Rahm y McIlroy son los bomberos para el fuego de Bethpage

El arranque de la Ryder Cup 2025 fue el triunfo de lo tangible sobre lo intangible. De la estadística sobre el poder intimidatorio del factor cancha en una competición deportiva. Los foursomes, como muchas otras veces en la historia reciente (14 de 22 sesiones de golpe alterno han ganado en este siglo), sonrieron a Europa, que se echó al zurrón 3 de los 4 puntos disponibles en la matinal de Nueva York (EE UU) y cogió un capital anímico sumamente importante de cara a consumar su primer triunfo a domicilio en esta cita, una de las empresas más complicadas del deporte profesional, desde 2012.

A las 7 de la mañana hora local Bethpage Black ya era un avispero, con la inmensa tribuna que preside la salida del 1 y el green del 18 tomada por un enjambre de neoyorquinos enfervorizados, una panorámica salpicada en pequeñas franjas por el azul y amarillo de Europa. Bryson DeChambeau y Justin Thomas salieron del túnel enfundados en una bandera estadounidense. Keegan Bradley, que a primera hora se había acercado por la zona para arengar a las tropas, lanzaba en la primera oleada a sus dos jugadores más carismáticos para encender el fuego. Unas dos horas después se había extinguido por completo. Lo habían apagado tres parejas que mezclaron de cine: Rahm y Hatton, Aberg y Fitzpatrick y McIlroy y Fleetwood. Las Molinarimetrics de Edoardo Molinari, el gurú de los números en el equipo europeo, hacían el trabajo para el Viejo Continente.

Pero antes de eso Europa tuvo que ponerse el cinturón de seguridad para resistir la embestida inicial de los americanos. DeChambeau salió enardecido. Lo primero que hizo fue disparar un cañonazo por encima de los árboles hacia el asequible green del 1, que no cazó por poco, tras pedir a la parroquia que aumentara los decibelios mientras se preparaba. Salvados seis hoyos de supervivencia, Rahm y Hatton se pusieron manos a la obra. Thomas, que nunca terminó de carburar, les entregó el 7 y un putt de media distancia del español en el 8 le dio la vuelta al marcador. Estados Unidos no volvería a tener la iniciativa en un choque que acabó en el 15, cuando DeChambeau falló un compromiso para par. El 4&3 es la tercera victoria en sus tres primeros foursomes juntos, una marca solo igualada por Luke Donald y Sergio García y por Rory McIlroy y Tommy Fleetwood, que esta vez hicieron un guiñapo de Morikawa y English.

“Sabíamos que iba a ser un día duro, que la gente iba a hacer ruido. Necesitábamos nuestra mejor versión, que no apareció en los 7 primeros hoyos, y después hemos jugado muy bien. Pasamos mucho tiempo juntos y Tyrrell es alguien en quien siempre se puede confiar”, apuntaba Rahm mientras el otro tótem del equipo, McIlroy, aseguraba un partido en el que el control fue de los visitantes de cabo a rabo. Desde que una delicia desde el rough de Fleetwood, que ha llegado a Bethpage liberado de la maldición que le perseguía en el PGA y se nota, le dejara el birdie dado a Rory en el hoyo 1. A la altura del 8 el dúo isleño había firmado ya cinco birdies y había puesto cinco hoyos de por medio. En el 13 estaban dormy y en el 14 se estrechaban manos en el green.

Y ni siquiera eran estas las peores noticias para Estados Unidos. Esas venían del segundo turno, que concluía poco después con Scottie Scheffler vapuleado otra vez en un foursome. Del 4&3 que le endosaron en Roma hace dos años Rahm y Hatton, seguido del 9&7 de Hovland y Aberg en un sábado que terminó llorando, a un 5&4 esta vez en la derrota que empieza a abrir interrogantes sobre lo que puede ser su figura en la Ryder, una competición que nunca sonrió a Tiger. La sombra de un jugador de su clase es alargada en una modalidad como esta. La presión que otros sintieron por agradar a Woods les ha pesado ya a Sam Burns, su escudero en 2023, y ahora a Russell Henley, uno de los golfistas más fiables del PGA y un desastre este viernes, en el que apenas ofreció oportunidades al número uno del mundo de ir a por las banderas. Se deshizo de ellos con facilidad el emparejamiento más sorprendente que había ofrecido el bando europeo, Aberg y un Fitzpatrick que llegaba a Nueva York con un récord infame en la bienal, 1 victoria en 8 partidos, ninguna en esta modalidad. Donald le llamó por su putt, pero fueron sus hierros los que pusieron en órbita a su compañero, que dominó en los greenes.

El ‘salvavidas’ americano

Se abría un escenario preocupante para los americanos, que ahora están 4-16 en sus últimos 20 foursomes entre la Ryder y la President’s Cup, porque el equipo que ha sacado tres puntos o más en la primera toma de contacto ha sido el campeón en 7 de las 8 ocasiones en las que ha ocurrido desde 1991. Todos sus huevos estaban en la cesta de Patrick Cantlay y Xander Schauffele, amigos íntimos, cuatro veces compañeros en este torneo (2 victorias y 2 derrotas juntos), ante una pareja inédita en la historia europea, el escocés MacIntyre y el noruego Hovland. Fue un ‘toma y daca’. Estados Unidos estaba tres arriba en el 11, pero la renta se desvaneció en los cuatro hoyos siguientes. Empatados en el 17, la frustración afloró en las gradas. Un grito a destiempo interrumpió la mecánica de MacIntyre, que tras resetear falló el green. Schauffele lo encontró y el par fue suficiente para salir 1 arriba al 18, que los europeos no tuvieron opciones de ganar tras fallar la calle. El punto (2 arriba) da aire al equipo local, pero el triunfo deportivo y moral en el primer envite es de una Europa que nunca antes había ganado los tres primeros partidos en tierra hostil.

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