Una temporada de rock
Javier Lliso atiende a AS con un año ilusionante por delante. En su primera Copa del Mundo, en Chur (Suiza), fue sexto, como en los Juegos.
El pasado 25 de marzo, a los 50 años y horas antes de un concierto, fallecía Taylor Hawkins, batería de los Foo Fighters. Un día después, en Silvaplana (Suiza), Javier Lliso (Madrid, 1997) cerraba una temporada espléndida con un quinto puesto en la Copa del Mundo de slopestyle. Tras su último truco, miraba a la cámara y le dedicaba la actuación a Hawkins. Vestía una sudadera especial, hecha por él mismo, ese mismo día, con referencias al grupo estadounidense, su banda de música favorita. Desde entonces, la lleva puesta cada vez que sale a esquiar. Estos días, la luce en unos Alpes de Stubai (Austria) extraños, menos fríos de lo normal por estas fechas (“no hay nada de nada de nieve, es muy bestia, pero el parque está brutal”, dice), desde donde atiende a AS.
El madrileño ha empezado la temporada como cerró la última. A finales de octubre, en la Copa del Mundo de big air de Chur (Suiza), repitió el sexto puesto logrado en los Juegos de Pekín. La próxima semana (18 y 19 de noviembre), competirá en Stubai, en slopestyle. Está “tranquilo”, pese a que tiene “una espina clavada”. “La primera competición del año siempre pega fuerte. Si empiezas con buen pie, ayuda”, asegura. “Llegar a unas finales de Copa del Mundo siempre está muy bien, pero…”, deja caer. Siente el podio cerca. “Si me lo hubieras preguntado hace un año, no sabría ni responder. Ahora mismo, cada vez lo huelo más. Está ahí, sólo tienen que salir muy bien las cosas. Nunca sabes qué va a pasar”, reflexiona.
Cuando está en el aire, le da tiempo a pensar. En el salto, mira la parte del esquí que tiene que agarrar; antes de caer, le da vueltas a cómo “hacerlo bonito”. Todo en milisegundos. En el freeski, los detalles importan. “Un mismo truco se puede repetir diez veces en una misma competición, pero se verán diez formas distintas de hacerlo”, explica. En Pekín, lo puso en práctica. Pensó. Y mucho. Tenía un plan A, “maravilloso, en el que todo salía genial”, y un plan B, en el que bajaba “media marcha”. Tras fallar con la primera opción, recondujo la situación. Sabía que la ruta alternativa le garantizaba el diploma. “Decidí usar la cabeza pese a que el corazón me decía que arriesgara todo e intentara quedar primero. En big air, siempre decimos, aunque es un poco bestia, ‘podio u hospital’. Intenté quitármelo de la cabeza porque aún tenía el slopestyle. Si no… sí hubiera sido podio u hospital”, recuerda con una carcajada. “Cuando tiras muchas veces de corazón y caes de cabeza, aprendes a utilizar lo que toca”, reflexiona. También juega con las palabras.
Vuelos como homenaje
Este año, tiene los Mundiales de Georgia (del 25 de febrero al 5 de marzo), a los que llegará “con carrerilla, tras un buen puñado de Copas del Mundo”, como gran objetivo. No es el único, “ni mucho menos”, pues Lliso también tiene inquietudes más allá del deporte, con “proyectos personales de vídeo” entre manos, pero sí el que más atención le reclamará durante los próximos meses. Lo mira con ambición, “apuntando a lo más alto”, en un curso especial. El primero tras acaparar miles de miradas (”me reventó el móvil”) en los Juegos. “Sé que me ha ido bien y sé que lo puedo hacer bien, pero eso fue el año pasado y ya no importa. Se nos ha olvidado a todos. No me gusta quedarme en el pasado”, reflexiona. Quiere rock. Homenajear a Hawkins volando alto, apuntando a ese cielo que es un barrio.