NATACIÓN ARTÍSTICA | GWANGJU 2019
El ‘team Ona’, su respaldo en 12 años de éxitos
Su familia le acompaña a las grandes competiciones desde 2009 y reconoce que, tras no ir convocada a los Juegos de Pekín, Carbonell dudó si seguir.
En la grada del Gimnasio Yeomju, la familia de Ona Carbonell se apresura a situarse enfrente del podio mientras la nadadora española les saluda sonriente y con la plata al cuello. Una imagen que se ha repetido en todos los Mundiales y Juegos en los que ha competido Ona salvo en su estreno, curiosamente, cuando con apenas 17 años acudió por primera vez a Melbourne (Australia). “No nos dejó viajar, nos lo prohibió”, apunta Montse, su madre. “Era la pequeña y no quería que la viera aún más pequeña, como una niña que depende de sus padres”, añade Jordi, su padre. Ambos médicos.
De niña, Ona era “muy tranquila, educada y buena. Hacía todo lo que le decías”. Una disciplina que ha llevado hasta estos días, cuando es capaz de mantener una rutina en su deporte, sus actos comerciales y sus tareas. “Ona es como en la piscina, una máquina. Es ordenada y trabajadora Congeniamos bien y tenemos equilibrio”, apunta su novio Pablo, también deportista. Ser la solista del equipo español desde 2013, su éxito en Masterchef y en la piscina no la han cambiado. “Es la primera que hace las cosas con naturalidad”, añade Max, su hermano.
Ona se sentía como pez en el agua ya con solo un año pero su deporte primerizo fue la gimnasia rítmica. “Yo la practicaba, y quizás la influí. Era buena y la vinieron a buscar para el alto rendimiento, pero me negué y le dije que probara con la sincro”, desliza Montse. A la edad de 10 años, Ona cambió de deporte y con solo unas sesiones ya la incluyeron en las competiciones. Con 14 años, ya entró en el CAR de Sant Cugat. “Fue un momento muy feliz para ella”, dice Montse. Sus padres, eso siempre, ejercían siempre una presión para que Ona fuera “una persona completa”. “Tenía que estar desarrollada culturalmente y seguir formándose. Ella respondió bien”, desvela Jordi.
Pekín, el momento más delicado de su carrera
Pero toda historia tiene un momento delicado, en el que puede virar el camino. Y este llegó cuando no entró entre las convocadas para competir en los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008. “Ella se planteó dejarlo seriamente, vio que había otros factores al margen del esfuerzo. Y entonces pensó que a lo mejor no podía controlar su futuro deportivo porque algunas cosas no dependían de ella”, ataca Jordi. Ona lo reflexionó y la familia le hizo ver que la vida no se acababa con el deporte, y que le apoyarían. Decidió seguir adelante.
El resto de la historia es el más conocido. Desde entonces, Ona acumula 21 medallas mundiales y dos olímpicas, y se ha convertido en una de las referencias de la natación artística mundial y de su historia. “Nosotros solo le hemos ayudado a ponerle tiritas físicas y psicológicas”, resume su padre. Y Max les define como “el team Ona”: “No proyectamos nuestras ambiciones personales en ella, sino que en los momentos duros le decimos que había más cosas en la vida”. Porque Jordi lo tiene claro: “Es la misma niña de Melbourne. Es mi hija, aunque llegue a la Luna lo seguirá siendo”.