El triunfo de la diversidad
La Sudáfrica más interracial de la historia, con once jugadores negros en una lista de 31, ha regalado de nuevo a su país una victoria cicatrizante.
Sudáfrica jugó su primer Mundial de rugby a la tercera edición, en 1995. Boicoteados en las dos primeras por el Apartheid, el difunto Danie Craven, leyenda Springbok y presidente de la South Africa Rugby Union desde 1956 hasta su fallecimiento en 1993, había llegado a un acuerdo con sus compañeros de la IRFB (International Rugby Football Board, el nombre que recibió hasta 1998 la Federación Internacional, desde entonces IRB y actualmente World Rugby): su federación apoyaría la celebración de la primera Copa del Mundo, que organizaron Australia y Nueva Zelanda, en contra del criterio de las Home Unions británicas (Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia), con la condición de que se incluyera de nuevo a Sudáfrica en el circuito internacional en cuanto las leyes segregacionistas fueran abolidas.
Así fue. El sistema racista cayó en 1994 con las primeras elecciones libres, que ganó Nelson Mandela, y su país organizó la edición del 95. Lo que sucedió en Ellis Park el 24 de junio es de sobra conocido. Los Bokkes llegaron a la final y tumbaron a la Nueva Zelanda de Jonah Lomu con Mandela presente en unas gradas donde ese día convivieron sin problema alguno negros y blancos. "Gracias por lo que has hecho por este país", le espetó Madiba a François Pienaar, capitán del equipo cuya camiseta llevaba puesta, tras entregarle la copa Webb Ellis. "No, gracias a usted por lo que ha hecho por este país", le respondió Pienaar. Sólo había un jugador de color en esa selección, el ya fallecido Chester Williams.
La proporción ha ido creciendo lentamente (dos en 1999, cuatro en 2003, cinco en 2007 y siete en 2011 y 2015, de unas listas que fluctúan entre 30 y 32 jugadores) alentada por las cuotas raciales del Gobierno, que consideraba a los Springboks poco representativo de un país con más de 58 millones de habitantes en la actualidad, de los que un 80,7% son negros y un 7,9%, blancos según el Departamento de Estadísticas nacional.
Rassie Erasmus se las tomó en serio y en el equipo que se ha proclamado campeón del mundo por tercera vez eran 11 de 31: Tendai Mtawarira, Bongi Mbonambi, Makazole Mapimpi, Cheslin Kolbe, Sbusiso N'kosi, Warrick Gelant, Herschel y Elton Jantjies, Damian Willemse, Lukhanyo Am y Siya Kolisi, el primer capitán negro de la historia de la selección, que se mostró en contra de la medida y partidario de la meritocracia.
"Amamos a Sudáfrica. Lo hicimos por nuestro país, estamos muy orgullosos. Nos acordamos de todos, de la gente que lo pasa mal, de la que no tiene hogar... va por todos ellos", dijo Kolisi este sábado tras alzar el trofeo Webb Ellis al cielo de Yokohama. Una imagen, como la de Etzebeth besando en la frente a Trevor Nyakane (aunque el primero esté siendo investigado por un presunto incidente racista), cicatrizante para un país convulsionado por los problemas económicos y la desigualdad.