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BARCELONA 1955

Tomás Barris o el atleta que cruzó los Pirineos

Logró una medalla, vio la transformación de la ciudad, las gamberradas de los deportistas de la época y como los JJMM le dieron fama a Barcelona como organizadora.

Tomás Barris.
Gorka LeizA

Una sirena salió del mar en Ampuries (Girona) portando una ánfora de plata con agua del Mediterráneo. Relevo a relevo y metro a metro, los atletas la fueron trasladando hasta el estadio de Montjuïc, aún no olímpico, donde no cabía ni una aguja el día de la inauguración. Corría el 16 de julio de 1955 y 1.135 deportistas se disponían a participar en los II Juegos Mediterráneos. Entre ellos, Tomás Barris, un atleta barcelonés de 25 años que venía batiendo récords de España en los 800 y 1.500 metros. “Aquello fue una ilusión enorme para la ciudad. Habíamos intentado traer los Juegos Olímpicos a Barcelona, sin éxito, pero ese campeonato fue una puesta en escena maravillosa”, recuerda a sus 88 años.

La elección de Barcelona como sede de una competición internacional fue el preludio de lo que vendría después, no solo para la ciudad sino para su impulsor, Juan Antonio Samaranch, concejal de deportes a sus 35 años, cargo que compaginaba con ser portero de hockey patines. Una de sus primeras medidas fue la de contratar a un entrenador finlandés llamado Olli Virho, especialista en atletismo y preparación física. Sus métodos fueron cruciales para mejorar el deporte español. “Era muy famoso en su país y nos acercó el entrenamiento moderno. Hacíamos ejercicios cardiovasculares, musculares y anaeróbicos… Aquí, hasta ese momento, solo dábamos vueltas a la pista”, matiza Barris.

Barcelona y la España de la posguerra aprovecharon el evento para modernizarse y dar otra imagen al mundo. Y ambas lo lograron. En la ciudad se construyeron el Pabellón de la calle Lleida y el de Badalona, se remodelaron las piscinas Picornell y otras instalaciones que albergaron los 19 deportes que formaron el programa deportivo con la participación de ocho países.

Tomás Barris.
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Tomás Barris.Tomás Barris.

La competición coronó a España como tercera fuerza del Mediterráneo, por detrás de Francia e Italia, con 45 medallas, 12 de ellas de oro. Brilló el gimnasta Joaquín Blume, con siete victorias. Al margen de la competición, Barris recuerda con cariño dos momentos pintorescos. “Estábamos alojados en un hotel en la calle Roger de Flor con Diagonal. Cerca teníamos el cine Trianón, en la calle Valencia. Estábamos en la sala todos los españoles cuando, detrás de unas cortinas, se escuchó la voz de Miguel de la Cuadra Salcedo: ‘Fuego, fuego’. Te puedes imaginar la que se armó… Era broma, claro, pero él acabó arrestado. Era bastante gamberro…”. Ya en el estadio de Montjuïc, la popular Carmen Sevilla se paseó con un coche por la pista, en otro momento apoteósico para los aficionados que llenaron (no todos los días) el recinto. Entre ellos, el General Moscardó, la autoridad del acontecimiento.

Después de Barcelona 1955, Barris vivió su esplendor como atleta. Participó en los Juegos de Roma, en 1960, donde llegó lesionado. Ganó medallas en los Juegos Mediterráneos de Beirut en 1959 y de Nápoles en 1963, ganó 58 encuentros internacionales, subió a más de 190 podios y consiguió 34 récords absolutos de España. Un pionero del entrenamiento moderno, pues siempre ha estado vinculado al deporte, como su amigo Samaranch. Ahora, presume de sus hijos y se mantiene en forma. “Cada día realizo en la terraza de mi casa una hora y media de deporte. Vivo en la Avenida Roma, me compré el piso en esa calle por los Juegos Olímpicos en los que participé”, asegura. Esta es la historia del hombre que introdujo en España el atletismo mundial. “Menuda vida qué he tenido… Es que he hecho tanto…”. Pues sí, Tomás, el primer atleta que se hizo famoso tras los Pirineos.

Tomás Barris, Mustafa Younes y Vinyet Noguero.
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Tomás Barris, Mustafa Younes y Vinyet Noguero.DIARIO AS