La reina busca al rey
Ledecky, icono de la natación femenina, será la estrella en Gwangju. Dressel, ganador de siete medallas en Budapest 2017, quiere repetir trono.
De Gwangju (Corea del Sur) a Tokio (Japón) hay solo 1170 kilómetros, una distancia que separa, por ejemplo, a Barcelona de Cádiz. A una hora y media de vuelo flotan las ilusiones de la natación mundial, que desde este viernes al día 28 de julio medirá sus fuerzas a un año de la cita olímpica. Es el Mundial de la artimética. Los técnicos vaticinan que el 70% de los medallistas se repiten en los Juegos Olímpicos, en un deporte científico, donde se aprovecha hasta el tamaño de las uñas. Una centésima le dio a Michael Phelps el récord de sus ocho oros en Pekín 2008 y tres hicieron que Mireia Belmonte cumpliera el sueño en los 200 mariposa de Río 2016.
Poco ha cambiado el escenario de la natación desde el Mundial de Budapest de hace dos años. Katie Ledecky, reina en los últimos tres campeonatos, sigue intratable en el estilo libre, y nadie duda de que volverá a copar el podio en más ocasiones que nadie. La renacida húngara Katinka Hosszu, que ha encontrado de nuevo su voracidad tras el divorcio y el cambio de entrenador, y la sueca Sarah Sjöstrom, máxima medallista europea y reina de la velocidad, pueden acompañarla en el virtual podio femenino. Y, de nuevo, volverán a saltar chispas en la braza, con Lily King y Yuliya Efimova ejemplificando los tiempos posmodernos de la Guerra Fría.
Pero Ledecky busca al rey. En Budapest fue Caeleb Dressel, que irrumpió como un ciclón en unos campeonatos ‘phelpsianos’. Trascendental en los relevos estadounidense e imperial en las pruebas cortas (50 y 100 libre y 100 mariposa), se colgó siete medallas de oro. Una barbaridad, solo al alcance del propio Michael Phelps o de Ryan Lochte, los dos dominadores de la natación mundial desde Atenas 2004. Su discreta fama convierte a Dressel en un nadador poco mediático lejos del imperio yankee, pero desde su federación apuntan que llega en plenas condiciones. Dressel necesita continuidad. No hay mejor forma de aspirar a suceder a Phelps en Tokio 2020 que haciendo escala en Gwangju.
Junto a Dressel, el atractivo que supone ver en acción a Michael Andrew, el velocista joven norteamericano que se entrena en la piscina de su padre, un militar sudafricano. Rompe los cánones como el británico Adam Peaty, que de nuevo intentará romper esos récords estratosféricos de la braza. Del 21 al 28 llegará la hora de estos gigantes.
La natación artística: Japón desafía a Ucrania
La natación artística llega a Gwangju con un programa aún más cargado de modalidades. A las pruebas de solo, dúo, equipo se une la de highlights y los dúos mixtos. Un intento por abrir aún más el abanico y por probar nuevos formatos que ayuden a darle un empujón a un deporte previsible en cuanto a puntuaciones y estatus.
Con ese decorado, Rusia sigue siendo la favorita a copar todos los oros. Si en las casas de apuestas incluyeran la natación artística, su victoria se pagarían probablemente a 1,01. China sigue afianzada en el segundo cajón, mientras que Japón espera combatir y adelantar a Ucrania, en ese particular duelo que dirimen desde que España cayó del podio después del Mundial de Barcelona 2013.
El waterpolo: revolución para un juego más dinámico
El cambio de reglamentación en el waterpolo, cuyos cambios más sustanciales son la reducción del tiempo de posesión y las infracciones a menos de seis metros, dinamita las jerarquías. O, al menos, abre un proceso de incertidumbre del que se pueden beneficiar selecciones hasta ahora un escalón por debajo en este Mundial de Gwangju. El juego se convierte en más acelerado, los jugadores deben ser más versátiles y los partidos alcanzan cotas frenéticas, en las que los goles aumentan y también el cansancio.
Con ese decorado y con Serbia ya clasificada para los Juegos al ganar la Liga Mundial (irá una selección más joven), Croacia, Montenegro, Hungría, Italia, Grecia y España aspiran al podio en un torneo atractivo e igualado, como el último Europeo. En categoría femenina, la dictadura de Estados Unidos parece no tener fin, aunque Italia, España, Grecia, Hungría, Holanda y Rusia son las candidatas. La inercia y los pequeños detalles marcarán las diferencias.
Como novedad, se ha creado el waterpolo playa. Un torneo de exhibición en el que dos equipos de cuatro waterpolistas compiten en un espacio más pequeño y a un ritmo infernal, donde prácticamente no hay descanso.
Saltos: China contra todos
De los 13 oros que se repartieron en las pruebas de saltos del Mundial de 2017, los saltadores chinos consiguieron colgarse ocho de ellos. El dominio de este país en este deporte se acrecentó desde los Juegos de Pekín 2008, y desde entonces apenas tienen rival pese a que los podios están muy repartidos con la competencia de Rusia, México o Reino Unido.
El equipo chino contará con un equipo de 18 nadadores, entre ellos Chen Yuki, de solo 14 años y que competirá en saltos de plataforma sincronizados. Al margen de los saltos en piscina, de nuevo los saltos de gran altura, que se celebrarán los días 22 y 24.
Aguas abiertas: la proeza de Van Rouwendaal
Del 13 al 19, en el Ocean Park, tendrán lugar las distintas pruebas de aguas abiertas, que principalmente guardarán el aliciente de saber qué nadadores logran la clasificación olímpica al margen de las medallas. Con mayúsculas, Sharon van Rouwendaal. La holandesa, que en el último Europeo de Glasgow ganó los 5, 10, la prueba por equipos y se quedó a un décima de hacer el póker en la prueba de 25, espera completar esta proeza en el marco de un Mundial, una hazaña sin parangón.