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BALONMANO |CHAMPIONS LEAGUE

Un coloso de 2,15 fulmina al Barça con tiros a 130 km/h

El Vardar repite la historia de hace dos años, remonta el partido en 20 minutos con el gigante Kristopans ante un inoperante Barcelona en la parte final.

Un coloso de 2,15 fulmina al Barça con tiros a 130 km/h
Martin MeissnerAP

El Barcelona no estará en la final de la Champions. Se le escapa la lucha por su décima Copa de Europa cuando lo tenía todo a favor; 22-15 en el minuto 40; sólo 20 minutos por jugar, y con un Vardar casi a la deriva en el que fallaban algunos de sus puntales, como Dibirov, por ejemplo. ¿Qué pasó para que el equipo macedonio remontase y ganase 27-29? En el deporte no todo es explicable aunque se busquen razones: una es que el gigante Kristopans de 2,15 metros (10 tantos, siete sin fallo en la segunda parte) fue imparable para un defensa barcelonista no tan sólida como se esperaba; otra, que la primera línea barcelonista no existió, sin aportar prácticamente nada en ataque jugadores muy contrastados; y una tercera razón, el equipo de Xavi Pascual tomó unas diferencias amplias demasiado pronto, y en Europa se sabe que los árbitros tienden a equilibrar, tanto que le costó la victoria al campeón español.

El Barcelona de la primera mitad fue el equipo de siempre, el dominador de la Champions, porque estaba en las semifinales con sólo dos derrotas en 16 encuentros: buena portería, velocidad en la transición, y balones a Gómez para que marcase desde el extremo. Aquel Barça era una apisonadora, y del Vardar sólo se salvaba su portero, Milosavljev, un joven de 23 años que no se atemorizaba ante el rival. García Parrondo, el entrenador del equipo macedonio, un madrileño de 38 años en su primera temporada al frente de un equipo profesional, gestionó a los suyos, salvo a Goliat, porque Kristopans jugó los 60 minutos; apostó por jugar con siete hombres en ataque en muchos momentos del partido, y tuvo la frialdad para leer como nadie el encuentro. Roberto tuvo ayer un aire de los tres profesores que le han marcado: la visión de Juan Carlos Pastor, la energía de Talant Dujsebaev, y la serenidad de Raúl González.

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Martin MeissnerAP

En la segunda mitad el Barça mostró un atasco sorprendente, sin juego de calidad, sin que la circulación fuese fluida, con un Vardar que había subido un punto su agresividad defensiva, y que empezó a creer que era posible cuando en el 45 aquello pintaba aún mal (24-19) pero no tan mal en el 50 (26-23), un momento culminante en el que los barcelonistas parecían anestesiados, sin saber cómo lanzar (marcó un gol en 10 minutos), sin que las estrellas como Palmarsson, como Mem, como Fabregas, como Andersson fuesen capaces de mirar la portería rival, y recibiendo tantos porque Moller no aportó nada y tuvo que regresar Gonzalo Pérez de Vargas.

Es uno de los mayores desastre del Barcelona, no por perder, sino por la manera en cómo se consumó la debacle inesperada ante un cuadro casi entregado y renacido de la nada, de la mismas cenizas de la derrota, para que Karacic (acabó lesionado) se mostrase como el sucesor natural de Cindric en el equipo macedonio, el que le ganó aquella semifinal al Barça en el último segundo (25-26), y que este domingo jugará su segunda final.