Carmen Martín: “No quise coger la baja y estar llorando en casa”
Carmen Martín es un ejemplo de superación, una atleta veterana que a sus 52 años sigue compitiendo tras haber superado un cáncer de mama.
¿Cómo fue el proceso hasta que finalmente le diagnostican el cáncer de mama?
Al cumplir los 50 se hace un programa de cribado. Hubo un momento en el que la Comunidad no le daba mucha importancia a esto. Yo llevaba más de siete años sin hacerme una mamografía. Tras esto, enviaron una carta a mi médico de cabecera para que me mandara al hospital a hacerme una biopsia. Me pareció raro, pero no quise darle importancia antes de tiempo. Luego me llamaron para hacerme también una resonancia y ahí empecé a preocuparme más.
¿Cómo encajó la noticia?
Intenté ir paso a paso y no salirme de mi vida, de mi rutina. El médico me propuso darme la baja y me negué porque no quería estar en casa llorando. Seguí haciendo mi vida cotidiana, trabajando, entrenando... Hay que vivir y disfrutar de la familia, de los amigos, etc.
¿Tuvo que modificar su entrenamiento durante el tratamiento?
Depende. Al día siguiente de hacerme la resonancia fue al Campeonato de Marcha Atlética de la Comunidad de Madrid y gané. El deporte, desde mi punto de vista, facilita la recuperación. El cuerpo se acostumbra al sufrimiento y mental y anímicamente también ayuda mucho. El problema del cáncer es que es silencioso. Te mata sin dolor. Después de operarme, los médicos y enfermeros me dijeron que tenía que recuperar mi actividad física habitual. Pero claro, mi actividad física habitual es alta... Así que al principio me dijeron que sólo podía andar pero no hacer marcha porque se utilizan mucho los brazos y justo ahí tenía la cicatriz. Durante el primer mes seguía con muchos dolores. Incluso tenía que pedir ayuda a mi marido o mis hijos para ponerme un jersey.
¿Cuándo tardó en recuperar su ritmo de entrenamientos habitual?
Fui poco a poco. Cuando empecé con la radioterapia traté de entrenar los días que me encontraba bien. El problema es que la radio te abrasa. Al principio los sanitarios no sabían decirme cuándo podía volver a entrenar bien hasta que un día le pregunté a mi médico si ya podía y me dijo “inténtalo”. Es cierto que el entrenamiento se redujo, no era el mismo durante la radio, pero le hice caso y me fui con mi familia al Campeonato Aahrus en Dinamarca y de allí me traje el récord de España de mi categoría. Aunque bien es cierto que desde que sigo el tratamiento antiestrógenos, mis marcas son más bajas. Pero no me importa porque para mí lo importante no son las medallas sino el poder participar y ayudar a la gente.
Después de pasar por todo eso, ¿qué le diría a una persona a la que le acaban de diagnosticar?
Le diría que aplique mi filosofía, que no se salga de su vida y sobre todo, que se deje ayudar. Todos tenemos altibajos, especialmente cuando te dan resultados, pero hay que seguir. Las personas que te ayudan merecen verte sonreir. Nadie te va a quitar tu momento de llanto, pero hay que vivir y disfrutar.
Ha dicho “las personas que te ayudan merecen verte sonreir”. Es llamativo que usted haya pasado por algo tan duro y que sin embargo, se preocupe en esos momentos de los demás...
(Se emociona). He tenido a mi familia, compañeros, amigos, atletas y a todos los profesionales médicos en los hospitales que, aunque sean desconocidos y es su trabajo, no merecen verte con una mala cara. Yo tengo que intentar salir, pero esas personas se merecen un “gracias”. Es mucho más fácil cuando cuentas con apoyo. Por eso yo ahora trato de hacer lo mismo con otros. Si puedo ayudar aunque sólo sea a una persona, me doy por satisfecha.