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PATINAJE

'Superjavi', un Quijote moderno que cambió el patinaje mundial

El patinador español puso fin a su carrera tras la prueba de hoy en Minsk. Ganó el oro europeo, séptimo consecutivo en su trayectoria.

Antes y después de Javier Fernández, patinador español.
Antes y después de Javier Fernández, patinador español.

Javier Fernández (Madrid, 27 años) hizo su último programa este sábado en Minsk. Fue el final de la carrera de un deportista único en España, incluso crucial para el patinaje mundial. “Javi va a ser recordado siempre por su historia”, decía Gabriella Papadakis, una de las mejores patinadoras del mundo. Porque lo de este chaval de Cuatro Vientos es la historia de un pionero, que se fue de casa para cumplir sus sueños, luchó contra la adversidad y fue capaz de imponer su personalidad en el hielo hasta ser siete veces campeón de Europa, colgarse dos oros mundiales y un bronce olímpico.

Javier era un niño inquieto y, para que se desahogara, sus padres le dejaron ir un día a entrenarse a la pista de hielo de Leganés con su hermana Laura. Tenía 6 años y fue cuando comenzó su historia que ya iría siempre vinculada a las cuchillas de los patines y al frío del hielo. Laura, su madre Enriqueta (trabajadora de correos) y su padre Antonio (militar que repara helicópteros) se convirtieron en los pilares que le acompañarían toda su vida y le acompañaría a ciegas en todas sus decisiones…

Javi progresó en el hielo y en la técnica. “Tenía algo especial”, dicen los que le conocían. Su facilidad para los saltos y su gracia al danzar reseñaban que en ese chaval madrileño había algo que no se había visto nunca en un patinador español. Acudió a sus primeros Europeos en 2007 con 16 años y desde entonces no ha faltado a la cita continental. Quemó etapas de manera natural y acudió a los Juegos de Vancouver 2010, donde fue 14º. Un año antes había decidido hacer las maletas para entrenarse con el ruso Nikolay Morozov, que le ofreció dirigirle gratis, pero con un método que no casaba con la personalidad de Javi, alegre y dinámico. La soledad de Nueva Jersey y Moscú enfriaron su espíritu a este chico que se marchó sólo y sin saber inglés. “Vivía en edificios de la Unión Soviética, de apariencia militar y oscura. Parecía un búnker”. Pensó en dejarlo: “Creía que acabaría montando muebles”.

Pero encontró al canadiense Brian Orser, medallista olímpico en 1984 y 1988, que le llevó a su grupo de élite a Toronto. Allí encontró la felicidad y Javi se transformó en Superjavi. Brian y Tracy Wilson supieron reconducir el despiste de 'Fernández' y su carácter, a veces díscolo, para hacer de él un patinador disciplinado, capaz de explotar sus cualidades innatas. Se convirtió en un patinador respetado por sus jueces. Su estilo y su facilidad para hacer cuádruples asombraba al panorama mundial. En 2013 llegó el primer europeo, y en los Juegos de Sochi 2014 logró una amarga cuarta posición. La espina de la medalla olímpica quedó clavada.

Un año después, en 2015, conquistó el primer mundial y en 2016 alcanzó el punto álgido de su carrera con el segundo oro mundial, en Boston ante Hanyu, su rival y compañero de entrenamientos. Javi hizo un programa largo de Sinatra simplemente perfecto, que entrará en la historia del patinaje. Javi también fue Quijote, Jack Sparrow, Chaplin... Y llegaron hasta seis títulos europeos. Quedaba la medalla olímpica, que llegó en Pyeongchang 2018. “Ahí respiré”, reconoce Javi que ya había montado su gira Revolution on Ice, un espectáculo de patinaje, al que se ha dedicado en cuerpo y alma este 2018. Ha metido a decenas de miles de personas en pabellones de toda España para ver patinaje. Algo impensable hasta ahora para Javi, que quiso despedirse de la afición continental en Minsk. Lo hizo a lo grande, con un séptimo oro.