Cam Smith entra en la historia del British Open por la puerta grande
El pintoresco Cameron Smith trunca el cuento de hadas de McIlroy y se lleva el 150º British Open en St. Andrews, la cuna del golf.
No es que Cameron Smith viniera de la nada, pero su carrera dio un giro de 360 grados, un salto sideral, este domingo en el Old Course de St. Andrews. Cuando la cuna del golf, la Catedral, se preparaba para investir campeón del 150º British Open a Rory McIlroy en lo que habría sido un cuento de hadas, el pintoresco australiano del bigote y el ‘mullet’ se adueñó de la fiesta con una vuelta histórica que le catapulta a la eternidad: -8 para -20.
Sus 64 golpes suponen el mejor resultado de un campeón en la última vuelta de este major, superando los 66 que firmó Zach Johnson, también en el mítico campo escocés, en 2015. Pero es que además le dieron para empatar el tanteo más bajo de la historia de los grandes, el -20 con el que su paisano Jason Day se impuso en el PGA de 2015, igual que Dustin Johnson en el Masters de 2020 y Henrik Stenson en el British de 2016.
Todo parecía encaminado a un mano a mano entre McIlroy, el favorito de la afición, y Viktor Hovland, el noruego sonriente que trataba de meter a su país en el selecto club del Grand Slam. Salían en el partido estelar desde -16, tras empatar el sábado jugando juntos, pero ninguno de ellos carburó. Rory tiró 70 golpes (-2 para -18, sin bogeys pero con dos exiguos birdies) en una vuelta plana, a medio gas, y acabó tercero, con los ojos enrojecidos de decepción. Dolía verle. Hovland, por su parte, se despeñó hasta la cuarta posición con un +2 para -14, solo un birdie en toda la vuelta. Este domingo no le habrá dado un major, pero seguro que le ha enseñado muchas cosas. Entre otras, como manejar las emociones cuando todo el mundo parece querer que gane el tipo que llevas a tu lado.
Por detrás de la dupla apareció Smith como un tiburón oliendo sangre. No se le intuía alzando la Jarra de Clarete tras los nueve primeros hoyos (-2), pero en la segunda mitad de un Old Course, al que sin la intervención del viento ya le cuesta contener al golfista moderno (hubo 139 vueltas por debajo de 70 golpes, aunque son 30 menos que el año pasado en Royal St. George’s, tope histórico desde 1946), se comió la distancia. Todo se fraguó en una sucesión de cinco birdies entre el 10 y el 14. Ya nadie puedo bajar de la cima al hombre del swing suave como la miel, impertérrito de principio a fin, un metrónomo cuando sale a cazar banderas. Si en algún momento pudo quebrarse fue en el 17, el famoso ‘Road Hole’, en el que se pega de salida por encima del Old Course Hotel. Falló el green y no tenía espacio para trabajar con el chip, así que se sacó un conejo de la chistera, pateando ladera arriba a 19 metros de distancia del hoyo y jugando con el contorno. La dejó a tres metros y la metió.
Ahí se acabó el torneo pese a que Cameron Young, un novato que este año ya había sido tercero en el PGA, estuvo a punto de forzar el playoff tras cuajar una vuelta de -7 para -19, incluido un eagle a la desesperada en el último hoyo que no sirvió porque Smith, por entonces ya con la calle que comparten el 1 y el 18 copada por una masa de espectadores, le hizo birdie. Young acabó segundo y confirmó que para él no ha habido solución de continuidad entre el Korn Ferry, segunda división estadounidense, y la élite, pero no pudo evitar la primera coronación de un aussie en el British desde que Greg Norman, el ahora denostado CEO del LIV, triunfó en Muirfield en 1993.
Smith no tiene nada que ver con el presuntuoso Greg. “Tiene todos los grandes juguetes y sigue siendo el mismo”, asegura su madre. Este año ganó The Players, con un cheque aparejado de casi 3,5 millones de euros (hasta la irrupción de la superliga saudí el mayor puesto en juego en la historia) y el Torneo de Campeones del PGA con una exhibición histórica: -34 para el resultado más bajo respecto al par de la historia del circuito estadounidense. Además fue segundo en el Masters, solo superado por un Scheffler en trance, aunque se convirtió en el primero en completar cuatro vueltas por debajo de los 70 golpes en el Augusta National.
Le gustan mucho los coches, así que recientemente se compró un Lamborghini, pero sobre todo se deja ver con un Nissan GT-R en cuya matrícula se lee ‘hoonigan’, una expresión del slang australiano para los enamorados de las carreras. También es aficionado a la pesca, y su yate se llama ‘Tin City’ porque tin, estaño en inglés, es el material del que se hacen las latas de cerveza. Incluso en el nombre es original: hasta ahora ningún Cameron se había agenciado alguna de las cuatro citas que junto a la Ryder Cup definen esta disciplina. “Siento que no puedo respirar”, aseguró sonriente en la sala de prensa de St. Andrews. “Este sitio es alucinante. Adoro el campo y adoro el pueblo. Ganar un Open ya es problablemente lo más remarcable de una carrera golfística. Hacerlo en St. Andrews, simplemente increíble”, celebró.
Hijo de un trabajador de imprenta y una vendedora de muebles, no es el típico chico de club de campo, sino un golfista del pueblo. Y el pueblo que alumbró el golf para el mundo le ha dado su primer major 50 ediciones después de hacer lo mismo con su compatriota Kel Nagle, que ganó la centenaria exactamente en el mismo lugar. Qué deporte.
Gatillazo español
Un British para el recuerdo quedó huérfano de protagonismo español. Si Pablo Larrazábal falló el corte dejándose ir con un +9 para +12 en el segundo día, la cosa no mejoró el fin de semana. Ni Jon Rahm, ni Sergio García ni Adri Arnaus consiguieron mantener el pulso del tren cabecero y para la noche del sábado ya estaban sin opciones de victoria.
En la última vuelta no hubo ninguna actuación reseñable. Arnaus se quedó en el par y con +1 en total, Sergio tiró +1 para -2 y Rahm, -2 para -7 en un día que empezó con bogey-doble bogey y supo reconducir con cinco birdies del 5 al 18. La bomba llegó en el paso por zona mixta de Sergio García, que anunció que renuncia a su membresía del circuito europeo porque ya no se siente “querido” y a partir de ahora solo jugará en el LIV. Rahmbo, que mostró pena por la posibilidad de que el castellonense no vuelva a jugar la Ryder Cup, de la que es un importante trozo de historia, aseguró que no se va de St. Andrews con la sensación de “espina clavada” y que su cabeza estará las próximas semanas en su familia, dado que su mujer Kelley está cerca de dar a la luz por segunda vez. En su agenda próxima tiene el Open de España (6 al 9 de octubre), pero en principio no acudirá a un Valderrama que el año pasado le dejó “fundido”. La campaña de majors la cierra con un 12º en el US Open como mejor actuación. Es su primer año sin top-10 en los grandes desde 2017.