Gran decepción

El juego traía olores de rancio abolengo, a saber: el mecenazgo incondicional de Black Isle Studios, gigante entre gigantes en el mundo de los videojuegos de rol. Por eso las expectativas fueron muchas. Más, si cabe, a sabiendas de que se emplearía el atractivo sistema de creación de personajes propio de la saga de Fallout.

Y aquí estaba yo, frotando manos y entre relamidos, con unas ganas increíbles de echarle la zarpa, aunque pintaran bastos en la prensa internacional, donde críticos con mala sangre lo estaban poniendo de vuelta y media. No será para tanto, me dije, yo que en el fondo soy un iluso, de esos que no saben que cuando el río suena es porque corre el agua o porque chapotea un músico.

Reflexive parió aquello de Star Trek Away Team, un juego táctico que se merecía un siete pelado en una escala del uno al diez, lo cual no es un currículum decente para liarse a perpretar un buen juego de rol, pero ofrece unas mínimas garantías. Repito aquello de que soy un iluso, lo del río y etcétera. Hay compañías que han sido capaces de arrasar en su primer intentona en un género, y yo no veía motivos para desconfiar del milagro.

Pues bien: no hubo bendiciones divinas para Lionheart. Se queda a medias, como el examen de un alumno que apunta al aprobado para salvar la papeleta, y no a la matrícula. Parte del problema surge del enfoque del juego. Coquetea con la seriedad rolera de un Fallout, y se deja llevar del brazo por la acción desenfrenada de un Diablo. Así, a medias entre uno y otro, no consigue satisfacer a ninguno de los dos.

Gráficos y sonido

Quien recuerde a la otra criatura de Reflexive, aquel Away team, encontrará en Lionheart muchas similitudes. El estilo de dibujo es el mismo. Grafícos en 2D que podemos definir como correctos, aunque no alcance el detallismo de un Baldur's Gate 2, por citar un conocido. Por alguna extraña razón, no podremos elegir  una resolución distinta de 800 x 600 pixeles.

Hay algún problema en la animación de los personajes, que se antojan un tanto mecánicos, y tampoco convence el diseño general de los escenarios, que resultan un poco pobres y sin vida.

Los sonidos, discretos. La música se deja oír, a veces. Y digo a veces, porque suele desaparecer sin motivo, condenándonos a la audición de los sosos y escasos sonidos ambientales. Si tuviera que poner nota al apartado sonoro, la cifra sería un cinco. Pelado.

Guión

Este es el plato fuerte, atento: partimos de nuestro mundo, en la época en la que cristianos y musulmanes resolvían sus diferencias teológicas a espadazos. Estamos en el año del Señor de 1192, embarcados en la Tercera Cruzada junto a Ricardo Corazón de León. A partir de aquí, se produce una divergencia con respecto a la realidad histórica: un taimado consejero aconseja al rey ejecutar un ritual que forzará la rendición de las fuerzas lideradas por Saladino. Pero la ceremonia no tiene otro fin que el de abrir camino a una horda de demonios y espíritus, un fenómeno conocido como la Disyunción, que vino acompañada de grandes cataclismos geológicos. Ricardo y Saladino deben unir sus fuerzas para combatir a sus enemigos sobrenaturales.

El juego comienza a finales del siglo XVI. La Inquisición Española es el martillo destinado a aplastar cualquier género de magia. Desde Nueva Barcelona, se preparan los barcos de la Armada Invencible para luchar contra Inglaterra, infame protectora de hechiceros. Nosotros, supuestos descendientes del legendario Corazón de León, guiados por un espíritu guía, tomaremos carta en todos estos asuntos.

Jugabilidad

El sistema de creación de personajes ha sido calcado de Fallout, lo que nos asegura un amplio margen de calidad y sencillez. Podemos definir al gusto las características y habilidades de nuestro personaje, su raza, y sus rasgos especiales. Resumiendo mucho, las habilidades se pueden dividir en tres apartados: combate, habilidades de ladrón (que incluyen el mercadeo y la labia) y la magia. Esta última distingue tres categorías: magias de protección, de ataque o de invocación.

Las razas son cuatro. En el primer escalón están los humanos puros, que tienen unos atributos medios, que les permiten destacar en cualquier campo. Los Demokin son humanos que tienen ascendencia demoníaca. Tiene buenas características físicas, y una mejor afinidad con la magia. Los Feralkin descienden de espíritus animales. Son muy fuertes y resisten bien la magia. Por último, los Sylvan, tienen sangre de espíritu elemental, y son excelentes en el manejo de la magia, aunque son físicamente débiles. Salvo los humanos puros, el personaje puede elegir un rasgo especial asociado a su raza.

Crear el personaje y manejarlo en el juego es bastante sencillo. Los problemas vienen después, cuando uno descubre los errores y desequilibrios cometidos por sus creadores.

Para empezar, los combates a tiempo real, donde no podremos recurrir al botón de pausa para escoger a quien le daremos la siguiente bofetada. Si eso sumamos una concentración de enemigos y una dificultad que sobrepasan lo razonable, tenemos a mareas de bichos viniendo a por ti, mientras tratas inútilmente de cazarlos a golpe de ratón, un segundo antes de ver la pantallita informándote de tu muerte, al diablo con tus progresos, que te toca cargar de nuevo.

No nos engañemos: Lionheart es un juego de "avanzo y machaco", donde hay más galletas que en la fábrica de Cuétara. Por lo tanto, que los combates sean un engorro es un tema muy serio, que hace naufragar a todo el conjunto. Pero hay más. No existe ningún tipo de teletransporte. Ni uno. Si te has pateado un mapa de una punta a la otra, que sepas que vas a tener que volver por el mismo camino. A eso se suma una ilógica repartición de los puntos de recarga de vida y energía mágica. Puede que no haya ninguno a ese mazmorra por la que llevas avanzando un rato, y te va a hacer una gracia increíble regresar al punto de origen para abastecerte de pociones. Vamos, que te vas a hinchar de reír.

Más cosas: el mapa. Es completamente inútil. No aparecen señalados los puntos de interés, ni te permite incluirlos. O sea, o te hartas de rabitos de pasa para tener buena memoria, o te curras a mano tu propio plano o te toca andar más perdido que Marilyn Manson  en un colegio del Opus. Manda criadillas, cómo diría de otra forma aquel famoso Ministro.

Sobre la aventura como tal, tampoco puede deshacerme en otra cosa que no sean malas impresiones. Bastante sosa, la verdad. En los primeros minutos de partida tropiezas con Da Vinci, con Shakespeare y hasta con Cervantes, de manera tan apresurada y con tan poca chicha, que da la impresión que los creadores los han metido con calzador, porque son nombres famosos que visten mucho. Pero esa impresión persiste más allá de las celebridades. La de encontrarnos en un escenario de cartón piedra, donde algunas estatuas están deseando usarte como recadero. Ya sabes, aquello de "Búscame X en el punto Y", que resulta menos divertido que una visita al dentista.

Por lo demás, contiene un mundo que sigue el esquema de juegos como Baldur's Gate 2: una gran ciudad rodeada de un puñado de localizaciones secundarias. Si esperabas poder visitar otras ciudades de esta fascinante -a priori- Europa alternativa, como París o Londres, puedes olvidarte.

Se incluye la posibilidad de jugar en red usando Gamespy, con un límite de cuatro jugadores, para completar la aventura en modo cooperativo. Sinceramente, no he conseguido hacerlo funcionar debido a un espantoso lag.

Estrategia y trucos

Centras todas tus habilidades, físicas o mágicas, en el combate. El resto es bastante accesorio. No dudes en huir si el combate se pone difícil, y salva tanto como puedas.

Lo que está bien

Lo que no está tan bien