Blanca Fernández Ochoa, la primera mujer española en ganar una medalla olímpica, bronce en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville 1992, fue hallada sin vida a los 56 años.
Blanca brilló en la montaña y allí se apagó para siempre a la edad de 56 años. El cuerpo de la exesquiadora, primera medallista olímpica española de la historia con su bronce en eslalon en Albertville 1992, fue hallado alrededor de las 12:30 del 3 de septiembre de 2019 sin vida en las cercanías de la localidad madrileña de Cercedilla, según fuentes policiales que aseguraron que estaba en estado de descomposición y se identificó por la ropa. Madre de dos hijos, llevaba desaparecida y sin móvil encima desde el sábado 24 de agosto, cuando fue vista en un Hipercor de Pozuelo de Alarcón comprando unas lonchas de queso. Últimamente residía en Aravaca, en la casa de su hermana Lola, tras vender la que tenía ella en Las Rozas.
Sus restos mortales se encontraron concretamente en Collado del Rey, un paraje situado en las faldas del Pico de la Peñota, a más de 1.600 metros de altitud, que se iba a peinar justo esa misma tarde dentro del operativo de búsqueda establecido desde el lunes.
Francisco Borreguero, un sargento de la Guardia Civil fuera de servicio que participaba como voluntario en el operativo, lo encontró mientras paseaba por allí a Xena, un pastor alemán de tres años que forma parte de los efectivos caninos del instituto armado.
Fuentes de la Policía Nacional revelaron que un testigo se había cruzado con ella hacía días y le había dicho que iba en esa dirección. También que vio santiguarse a Blanca frente a la estatua que, hace 13 años, se erigió frente al Ayuntamiento de Cercedilla en memoria de su hermano Paquito, oro olímpico en Sapporo 1972 y fallecido en 2006, a la misma edad, víctima de un cáncer.
Inmediatamente se desplazaron al lugar, ubicado al noroeste de Cercedilla, efectivos de la Policía Científica y agentes especializados en desapariciones para inspeccionar el cadáver.
Así lo confirmaron a las 13:20 los mandos policiales del operativo de búsqueda, José Antonio Rodríguez San Román por parte de la Policía Nacional y José Hernández Sierra, de la Guardia Civil. "Localizamos el cadáver posiblemente de una mujer. El hallazgo se produjo en La Peñota. Activamos un dispositivo de cerco y la Policía Científica se puso a trabajar para comprobar que era la persona en cuestión", afirmaron. Y añadieron: "Se trata de un terreno muy complicado y escarpado, de vegetación muy espesa y ríos, lo que impedía la visibilidad". Minutos después los organismos confirmaron que el cuerpo era el de Blanca.
A las 17:30 Adrián Federighi, su cuñado y portavoz familiar desde que el pasado domingo se encontró el coche que habitualmente conducía en un parking de la zona (en el interior, sin signos de violencia, estaban su DNI, unas chanclas y 15 euros), aseguró por su parte que "ningún miembro de la familia" lo había identificado, pero que "todos los indicios" apuntaban en ese sentido. También que “hasta el último trozo de corazoncito" de los allegados se aferraba a la posibilidad de que fuera otra persona. "No puedo admitir preguntas porque no estoy en condiciones de contestar nada", cerró su intervención.
Los restos mortales de Blanca fueron levantados por el Juzgado número 5 de Collado Villalba y trasladados a las 18:15 en helicóptero a Cercedilla, desde donde se desplazaron al Instituto Anatómico Forense de Madrid para practicar la autopsia.
Este fue el trágico desenlace del dispositivo de búsqueda más grande configurado hasta ahora en la Comunidad de Madrid. Participaron unos 100 agentes de la Policía Nacional, otros 100 de la Guardia Civil, 25 del Cuerpo de Bomberos madrileño, 60 de Protección Civil de diversos municipios y 11 agentes de la Policía Local. Ayudaron unos 100 voluntarios el lunes, cifra que fue bajando hasta los cerca de 50 del miércoles. Muchos eran vecinos de Cercedilla y amigos de la familia. "La pena es que no pueda ver cuanto le quiere la gente", decía su hermana Lola estos días. Se emplearon perros, unidades a caballo y de rastreo subacuático, motos, tres helicópteros y siete drones, focalizados sobre todo en Siete Picos por ser el enclave de más difícil acceso y el preferido de Blanca, que era una ávida senderista.
Blanca Fernández Ochoa nos hizo soñar que una medalla olímpica era posible. Cuando se colgó el bronce, en Albertville 92, fue pionera en abrir un camino inexplorado. Fue impulsora del papel de la mujer en el deporte y en el deporte encontró siempre su motivación y su pasión.
Todas las generaciones la hemos admirado por lo que representaba y por todo lo que había conseguido: una esquiadora pionera que amaba un deporte que la ha visto crecer a ella y a toda su familia. Fue la primera mujer española en conseguir una medalla olímpica en unos Juegos de Invierno y en ganar cuatro Copas del Mundo. La victoria de Paco Fernández Ochoa y la medalla de Blanca pusieron a los deportes de invierno en los niveles más altos de la competición internacional de nuestro país.
Uno de los legados que dejó a los equipos nacionales fue un gran equipo técnico, que nos transmitió sus conocimientos y que sabía las necesidades de primera mano. Técnicos como Gino Sinigaliesi, Andrea Vianello o Flavio Roda, entre otros. Ese legado hizo crecer también a las nuevas generaciones que veníamos empujando.
Recuerdo cuando estaba en el equipo junior y fuimos con Roland Tissot (marido de Conchita Puig) a verla a la estación de esquí de Morzine-Avoriaz. Estaban preparando la siguiente Copa del Mundo y me pareció una deportista muy técnica, con mucha energía y determinación.
Blanca fue una apasionada por el deporte que la vio crecer y una vez que dejó la alta competición, siguió esquiando y disfrutando de muchas otras disciplinas. Coincidimos en el golf, otro deporte que dominaba a la perfección. En este último año, también he compartido momentos con ella en el Consejo Superior de Deportes, en presentaciones del equipo de rugby 7, junto a su hija, que es internacional.
Es un momento muy triste para el deporte español. Hemos perdido una gran deportista, referente de nuestro país. Para mí, una esquiadora única, que abrió un camino en una época complicada y supo imponerse ante las adversidades.
Mi más sincero pésame a toda su familia, amigos, al mundo del esquí y del deporte. Siempre la recordaremos como la gran deportista que ha sido, alegre y con su gran sonrisa.
Descansa en paz.
María José Rienda es presidenta del Consejo Superior de Deportes y es la esquiadora española con más victorias en la Copa del Mundo (6) y ha sido cinco veces olímpica.
La noticia, por esperada, no resulta menos dolorosa. Todavía me tiemblan las manos mientras tecleo en el ordenador. Blanca Fernández Ochoa ha aparecido muerta en la Sierra de Guadarrama, después de angustiosos días de búsqueda, los mismos que llevamos inundados de recuerdos, con el corazón encogido. Me van a disculpar que personalice esta columna, porque Blanca siempre ha ocupado un lugar muy importante en mi vida. Después de ganar el bronce olímpico en Albertville 1992, el entonces director de AS, Rienzi, y el redactor jefe, Carlos Jiménez, tan añorados también, me enviaron a Sundsvall, Suecia, donde la esquiadora disputó un eslalon de la Copa del Mundo, antes de volver a España con la medalla. La misión era regresar con ella en el avión, contar el retorno a casa de la heroína del deporte español.
Mi foto junto a Blanca y su medalla de bronce en el viaje de regreso, brindando con champán, se publicó en el periódico el 4 de marzo de aquel año, dentro de un reportaje a doble página. Mi familia todavía conserva aquel recorte de un periodista soñador que hacía su primer viaje como enviado especial a los 21 años. No me lo tomen como una batallita personal. La historia que aquí relato también sirve para entender la relevancia de la esquiadora, el alcance social de su medalla. En unos tiempos en los que el deporte español no triunfaba como ahora, Blanca se convirtió en la primera mujer en subir a un podio olímpico en aquel mágico 1992. Cuatro años antes ya hizo llorar al país con una caída en Calgary 1988 que le privó del oro. Lloramos su pérdida, pero Blanca nunca morirá del todo. Siempre quedará su gesta. Y la foto de bronce.
"La primera mujer en la historia que gana una medalla olímpica, es alucinante ¿eh?", decía Blanca Fernández Ochoa (Madrid, 1963), la mujer que 'rompió la nieve'. Ese era el eslogan publicitario de TVE para celebrar su bronce en eslalon de los Juegos de Invierno en Albertville (Francia) 1992, el primer podio olímpico de una mujer española y la segunda medalla en la historia de España en la cita invernal tras el oro de su hermano Paquito en Sapporo 1972. Una historia única, la de una pionera que lanzó en esos momentos el precario deporte femenino... antes del boom de Barcelona 92.
Blanca nació en Carabanchel hace 56 años y era la pequeña de ocho hermanos. Vivió la nieve desde niña, porque sus padres fueron contratados en la estación de Navacerrada. Su padre era el gerente de la escuela de esquí y su madre, la cocinera. Ellos vivían en Cercedilla y su hermano Juan Manuel la 'engañó' un día para ir a una competición. "Me tiró allí y quedé cuarta o quinta. No me fue mal", decía la esquiadora, que tenía ocho años cuando en su casa oyó gritos a las cinco de la mañana. "Creíamos que había fuego, pero gritaban oro, oro", contaba. Era que su hermano Paquito había ganado en los Juegos de Sapporo en 1972. 20 años después ella repetiría la gesta en Albertville y a día de hoy sigue siendo la única mujer que tiene un podio olímpico de invierno.
Se entrenó en Baqueira Beret, en el Valle de Arán, donde mejoró a nivel técnico hasta convertirse en una de las mejores esquiadoras del mundo. "Me decían, esta es la enchufada, la hermana de…", relataba la esquiadora, que se fraguó su propia historia en los Juegos de Calgary 1988. En un tiempo en el que el deporte español estaba en fase primaria, Blanca acabó primera la manga inicial del gigante. "La pista, la nieve era perfecta para mí". Con las expectativas por los cielos, salió y se cayó al suelo. Fue un batacazo, pese a que también hiciera quinta en eslalon. Y se puso un plazo de cuatro años más. Otros Juegos.
Llegó Albertville y se repitió la situación. Blanca fue segunda en la primera manga del eslalon. Para la siguiente ronda no quería distraerse. "Todos mis hermanos estaban: habían cerrado las tiendas de deporte para venir a verme. Hacían más ruido que todos los suizos juntos. Llevaron banderas, capotes, montaron una en la meta... Aquello fue... no sé cómo explicarlo: me dieron alas. Y eso que yo estaba muy asustada", contó Blanca que aseguró en la bajada y llegó al bronce. Había hecho historia para el deporte olímpico.
Tras aquella medalla hizo competiciones en Narvik (Noruega) y Sundsvall (Suecia) y después fue recibida a lo grande en Barajas por gente de Cercedilla y de media España. Luego hubo fiesta en su pueblo. La ocasión lo merecía. Esa misma temporada, con 29 años, el bronce olímpico y cuatro victorias en Copa del Mundo, colgó los esquís en el Campeonato de España de Baqueira Beret. Las lesiones ya le habían castigado mucho: "Tuve siete operaciones, tobillo, rodillas, me había roto todo".
Una vez retirada tuvo un cargo en el CSD, fue madre dos hijos, David y Olivia, que los dos se han dedicado al deporte, siendo ella internacional de rugby en siete y en XV, y confiesa que terminó "saturada del esquí". Otra de sus grandes aficiones era jugar al golf. Siempre sonriente, Fernández Ochoa fue la mujer que llevó el esquí a las televisiones, la primera medallista olímpica de la historia. A los 56 años ha fallecido.
Última entrevista de Blanca Fernández Ochoa en AS. Realizada en noviembre de 2018, formaba parte de 'Pioneras', un homenaje a las mujeres que abrieron la puerta en el deporte español en diferentes deportes.
¿Por qué se fueron sus padres a vivir a Navacerrada?
Les contrató la Federación de Esquí. Tenía allí un edificio y mi padre se encargó de la gerencia de la escuela. Apuntaba las clases, los horarios... Mi madre era la cocinera. Los alumnos se quedaban internos.
¿Y toda su familia, no?
Sí, sí. El edificio aún existe, derruido. Tenía cinco plantas, lo recuerdo muy grande. Había oficinas, la vivienda de los profesores, la familiar y abajo almacenes, para el material. Los profesores eran como nuestros tíos.
¿Su familia estaba vinculada al esquí o fue casualidad?
Fíjate qué curioso: yo nací en Madrid, en Carabanchel, y luego mis padres se fueron a vivir a San Blas y, allí, fue cuando a mi hermano Paco y a mi hermano Juan Manuel les dio por el esquí. Teníamos un tío, Manolo, en el puerto de Navacerrada con un restaurante que sigue, lo lleva mi primo, Casa Ochoa, frente la estación, muy conocido. Paco y Juan Manuel subían cada fin de semana. En metro y autobús. Esquiaban, corrían una carrera y bajaban con su trofeo.
"Es un día muy triste para el deporte español y para España. Blanca Fernández Ochoa era una gran deportista y competidora"
Alejandro Blanco
Y alguna anécdota.
Sí, mira la de los guantes, que yo alucino. Como no teníamos dinero, mi madre les tejía guantes y calcetines y ellos se los iban intercambiando por el frío. Luego fue casualidad que, a base de preguntar cómo trabajar por allí, salió esto. Y ya subimos los pequeños a Navacerrada.
¿Eran ocho hermanos, no?
¡Somos! Murió mi hermano Paco pero lo seguimos teniendo muy presente, cada día.
Usted al principio lo pasaba mal con el esquí...
Hace no mucho mi hermano Juan Manuel me confesó que me medio engañó para competir en una carrerita, en Navacerrada. Me pusieron el dorsal y me empujaron. Quedé cuarta o quinta y dije: "Mira, no soy tan mala". A mí no me gustaba pasar tanto frío y estar tanto en la nieve. Pero así empezó la cosa.
¿Qué ropa tenía?
Muy básica. Por eso pasaba tanto frío. Recuerdo unos anorak de guapa, que es una especie de tejido ni impermeable ni nada. Nevaba y te calabas. Y unos pantaloncitos... Y los guantes ni te cuento. Volvía a casa calada... Sí, sí. No, no me gustaba nada. Mi madre nos metía las manos en sus axilas y hasta que no entrabas en calor no las sacaba.
Paco le sacaba 13 años. ¿Cómo vivió su oro?
Yo estaba en casa, allá arriba en el puerto, y eran las cinco de la mañana. Entonces no había tele. Lo emitieron luego en deportes, por la mañana. Pero esto fue por la noche, estábamos durmiendo. Y cuando oímos gritos, mi hermana y yo pensamos que había fuego. Salimos corriendo de la cama y vimos a todos los profesores abrazándose, a mi padre, a mi madre, gritando: "Oro, oro". Y yo ya supe lo que había pasado.
Usted fue "la hermana de" hasta Albertville, que ya fue solamente Blanca.
Sí. Y era una espada de doble filo. Por un lado se me abrían puertas. Todo el mundo me conocía. "Ochoa, Ochoa". Todo sabían de Paquito, Sapporo, y sobre todo al principio, cuando a mí me mandaron al internado del Valle de Arán, la gente pensaba, y era verdad, porque yo no sabía ni esquiar, "ésta es la enchufada", la "hermana de"... Lo fui mucho tiempo.
¿Aprendió a esquiar en el Valle de Arán?
Sí. Antes lo hacía pero como aficionada. A esquiar y competir aprendí en el Valle de Arán. Mis padres no tenían dinero, eran de origen muy humilde y, con tanto hijo, nos mandaron a cada uno a un internado. Zamora, El Paular, Madrid... Y a los tres pequeños al Juan March. La Federación pensó, al ver a Paco, que podía haber algo más por ahí. Yo fui la primera. A mi madre le pusieron tan buenas condiciones que pensó: "Es una buena oportunidad, tendrá estudios pero también deporte".
¿Lo pasó mal?
Mucho. Me quería morir.
¿Cuántos años tenía?
Once. No sabía ni vestirme. Las internas mayores, que ni siquiera eran esquiadoras, aquello era colegio esquí-estudio para los seleccionados pero había internos de toda España, se hacían pasar por mi madre. Se ponían un trapo en boca, en una cabina, y me llamaban como si fueran ella. Me veían tan mal, llorando tanto. "Venga Blanquita, venga mi amor, que nos vamos a ver pronto...". ¡Yo qué sé! Me lo confesaron al final. Al año siguiente vinieron mis hermanos y me sentí más acompañada. Lo recuerdo muy malo aquel primer año.
¿Su refugio fue el esquí?
Aprendí a esquiar muy bien. No me quedaba más remedio.
"Qué pena más grande. Esta sonrisa siempre estará en nuestro recuerdo. Mis condolencias a la familia y a sus amigos"
Pau Gasol
¿Qué le gustaba más?
Competir con buen tiempo y pista (ríe). Y viajar. Hemos viajado mucho, a estaciones fantásticas, en condiciones pésimas.
¿Sí? ¿Cómo eran los viajes?
Larguísimos. ¿Ves esas furgonetas antiguas en plan hippie? Pues ahí. 12, 15 horas viajando para llegar a la estación, entrenar un poquito y al día siguiente competir.
¿Había mujeres en el esquí?
Había más niños que chicas. De unos 40 ponle 15 niñas.
¿Recuerda su primeros esquís?
Recuerdo los primeros que me regalaron mis padres. Después de ganar ya mi hermano Paco la medalla se fueron a Andorra como cosa excepcional y me trajeron unos que para mí eran la-bom-ba. Plateados, Atomic, con letras rojas, buah, buah.
Poco a poco, usted fue creciendo.
Estudiando, trabajando fueron llegando las Copas del Mundo, el hándicap que tenemos los deportistas es que de vez en cuando te lesionas. Y cuando te lesionas es durísimo. Volver a empezar, la incertidumbre de si vas a poder seguir, si aguantará la pierna, el brazo. Yo fui pasando de circuito a circuito, de circuito de Europa a Copa del Mundo y de ahí a Juegos y Campeonatos del Mundo. Y entre medias, lesiones.
¿Tuvo muchas?
"Leyenda de nuestro deporte. Hazañas que siempre estarán en nuestro recuerdo. Mis condolencias a la familia y a sus amigos. Descansa en paz, Blanca."
Fernando Alonso
Siete operaciones. ¡Siete! Tobillo, las dos rodillas, los dos hombros, la costilla, la nariz... Yo me he roto todo.
Una le dio muchos problemas porque curó mal, ¿no?
No; tuve problemas porque no me operé. Los ligamentos cruzados de una rodilla.
¿Y eso?
Porque a principio de una temporada, en unos entrenamientos en Estados Unidos me los rompí, antes de empezar las carreras. Me llevaron a un médico, por lo visto eminencia, que me dijo: "Mira niña, tienes esto roto. Hay dos opciones. Una, te opero ahora y te pierdes toda la temporada y dos, te pones como una mula esa pierna, esa rodilla, el doble que la otra, y te opero a final de temporada". "Pues esta segunda". Entonces, tras mis entrenamientos me hacía dos bajadas con un solo esquí con la pierna mala para ponerla fuerte. ¿Qué pasa? Que al faltarme ligamentos tengo ahora una artrosis galopante. Pero para mi vida normal puedo ir tirando con ella.
La que sufrió en los Juegos de Calgary 1988 fue durísima.
Sí, más que nada porque yo ya había decidido retirarme. Lo había anunciado ante la prensa y todo. Llegaba en forma, con ganas. Lo último que imaginé que podía pasar es que me cayera. La pista, la nieve era perfecta para mí, gané la primera manga. Lo duro fue eso. Decir: "Jo, y ahora qué, me voy a ir con este mal sabor de boca". Estuve tres meses muy jod... Luego que si mi familia, amigos, entrenadores, la Federación, empezaron a chincharme. Y dije: "Nada, cuatro añitos más". Cuatro veranos, cuatro primaveras, pero dije: "Venga, una vez más". Porque tenía edad, aún podía, porque no me quería quedar con ese, "y si". "Y si llego y puedo...".
"Esta siendo una semana con demasiadas malas noticias. En mi nombre y en nombre de todo el equipo, trasladarle todo el cariño a la familia de Blanca Fernández Ochoa. Ya sabéis lo que ha sido para nuestro deporte"
Robert Moreno
Y lo hizo. Historia. 20 de febrero de 1992. En Albertville.
(Sonríe) Es que fue la primera medalla olímpica de una mujer en España. Es alucinante, eh.
¿Qué recuerda de aquel día?
Levantarme, mirarme al espejo y decir: "Hoy va a ser un gran día". Eso es lo que me repetía desde semanas atrás. Como decidida, como diciendo: "Me cag... en la mar, es tu última oportunidad". El primer susto me lo llevé cuando llegué a las pistas y vi a todos mis hermanos: habían cerrado las tiendas de deporte para venir a verme. Dije: "Ostras, qué responsabilidad, están aquí". Hacían más ruido que todos los suizos juntos. Llevaron banderas, capotes, montaron una en la meta... Aquello fue... no sé cómo explicarlo: me dieron alas. Y eso que yo estaba muy asustada. El fantasma de Calgary rondaba por allí.
¿Cómo se preparó?
Con un psicólogo, ¡por teléfono! Sí, sí. Yo no tenía psicólogo ni leches como ahora. Mi hija está en el equipo nacional de rugby y yo alucino con lo que hay. Que si masajista, fisio, aguas termales, psicólogo... Digo: "¿Y yo? ¿Vía teléfono los dos meses antes?". Porque yo veía que estaba bien físicamente, pero me faltaba algo. La cabeza, Calgary. Decía: "A ver si llegada la hora me va a fallar". Entonces me puse en contacto con un psicólogo. Le vi una vez, en unos entrenamientos. "Vamos a trabajar unas técnicas de no sé qué". Me dijo cómo y yo sola lo hice.
El esquí también es muy diferente ahora.
Claro. Como se concentran, los materiales, las facilidades. Es alucinante. Nada que ver con nosotros. Mi hermano Paco fue un héroe pero yo también, a mi manera. Nuestra época no tiene nada que ver.
Paco fue un talento natural.
Sí, sí. Ya te digo. Él fue a la nieve. Le gustaba, le apasionaba y eso, unido a una cabeza privilegiada para competir, era un cóctel perfecto. Hubiera sido un grande hiciese lo que hiciese, curling incluso.
"Mucha tristeza al saber que ha fallecido una de las pioneras del deporte Español. Toda la fuerza para los familiares y amigos de Blanca Fernández Ochoa. DEP."
Mireia Belmonte
Y eso que su hermano Juan Manuel tenía mejor técnica...
Era fantástico pero le fallaba un poco la cabeza. No es que le fallara, es que Paco era mil veces mejor. Eso hace mucho. Estar convencido, el ansia de victoria, tener el objetivo claro. Son tantas cosas las que definen a un campeón de un corredor...
Siempre le decía: "Échate al día diez carcajadas por mí"...
Ay, sí. Me decía: "Blanca, lucha por ti, por tus hijos y por favor ríete una vez al día de mi parte, a ser posible con carcajada". Ese era Paco. Ese desparpajo que tenía para todo. Para estudiar, jugar al mus. Todo le venía bien, era positivo. Se ponía delante del Portillón y decía: "A ver, cuantos segundos queréis que os saqué". Y pum se tiraba para abajo y si le seguías bien y si no pues no.
Tuvieron que pasar 26 años para que España volviera a ganar una medalla en unos Juegos de invierno, en 2018, ¿los vio?
Sí, sí, me levanté, con todos. Con Javier, Regino, Queral. Competían los españoles y me ponía el despertador (ríe).
Regino la ganó y Lucas se cayó. Qué cerca está la gloria del infierno en el esquí, ¿no?
Muy cerca. En apenas centésimas. Yo he visto ganar una medalla de bronce por una centésima. Imagínate la cuarta como estaba, hecha polvo. Una centésima no es nada. De repente tienes el día y te sale... Muchos factores influyen. El deporte es mecánico pero varían el trazado, la nieve, tantas cosas que un día te despiertas en condiciones y bien, y te sale. Y aunque estés bien y todo puede que no salga, como a mí en Calgary. Por eso sabe tan a gloria una medalla olímpica. Porque pasa cada cuatro años, porque es muy puntual, porque te escribe la historia de por vida si es que tienes ese día.
¿Dónde guarda la suya?
Uy, pues si te digo que ayer la bajé de un trastero... La tengo aquí en una caja. La tuve mucho tiempo en el salón.
Y sería ante lo que más se fotografiaban sus visitas...
Sí, claro (carcajadas).
¿Qué se siente en el podio?
Buah. Es una explosión de sentimientos. Yo no paré de llorar. Veía a mis hermanos gritando, haciendo fotos. Fue tan emocionante. Qué pena no haber oído el himno español. Habría sido la bomba.
¿A qué se dedica ahora?
Soy entrenadora personal de electroestimulación. Hago un poco de todo. Viajes de esquí, con empresas, con amigos, doy alguna charla de coaching...
¿Vive en la ciudad?
He vivido hasta hace nada en Las Rozas y ahora estoy en Aravaca puntualmente. O sea de paso, hasta que busque casa como Dios manda. Y estoy ahora mismo con mi hermana hasta que encuentre algo.
Siempre vivió entre la naturaleza, ¿logró hacerse a la ciudad?
Me sigue sin gustar. Yo como las cabras tiro para el monte y en cuanto pueda me vuelvo a subir a la sierra. Aquí estoy descolocadísima. No estoy en mi medio. Todos los fines de semana en cuanto puedo me escapo para hacer senderismo. Tengo un grupo de amigos, con el que vamos todas las semanas y a mí eso me da vidilla, me carga las pilas, para volver toda la semana. Todos los sábados salimos y hacemos rutas muy chulas y muy largas.
Tiene dos hijos, ¿alguno mostró afición por el esquí?
Sí, sí. Mi hija... Recuerdo que en un telesilla, subiendo en Panticosa, era pequeñita, seis años o así. Y empezó a hacerme preguntas raritas. "Oye, mamá, ¿y tú cuando empezaste". "No, no. No vas a hacer esquí. Vas a divertirte con el esquí pero no vas a competir". "¿Por qué?". "Porque se pasa muy mal". Y ahí le corté el rollo. Luego hizo voleibol, baloncesto, probó judo, muchos deportes, hasta que dio con el rugby. El deporte individual te da la gloria si lo consigues pero el de equipo valores que no tiene el individual.
Usted se retiró en 1992, tras la medalla. Entonces ya sí podía.
Sí...
¿Fue duro?
Sí, sí. Es un shock para cualquier deportista. Estamos acostumbrados a la disciplina. Un horario, un tipo de comida..., y de repente, pum, eso desaparece. Y dices: "¿Y ahora qué hago? Me sobra tiempo". Estás descolocado totalmente. Y yo en mi caso acabé bastante saturada del esquí. Tuve ahí un par de años que no quería ni oír hablar. Luego poco a poco te vas volviendo a enganchar.
Participó en varios realities de televisión.
Sí, yo he hecho todo tipo de locuras de esas. Me apetecen las aventuras, me divierten. Es otra manera de tener experiencias. La isla fue muy duro pero yo estaba feliz. Con hambre y eso, pero me encantó. Hacerte el fuego, vivir en esas condiciones.
¿Ha vuelto a ver su carrera en Albertville?
Sí, este invierno.
¿Y qué sintió?
Que yo era una tortuga, que ahora vuelan (ríe). Fíjate que veo la de Paco en Sapporo porque también la veo, cada invierno, cuando se acercan las fechas de los Juegos, y es un gato. Me gustaría ver a los que esquían ahora con sus esquíes y con su material... Paco les ganaba fijo.
Trayectoria
Juegos Olímpicos
- Medalla de bronce en eslalon. Juegos Olímpicos Albertville 1992
- Diploma olímpico (7ª) en eslalon. Juegos Olímpicos Calgary 1988.
Victorias en la Copa del Mundo
- 3 de marzo de 1985 (Vail, Estados Unidos)
- 26 de noviembre de 1987 (Sestriere, Italia)
- 22 de diciembre de 1990 (Morzine, Francia)
- 1 de diciembre de 1991 (Lech am Arlberg, Austria)
Distinciones y premios
- Premio Reina Sofía (193 y 1988)
- Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo (1994)