3, 2, 1? ¡¡¡BOOOOOOOM!!!

Es cabezón, de color blanco y pone bombas a diestro y siniestro. Sin duda alguna es Bomberman, un personaje tan carismático que ha pasado a ser la mascota de su compañía, Hudson Soft. Y esta es la oportunidad perfecta para averiguar como fueron sus comienzos… o recordarlos.

Puede que Bomberman no esté pasando por su mejor momento. Desde hace años Hudson Soft no deja de sacar juegos con su personaje favorito para intentar encumbrarlo a lo más alto, como ya estuvo antaño. Algunos de esos juegos han conseguido mayor o menor éxito, pero ninguno ha revivido glorias pasadas.

Cuando Bomberman fue inventado, no era más que un monigote de color blanco y cabezón a más no poder, que corría por laberintos verdes a la par que ponía bombas para eliminar obstáculos y enemigos. Que simple, podría pensar alguno, y efectivamente… la simpleza fue la clave del éxito, como casi todos los éxitos de aquella época.

Luego Bomberman evolucionó hasta los juegos de SNES, donde el colorido y las opciones multijugador lo encumbraron a lo más alto. También salió para otros soportes en los que igualmente tuvo mucho éxito, incluidas las máquinas recreativas, pero hasta ahí llegó su leyenda. Luego la idea empezó a repetirse, y la originalidad cayó en picado hasta nuestros días.

Pero antes de su época dorada, el título original de Bomberman salió para NES, donde tuvo una buena acogida por parte de los usuarios de esa máquina. Lo mejor, la originalidad del juego, y la simplicidad de la mecánica. Todavía no había multijugador, pero eso no le supuso un problema para ser reconocido como un éxito.

Este juego, al igual que el resto de la serie, es un calco del título original, pero con un añadido. Ahora sí se puede disfrutar de partidas en multijugador. Todo lo demás sigue intacto, desde el sistema de juego, la velocidad del mismo, o el colorido verde y gris que poblaba todos los niveles.

Lo que hace que haya un cierto toque de estrategia en el juego, ya que no es difícil acabar muerto por una de nuestras propias bombas.

Además de bloques, en el laberinto también hay enemigos, y el objetivo de cada nivel es acabar con todos, y antes de que se termine el tiempo, encontrar la puerta que da acceso al nivel siguiente, y que está escondida tras un bloque. Para acabar con los enemigos hay que usar las mismas bombas, y a pesar de que no tienen una gran inteligencia, no es del todo fácil de hacer.

Los enemigos se mueven aleatoriamente por la pantalla, aunque siempre dentro de los límites que les impone el laberinto, ya que ellos no pueden destruir los bloques. El problema radica en ajustar el temporizador de las bombas para que exploten cuando pasan cerca de ellas. Si sólo hay uno o dos enemigos cerca, no hay problema, pero la cosa se complica a medida que hay más enemigos.

Para hacer la cacería más fácil, hay una serie de potenciadotes escondidos en algunos bloques. Al destruirlos, podremos recogerlos y obtener ventajas como la posibilidad de colocar más bombas a la vez, o hacer que la onda expansiva llegue más lejos. Pero cuidado, porque esto hace que sea también más fácil matarse uno mismo.