La España emergente
Nuevas disciplinas olímpicas, como la escalada o el breaking, o en camino de serlo, como el parkour o el remo de mar, auguran éxitos. Los deportistas hablan con AS.
Gorro de lana, pantalones acampanados o medio caídos, rap, hip hop. “Intento respetar al máximo su cultura. Mi juventud transitó en ella, en los años 70 y 80. Mi armario era la ropa que llevan. No tengo que imitar nada. He intentado respetar eso dentro de los parámetros que permite el alto rendimiento”, explica David Moronta, campeón del mundo de judo kata máster en 2009, doctor en Investigación Social y de la Actividad Física y, ahora, preparador físico de la selección nacional de breaking, deporte que será olímpico en París 2024. Empezó a trabajar junto a la Federación Española de Baile Deportivo hace un año, con el reto de clasificar a dos españoles para la cita francesa. Juan de la Torre, conocido como Xak, fue cuarto en los World Games de Estados Unidos, celebrados en julio, y terminó entre los dieciséis mejores en los Mundiales de Seúl, en octubre. Aspira a todo. “Me ha sorprendido la rapidez con la que se están adaptando. He vivido otros procesos parecidos y el deportista suele ser muy reticente a los cambios”, valora Moronta.
Xak, como el resto de sus compañeros en el combinado nacional, ha pasado de entrenar en salas privadas o en el metro, con sus correspondientes problemas con la policía, a hacerlo en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid (CAR). Su vida ha cambiado por completo. La de Stefy Navarro, subcampeona del mundo de parkour, lo hará pronto. “Me han dado acceso al CAR y a la zona de fisioterapia. Antes sólo entrenaba en calles, pero, realmente, sigo haciéndolo. En el gimnasio practico movimientos nuevos. Me gusta mucho entrenar en la calle”, desmenuza la española (llegó con cuatro años) de origen colombiano. Este año, Tokio albergó los primeros Mundiales de su disciplina; en 2028, en Los Ángeles, se espera su debut olímpico. “Tenemos que dar una exhibición en París con la intención de ser olímpicos en 2028. En principio, ese es el plan”, revela. Tras colgarse la plata, por los nervios (“estaba hiperactiva”), sólo pudo dormir un par de horas. Luego, a trabajar. “Estoy en un box de CrossFit. Estoy trabajando 20 horas semanales, que se pueden repartir bastante bien. También entreno allí. Es como mi segundo hogar”, detalla.
Por delante, le espera un delicado, pero emocionante, proceso de profesionalización. “Eran artistas de alto rendimiento, pero no deportistas de alto rendimiento. Tenían muy buena condición física, pero no estaban acostumbrados a planificarla para un torneo o un periodo concreto. Lo que he intentado hacer es un popurrí de experiencias y ciencia. Podría haber cogido cosas que ya existen y que funcionan, pero decidí abstraerme un poco. ‘¿Si esto es nuevo, por qué no creamos algo nuevo en vez de imponer?’, pensé. Desaprovechar la ocasión me parecía triste. Es algo que no se va a dar muchas veces en la historia”, analiza Moronta sobre el breaking, con similitudes con el parkour a nivel de preparación. “Yo no veo en el breaking nombres técnicos, yo veo palancas, biomecánica, fuerzas… y eso lo veo en todas las disciplinas. El parkour es una muy cercana. Que Stefy sea subcampeona del mundo va a impulsar aún más esta apuesta por los deportes de lo urbano”, celebra.
La escalada, un espejo
En Tokio, con sólo 19 años, el cacereño Alberto Ginés se convertía en el primero oro olímpico de la historia de la escalada. Poco después, en Moscú, Erik Noya se colgaba la plata en los Mundiales, en la prueba de velocidad. Antes de que se dieran las condiciones para ello (pocos rocódromos, baja inversión, etc.), la escalada se presentaba al mundo con España como potencia. “Lo que nosotros llamamos ‘el milagro’. Se ha visto un cambio impresionante a raíz de los Juegos y los posteriores resultados”, revela Noya, nieto de emigrantes gallegos y nacido en Caracas, de donde volvió debido a la crisis. Para seguir escalando, trabajó como repartidor, dando clases en el Retiro o en fiestas de cumpleaños. “Si me hubieran predicho mi futuro y supiera todo lo que he vivido, no sé si me hubiera lanzado al agua. Mucha sangre, sudor y lágrimas. Lo que molaría es que la fase previa fuese menos traumática. Que uno pueda tener más oportunidades sin depender de una plata o un podio en los Mundiales. Yo jamás me hubiese imaginado lograrlo y, por lo tanto, jamás había imaginado que se me hubieran podido abrir las puertas del CAR (de Sant Cugat). Mi situación, ahora, cambió de la A a la Z”, reflexiona.
Como deporte en expansión, que se está conociendo a sí mismo dentro de la élite, la escalada sufre metamorfosis constantes. Prueba y error. En Japón, sólo se puso en juego un oro, que aunaba las pruebas de velocidad (speed), bloques (boulding) y dificultad (lead). En París, la velocidad, la especialidad de Noya (cuarto en el ranking mundial y tres medallas en Copa del Mundo esta temporada), contará con podio propio. “Dentro del mismo mundillo, éramos los más relegados. Sentí que era mi momento y vi luz tras mucha oscuridad”, recuerda sobre el momento en el que supo que la velocidad se independizaba. Habrá más cambios. En Los Ángeles, está previsto que también se separe el bloque; para más adelante, se esperan innovaciones. “Se nos ha comentado la posibilidad, no sabemos cuándo, de que exista una especie de relevo en velocidad, algo que pondría en juego más plazas olímpicas”, revela. De momento, hay 14. En los Mundiales de Berna (Suiza) y en los Europeos de Cracovia (Polonia), Erik perseguirá las primeras.
El remo de mar, una oportundiad
Un espejo, la escalada, en el que se miran otras disciplinas. Entre ellas, el beach sprint y el remo de mar, modalidades de remo caracterizadas por su espectacularidad y dinamismo. “Es algo muy divertido de ver. Es más corto que cualquier otra regata y es espectáculo puro. Las diferencias entre participantes son mínimas. Estás todo el rato viendo un pique”, explica Esther Briz, campeona del mundo y continental en octubre, junto a Ander Martín, en las dos disciplinas. España fue primera en el medallero, tanto en Gales (Mundiales) como en San Sebastián (Europeos). En 2028, también podrían tener su estreno olímpico. “No es seguro, pero sí muy probable”, matiza Esther, elegida representante de remo de mar dentro de la comisión de deportistas de la federación internacional.
Su compañero lleva practicándolo desde los 10 años. La primera embarcación a la que se subió, de hecho, fue de dicha disciplina. La pandemia privó a Esther de competir en los Mundiales sub-23 de remo olímpico (”había estado todo el verano entrenando, me sentía muy bien físicamente y tenía ganas”, explica) y Ander, que ya había planteado la posibilidad en juveniles, la “engañó” para dar el paso. Boom. La química, que venía de casa (”somos amigos de toda la vida”), se transformó en medallas. Se abría una nueva puerta sin olvidar las que ambos, con resultados excelentes en las modalidades tradicionales, ya tenían abiertas. “Yo tengo la vista puesta en el remo olímpico, que ya es tangible, que va a estar en París y los últimos resultados han sido buenos. A partir de ahí, ya veremos. Si el remo de mar es olímpico, vamos a tener que decidir. Yo soy muy de estar en casa…”, deja caer Ander, de Torrevieja (Alicante), donde se va a implantar un centro de tecnificación (también en Málaga o Tarragona). “Los metros de costa y el clima que tenemos lo hacen posible”, analiza. Algo que, paradójicamente, conecta con el parkour. “Las calles de aquí están muy bien para entrenar. Tienen muchos sitios por tema de arquitectura: parkings, garajes, plazas… Parece que están hechas para nosotros. El tiempo, casi siempre bueno, también afecta mucho”, se suma Stefy. La España emergente.