“¿Por qué son tan buenos?”: la revolución del piragüismo

“¿Y estos por qué son tan buenos?”. Es la pregunta que se hace cualquiera con el periódico o el móvil en la mano y el café humeante cuando lee que el domingo España terminó los Mundiales de piragüismo con 13 medallas (segunda tras los anfitriones alemanes, con 14), cinco de ellas en pruebas olímpicas, a menos de un año para los Juegos de París.

Contesta Javier Hernanz, presidente de la Federación Española, todavía en caliente y en Duisburgo: “Desde hace dos años viajamos con dos analistas de datos y en este campeonato han sido tres para que no se nos escape ningún parámetro. Para entender, registrar y comprender qué hemos hecho bien y conservar esa base de datos, el know how de lo que hacemos. Antes dependíamos del talento de los piragüistas y los entrenadores y de que saliera un día bueno, pero nadie sabía cómo se había conseguido”.

Hernanz (40 años) estuvo en el equipo olímpico 20 temporadas, hasta hace poquito, porque paleó en Río 2016. Y en noviembre de 2021 accedió a la presidencia de la RFEP con una moción de censura, después de perder las elecciones en febrero por cuatro votos. Es el más joven de los presidentes federativos. Y tenía claro por dónde viene el aire en el deporte.

“El director técnico (Ekaitz Saies) o muchos entrenadores también habían estado en el equipo. Todos sabíamos lo que le hacía falta a España: tecnología y un grupo de gente joven que entendiera que eso es el futuro”, cuenta el asturiano.

Entre el triunfo y el amargor median milésimas (el K2 500 de Laia Pelach y Begoña Lazkano no clasificó para París por poquísimo y también hubo cuatro cuartos puestos) y por eso en el hangar de España se han hecho habituales dispositivos WIMU del tamaño de una pastilla de jabón que monitorizan todo, GPS, anemómetros, giroscopios o ropa ‘inteligente’ como los chubasqueros de la marca española Austral con los que el K4 500 de Adrián del Río y Rodrigo Germade fueron bronce. “Algo impensable hasta hace poco”.

TEAM ESPAÑA

“Sabemos cómo entrenar, dónde hacerlo, los tiempos, la potencia de la palada, el deslizamiento, la frecuencia y la potencia relacionada con la distancia... Se analiza la temperatura del agua, la velocidad del viento o qué calles pueden ser más beneficiosas”, desgrana Hernanz, que da las gracias al Consejo Superior de Deportes por el programa Team España Élite por el que ha destinado 48 millones en tres años a deportistas con posibilidades de subir al podio en París. De ellos, unos 2,5 corresponden al piragüismo. La RFEP también cuenta con el patrocinio de Asturias Natural (el Principado) en un deporte al que cuesta que entren las empresas y un presupuesto anual de 8,2 millones de euros de los que el 81% proviene del Estado.

“Otra clave son los grupos de entrenamiento de mucho nivel y que ayudan a conciliar el entrenamiento con la vida familiar”, sigue. Ya no hay concentraciones ‘soviéticas’. En Pontevedra (con el técnico Daniel Brage) crece el kayak femenino, que ha metido al K4 500 de Teresa Portela en sus séptimos Juegos. En el Lago Esperanza de Mallorca, el grupo de canoa de Kiko Martín en el que apuntan muy alto Tano García, Pablo Martínez y Antía Jácome, conectado con el de Madrid de Jesús Cobos con María Corbera. O el de Trasona (Gijón) de Miguel García y el K4 de Saúl Craviotto, séptimo sorpresivamente en Duisburgo aunque con billete olímpico.

De 18 plazas posibles, hay 15 amarradas. ¿Y posibilidades de medalla en París? “En los Mundiales hemos obtenido cinco y siempre he dicho que podemos llegar a seis si sale todo redondo. El K4 no tuvo su día, pero llevaba en el podio desde el 2017, siete años. Si hubiese cumplido, serían esas seis medallas que tenemos en mente”, pronostica el presidente. Antes de él, claro, también cayeron medallas desde que abrió la espita David Cal (que entrenaba solo con su inseparable Suso Morlán) y quitó el miedo al resto. Ahora, la revolución tecnológica ha venido a cuadrar el círculo.