantas y tan diferentes interpretaciones que nuestras desventuras por los parajes de Ivalice podrían ser radicalmente opuestas en función de la actitud que adoptemos hacia ellos.

Estrictamente hablando el sistema de tácticas es un lenguaje bastante simple que permite construir reglas del tipo condición -> acción; reglas que deberán ser ordenadas mediante una lista de prioridades absolutas. Un par de ejemplos de las reglas descritas con anterioridad podrían ser los siguientes: 'si la vida de cualquier aliado es inferior al sesenta por cierto de su total, utilizar una poción de curación' o 'si el enemigo ha sido rociado con aceite, lanzar un conjuro de fuego'.

En el contexto del juego, sin embargo, este sistema aporta multitud de soluciones y plantea una serie de cuestiones cuando menos interesantes. Para empezar, el usuario no está obligado a servirse de este sistema, aunque el desarrollo dicte, en parte, lo contrario. En otras palabras, se podrá hacer uso del mismo en un sólo personaje, en dos o en todos los miembros activos del grupo. Esta última posibilidad hará que los enfrentamientos puedan transcurrir de forma automática si el usuario no ve necesario sobrescribir la estrategia de tácticas elaborada.

Esta realidad nos lleva a considerar otro aspecto crucial: el ámbito de los combates deja de restringirse al propio intercambio de golpes. Ahora más que nunca, los combates también se ganan en el diseño de tácticas de combate eficientes. Una buena selección de reglas nos hará la vida mucho más llevadera a la hora de afrontar multitud de enfrentamientos.

Y en caso de que las cosas se tuerzan durante su transcurso, siempre se podrán rediseñar las reglas o echar mano de la introducción manual de órdenes. En este último caso, si el personaje tiene activo el sistema de tácticas, éste realizará la acción seleccionada en el turno siguiente y volverá a seguir el patrón de comportamiento que dicten el conjunto de reglas; en caso de tener el sistema desactivado, el usuario deberá introducir las órdenes una tras otra a la manera tradicional, exceptuando casos concretos como atacar, que se mantendrá como acción por defecto una vez seleccionada.

Por tanto, no resulta muy complicado deducir uno de los principales objetivos de este sistema de tácticas: eliminar la introducción monótona y reiterada de las mismas órdenes, una tras otra. Y, ciertamente, esta meta se cubre por completo, aunque no sin ciertos problemas. El sistema es demasiado eficaz para con el enemigo medio del juego si se ha programado un conjunto de reglas coherente y la disponibilidad de las condiciones a comprar podría haber seguido un distribución mejor durante los primeros compases de la aventura.

El otro gran añadido al núcleo jugable, el sistema de licencias, es la particular vuelta de tuerca que nos ofrecen los desarrolladores a la tradicional evolución de personajes. En Final Fantasy XII, los miembros activos del grupo ganan puntos de licencia por cada combate librado, puntos que pueden invertirse en obtener nuevas habilidades mediante el tablero de licencias. Estas nuevas habilidades no se limitan a los usuales hechizos y técnicas de ataque. Poder utilizar nuevas armas, accesorios, hechizos, técnicas, invocaciones; aumentar nuestros puntos de vida, fuerza de ataque, fuerza defensiva o disminuir el coste de determinados hechizos; todo, absolutamente todo, tendremos que comprarlo en el tablero para hacer uso de ello. De inicio, sólo las casillas indispensables estarán compradas y desbloqueadas.

Con cada nueva casilla comprada, podremos desbloquear las cuatro casillas vecinas y de esta forma sopesar el camino que seguiremos en la evolución del personaje en cuestión. Una evolución que se dejará al libre albedrío de cada usuario, pues el sistema es completamente flexible y su diseño invita a experimentar en este apartado. No hay caminos prefijados ni roles específicos. Será el jugador quien decida cuando, cómo y cuan diferentes serán los distintos personajes a su disposición. Desde equilibrar a todos los protagonistas en todos los campos que se nos ofrecen hasta especializarlos en forma de magos, sanadores, guerreros, arqueros, etc. Cualquier situación es posible.

Por ultimo, una novedad de lo más adictiva es la inclusión de cacerías de enemigos especiales a través de contratos pactados con habitantes de Ivalice o propuestas por miembros de nuestro clan. La dinámica de estos eventos será siempre la misma. Deberemos encontrar a la persona que ha dejado el anunció en el tablón o ha pedido un favor a nuestro clan para formalizar el contrato y, con ayuda de sus indicaciones, localizar y dar caza al monstruo causante de sus penurias. A destacar la cantidad de cacerías que alberga y la calidad de los enfrentamientos, pues se convertirán en los combates que pondrán a prueba la calidad de nuestras tácticas y, por ende, serán los  más frenéticos, divertidos y exigentes de todo el juego. Sin duda, una de los aciertos más inesperados.

Una nota de exotismo
Hitoshi Sakimoto ha tenido que recoger el testigo cedido por no sólo un gran compositor, sino también por una de las grandes señas de identidad de la saga. Final Fantasy suena a Nobuo Uematsu. Nadie en su sano juicio discutiría semejante afirmación, incluso aunque su batuta ha dejado de dirigir todos los temas en las últimas entregas. ¿Quién no recuerda el tema de los chocobos, la fanfarria de victoria tras el término de los combates, la pequeña ópera de Aria di mezzo carattere, One Winged Angel, Liberi Fatali o el "tema principal" de la saga? La tarea de sustituir su figura no es nada sencilla y la vía elegida por el compositor debutante en un capítulo numerado de la saga no ha sido precisamente una línea recta.

Sakimoto no ha querido tomar prestado el Final Fantasy de Uematsu y acomodarlo a su propio estilo. Todo lo contrario, ha decidido trasladar su saber e inusual forma de componer al mundo de Final Fantasy con el fin de enriquecerlo. El resultado de esta singular apuesta nos deja una banda sonora donde predomina la forma, la textura y el ritmo sobre la melodía y que ofrece, como no podía ser de otra forma tratándose de Sakimoto, unos temas para los monstruos finales magníficos, auténticos puntos álgidos de la partitura.

Para los más nostálgicos del lugar, se han incluido unos cuantos guiños al trabajo de Uematsu en forma de excelentes recreaciones de clásicos como el susodicho corte de los chocobos o el tema de batalla de Gilgamesh de Final Fantasy V. Además, el propio Uematsu realiza una pequeña colaboración y nos propone una delicada balada interpretada por Angela Aki. No es un prodigio, ni siquiera una composición brillante, pero se deja oír y seguro que sus seguidores lo agradecerán.

Dando vida a Ivalice
La isla y cultura de Okinawa que inspirara el paradisíaco mundo de Final Fantasy X cede aquí el paso a la cultura mediterránea como principal fuente de inspiración. Hideo Minaba, Isamu Kamikokuryo y Akihiko Yoshida han querido crear un mundo alejado de los tópicos donde el socorrido fantástico noreuropeo suele jugar un papel protagonista y para ello han dirigido sus miras hacia aguas un poco más calidas. Sazonados con una gran dosis oriental, estilos arquitectónicos, paisajes, ropas y formas de vida que no nos son ajenos cobran vida en un mundo multirracial y multicultural que responde al nombre de Ivalice.

Un mundo de proporciones majestuosas que encuentra su identidad en los pequeños detalles que pueblan sus parajes y sus enormes metrópolis. Detalles que denotan un maratoniano tiempo de desarrollo y una enfermiza atención al detalle. El listón de calidad impuesto por este grupo de artistas va a ser difícil de superar. Por supuesto, no sería un juego de rol japonés si no estuviera presente el anacronismo tan típico de estas producciones. La ciencia ficción no será un elemento extraño en este mundo de espada y brujería y naves, barcos y demás transportes aéreos estarán al orden del día.

Al margen de una inteligente utilización de los recursos gráficos disponibles, la naturalidad de las animaciones constituye uno de los grandes logros de esta obra. Las secuencias no interactivas nos permitirán contemplar a unos personajes que respiran, sufren, sueñan, se emocionan, etc. Poco importaría la enorme diferencia de expresividad de los rostros con respecto a Final Fantasy X si no fuera por la magnífica interpretación que hacen de ella los animadores. Poco importaría la calidad de la captura de movimientos si no fuera por su magnífica fusión con la personalidad de los protagonistas. En Final Fantasy XII, los personajes viven, no son demostraciones de poderío tecnológico. Un mal endémico que arrastra la mayor parte de la industria, por desgracia.

Por su parte, los programadores han realizado un trabajo encomiable, con pocas fisuras que arreglar. No hay más que echar un vistazo al magnífico uso que han hecho los artistas de las herramientas desarrolladas por ellos. Teniendo en cuenta el hardware en el que se mueven, poco más se puede pedir. Las texturas rallan un nivel excepcional, no hay bajadas apreciables en la tasa de imágenes por segundo, la escala de los escenarios es amplísima, los efectos de luz son fantásticos, etc. Únicamente un pequeño pero molesto desliz enturbia un resultado sobresaliente. La creación de geometría es demasiado aparente y se aprecia con especial descaro en nuestra travesía por las grandes metrópolis del juego. Pasear por el mercado de Rabanastre y ver como se van generando los transeúntes, compradores y tenderos a unos cuantos pasos de nosotros no es una visión muy agradable.

Literal no es la palabra
Dedicar una líneas al enorme esfuerzo realizado por los grupos de traducción y doblaje de la versión anglosajona quizás no tenga excesiva relevancia para el lector español, pero el mimo y cuidado con el cual se han tratado ambos apartados merece al menos una pequeño reconocimiento en cualquier artículo que se precie. Al contrario de las perlas con las que no suelen taladrar los dobladores ingleses nuestros maltrechos pero ya muy acostumbrados oídos, los profesionales que han puesto voz a los personajes que deambulan por Ivalice han evitado los manierismos y sobreactuaciones baratas, el nefasto síndrome de lectura de guión o una elección de voz inadecuada para sus interpretaciones.

En Final Fantasy XII, los dobladores sienten el texto, se preocupan por sus personajes, cuidan meticulosamente detalles de dicción y autenticidad de acentos, etc. Y todo este buen hacer se ve refrendado en una pantalla donde un mundo lleno de diversidad y contrastes como Ivalice cobra vida. En la recreación de esta diversidad tiene mucho que decir una traducción eficaz y consecuente con el idioma de Shakespeare, capaz de adornar con esmero unas líneas de diálogo bastante más atractivas de lo que suele ser habitual en el género.

Entre los múltiples adornos destacan el colorido mestizaje de expresiones y estructuras sintácticas propias de determinadas regiones de habla inglesa y de distintas etapas históricas. Su papel a la hora de dar veracidad al mundo multicultural propuesto por el juego es incalculable. Crucemos los dedos y esperemos que le equipo de traducción español se haya contagiado del espíritu de sus compañeros y realicen un trabajo cuando menos comparable.

FFXII podría convertirse en un oasis dentro del gran desierto creado por esta querida saga, un noble y breve accidente en el camino recorrido por ella. Sin embargo, su exotismo será recordado por mucho tiempo pues el tesón y ahínco demostrado por los chicos de la división de desarrollo número 4 ha permitido redondear un título que atesora un calidad sin igual. Es una pena que los usuarios europeos debamos esperar AÚN más para poder disfrutarlo en el salón de nuestras casas. Square-Enix debería, debe, acabar con este desatino para futuras ocasiones. El juego lo merecía. Los europeos nos lo merecemos.