Royal Troon: un links ‘joven’ que abraza al golfista veterano
El más moderno de los feudos escoceses del British Open es el único campo de la rotación que ha tolerado dos campeones de más de 35 años en este siglo.
El British Open, en el que los pegadores son ciudadanos de segunda y los ball strikers, los jugadores capaces de mover la bola a su antojo, encuentran su paraíso, es por esas característicos un torneo amable con el paso del tiempo. Lo ganaron en sus 40 Ernis Els, Darren Clarke, Phil Mickelson o Henrik Stenson. Y eso solo en este siglo. Los dos últimos protagonizaron precisamente, hace ya ocho años, en la última vez hasta este jueves que el Open se jugó en Royal Troon, una batalla final para el recuerdo.
Y es que de los nueve diseños que componen actualmente la rotación de la R&A, organizadora del torneo, Troon es el único que ha coronado dos campeones por encima de los 35 años en lo que va de la presente centuria. Fueron el citado Stenson y 12 años antes, en 2004, el estadounidense Todd Hamilton, que alzó la Jarra de Clarete con 38. Desde el cambio de milenio, la media de edad de los campeones es de 33 años, y en las 22 ediciones disputadas desde entonces casi un 50%, 10, han visto un vencedor de 35 años o más. De no ser por tipos precoces como Cam Smith, Collin Morikawa o Jordan Spieth, y por un Stewart Cink que evitó, para lamento generalizado, la victoria de Tom Watson en Turnberry en 2009, cuando la quintaesencia del golfista de links se disponía a atrapar su sexta Jarra de Clarete a los 59 años, el dato sería aún más llamativo.
“Es como la película de Noche en el Museo. Los dinosaurios vuelven a la vida y tienen su oportunidad”, sintetiza el fenómeno Brandel Chamblee, uno de los analistas televisivos más sagaces del momento. La velocidad de los greenes, las distancias que de no ser por el viento dejarían estos vetustos campos obsoletos ante la tecnología actual (de ahí la cruzada de la R&A por una bola nueva), la firmeza de las calles que permite hacer más metros con velocidades de swing menores... No hay una respuesta científica a esto, más bien una combinación de varios factores. Paciencia, estrategia, conocimiento del terreno... Son todas cualidades muy recomendables para afrontar un Open, y justo las que no abundan a edades tempranas.
Un links ‘joven’
Paradójico, cuanto menos, el apetito por la veteranía del que es el links más ‘joven’ entre los feudos escoceses que forman parte de la rotación actual tras la exclusión sine die de Turnberry por ser propiedad de Donald Trump, un personaje con el que la R&A no quiere hacer negocios. De St. Andrews hay registros que datan de hace más de 600 años, Carnoustie se fundó en 1842 y Muirfield en 1744. Troon, en un principio así, a secas, hasta que en 1978 se le adjudicó el título de Royal (’Real’) coincidiendo con su centenario, no se estableció hasta 1878.
Entonces tenía cinco hoyos, hasta que en 1888 Willie Fernie, campeón del Open en 1882, y George Strath, ambos hijos de St. Andrews, completaron su ampliación a 18. En 1895 abriría un segundo recorrido al que en 1921 metió mano Alister MacKenzie, el arquitecto detrás de joyas como Augusta o Cypress Point. El Old Course, el que se emplea en el British, sería renovado en 1923, antes de acoger la primera edición de la cita. No volvió hasta 1950, y después repitió en el 62, victoria de Arnold Palmer; en el 73, otra celebrada, de Tom Weiskopf; en el 82, con la de Tom Watson; en el 89, de Mark Calcavecchia; en el 97, de Justin Leonard, y las citadas en este siglo de Hamilton y Stenson. La del sueco habría sido la última de no haber votado sus socios masivamente en 2016 a favor de incluir a mujeres entre ellos, condición indispensable de la R&A desde hace años para poder estar en la rotación.
En lo puramente golfístico, Troon es todo lo que debe ser un links. La única ley, o al menos la más importante, es evitar los bunkers. La dificultad va in crescendo: el primer tercio es amable y el segundo empieza a preparar al jugador para el tercero, un via crucis cuando el viento aprieta. El hoyo más reconocible es el 8, el ‘Sello de Correos’, un par 3 de 112 metros (el hoyo más corto de toda la rotación) que en función de la brisa, y en palabras de Tiger Woods, puede ser “de un pitching wedge a un hierro 7″.
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