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El fin del bikini y la silicona

Si existe algo del E3 igual de emblemático que los preshows, las colas o las hamburguesas americanas, ésas son las Babes. La ESA, cual inquisidor frente a un hereje, quiere acabar con ellas.

El Exhibitor's manual, un compendio de directrices que reciben todas las compañías que participan en el E3, tiene este año un matiz muy llamativo. "El material, incluyendo modelos de carne y hueso, conductas sexualmente explícitas y/o sexualmente provocativas, incluyendo pero no limitándose a desnudez, desnudez parcial o partes inferiores de trajes de baño, se prohiben en la sala de exposiciones, en todas las áreas comunes y en cualquiera de los puntos de acceso al evento." Y quien haga oídos sordos, multa de 5.000 dólares.

La ESA -Entertainment Software Association- quiere acabar así con una de las figuras más emblemáticas y también más polémicas dentro de la feria de ocio electrónico más importante del mundo; las E3 Babes. Y es que allí pueden verse todo tipo de chicas 10; rubias, morenas, pelirrojas, nórdicas, de ébano, latinas, asiáticas, altas, bajas, jóvenes, más maduritas, simpáticas, menos agradables, famosas, amateurs, siliconadas, naturales, discretas, provocadoras... así hasta completar un profundo repertorio salido del book más sórdido de ciertas agencias de modelos. Con tanta carne fresca sobre el Convention Center, un público compuesto por más del 90% de varones es presa fácil de los subidones de testosterona.

Las compañías lo saben, de hecho el factor B -de Babe- ha sido muy explotado a lo largo de los años. ¿Qué tu juego no tiene tirón suficiente? No hay problema, cuenta con una buena banda de chicas siliconadas ligeritas de ropa sonriendo e invitando a todo aquel que pase cerca a echarse una partida. Mano de santo. Santa más bien, porque lo que tienen que soportar estas muchachas  a lo largo del día no se paga ni con todo el oro del mundo.

No estoy hablando de tener que explicar los controles de la demo que ofertan sin haber tocado un mando en su vida, ni tampoco de introducir la historia de los personajes del juego, incluso tampoco del ejercicio de memorizar conceptos técnicos que ni comprenden qué significan -¡ni falta que les hace!-. Me estoy refiriendo a tener que aguantar, minuto tras minuto, a oleadas de babosos sobones que el único contacto con el sexo opuesto que han tenido no ha pasado más allá de madre y abuela, que piden por favor una foto.

Ya hemos visto cómo una buena Babe puede garantizar audiencia. Pero no queda ahí la cosa. A lo largo de los seis años que he tenido la suerte de cubrir la feria de Los Ángeles he podido contemplar auténticas performance dignas de la Manumission de Privilege Ibiza. Simulacros de escenas de cama donde para participar sólo había que hacer dos horas de cola cortesía de The Singles, los modelitos de vértigo de los bikinis de las chicas DOAX, ser detenido, esposado y empujado contra un coche patrulla por una sugerente agente de la ley y el orden de Driver, comer un racimo de uvas tumbado en un sofá romano junto a dos bellas esclavas con Rome Total War, tuneras que te invitaban sonrisa angelical mediante a subir a su coche, ver cómo la colegiala de Vampire -minifalda y escote mortal incluidos- se abalanza sobre tu cuello en busca de sangre etc... qué se yo. Los ejemplos sobran.  

Dejando de lado lo expuesto, coincido con la ESA en que el nivel de carga sexual explícita e implícita estaba llegando a unos niveles que requerían intervención. La tropa andaba más revolucionada con las chicas que con los juegos en sí. Es cierto que como ha declarado Mary Dolaher, directora del evento, no hay nada nuevo en el manual. Todos los años se recuerda por activa y por pasiva la recomendación de guardar un cierto decoro con las azafatas, sugerencia que cae en saco roto. Parece que el "refuerzo" de los 5.000 pavos de este año va a hacer que esto cale.

Tampoco puedo dejar de recordar la indignación que sufren con todo esto las miles de jugadoras, el público femenino que la industria se esfuerza tanto en captar, que se sienten ultrajadas con semejante exhibición de machismo. Ciertamente en cinco ediciones de la feria, difícilmente he visto a un E3 Boy, más allá de los de seguridad. Después de todo, no es de extrañar que año tras año afloren las campañas anti-babe. Levantan por igual pasión y aversión.

Lo que no logro entender es porqué en un evento en el que se prohibe el acceso a cualquier menor -No one under 18 will be admitted rezan las reglas-, se pretende instaurar un puritanismo tan radical. ¿Serán éstas las últimas E3 Babes tal y como las hemos concebido en los 11 años de feria? Espero que no, aunque lo que sí confío ver son ciertos límites que las moderen -sin ir más lejos siguiendo el comportamiento de las chicas del Tokyo Game Show, adorables-.

Esto no es un burdel, es la feria de entretenimiento electrónico más importante del mundo, y esta edición, la más trascendental del lustro. Disfrutémosla.