Rahm persigue a Seve “donde todo comenzó”
El vasco incide en la “historia” y el “legado” que rodea a la 150ª edición del British en St. Andrews, escenario de la victoria más recordada del cántabro.
“Es la historia. Así de simple”, resume Jon Rahm la singularidad del British Open que comienza el jueves. La 150ª edición de un torneo que no necesita presentaciones, que en el mundo anglosajón se conoce simplemente como The Open (’El Abierto’), porque no hace falta decir más. Y para colmo en St. Andrews, la casa del golf. “Donde todo comenzó”, apunta el vizcaíno, al que una vez más guía el legado de Seve Ballesteros, campeón en el legendario links escocés en 1984, la segunda de sus tres victorias en el major con más solera del Grand Slam.
Rahm coincide parcialmente con Jack Nicklaus, tres jarras de clarete (dos en St. Andrews) y Tiger Woods (mismos guarismos que el Oso Dorado, que es a él lo que Seve a Rahmbo) en que ganar un British en este diseño es el pináculo de una carrera, lo que separa la paja del grano a efectos golfísticos: “Cierta razón tienen. Te da credibilidad, es como un bonus. La carrera de Seve fue increíble, pero ganar aquí la engrandeció un poco más. Te hace formar parte de un club muy selecto”. “Es un torneo especial cualquier año, pero este mucho más. Me motiva ganar y ganar. Esto es historia. Ser el primer español en ganar desde Seve sería la leche, algo único”, añade.
La conversación con la prensa española desplazada a Esocia vuelve todo el rato al genio de Pedreña, que como Dios aprieta pero no ahoga. “Tampoco es que le vaya a tener en la cabeza cuando me plante en el tee del uno el jueves”, asegura Jon. “Más presión de la que yo me pongo no me vais a poner”, lanza con una sonrisa a sus interrogadores. “A mí me estáis diciendo que la temporada es mala, malísima. Seis top-10 y una victoria llevo. Es terrible. Lo llevo mal”, añade. Y sentencia con rotundidad: “Lo que queréis vosotros lo quiero yo y trabajo para ello, pero nadie dijo que esto sea fácil. A ver si me sale a mí algún año como los que han tenido Brooks (Koepka), Cantlay o Scottie (Scheffler), que ganó cinco o seis veces y meto dos grandes. Estoy jugando bien”.
El León de Barrika ha jugado dos vueltas competitivas en St. Andrews. Fueron en el Alfred Dunhill de 2019. No pasó el corte. En condiciones “firmes”, lo sitúa entre sus favoritos de la rotación: “No es como Carnoustie, por ejemplo, que es un sufrimiento. No es que sea fácil, pero te deja jugar un poco más, es divertido. Y eso es lo que hace tan grande a este campo”. Rahm se alegra de que “estos días previos haya viento”. “Te haces una idea del test que puede ser. Espero aprender mucho de él”, indica antes de situar la clave de la preparación en “practicar mucho el putt” y “coger el toque” alrededor de los greenes.
Una 150ª edición del Open en St. Andrews sería mágica en cualquier escenario imaginable. Pero cobra una relevenacia capital en el actual panorama golfístico, con el cisma provocado pòr la aparición del LIV. Son semanas en las que el foco de la conversación en torno a este deporte se ha desviado de lo deportivo a lo administrativo y lo monetario. “Hay tantas cosas que están pasando que han cambiado la dinámica del golf. Venir aquí, a esta edición, en este campo, es algo que el golf necesita, y para mí es todo un orgullo”, afirma Rahm al respecto. En la batalla entre las estructuras tradicionales y el ‘invasor’, Jon Rahm forma parte de una suerte de aldea gala, que comparte con otros popes como McIlroy y Thomas. Un espíritu, el de la defensa de la historia y el legado frente al parné, que resume conciso: “Si nos pagan cero venimos todos igual”.