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Mitad de mayo: Andrew Luck sigue sin lanzar un balón

En los Indianapolis Colts aseguran que su quarterback está cumpliendo con los plazos establecidos en su recuperación y que todo es normal.

Mitad de mayo: Andrew Luck sigue sin lanzar un balón

Sísifo enfadó tanto a los dioses griegos con su astucia que fue condenado a una de las penas más terroríficas que me puedo imaginar; privado de la vista, se le obligó a empujar una gran peñasco colina arriba para, desde allí, ver como la roca emprendía su viaje cuesta abajo hacia el valle, donde el condenado debería volver a comenzar la operación. De forma indefinida. Es un mito que me pone los pelos de punta y que hace, toco madera, que me siga negando a aceptar un contrato fijo en ningún lado.

El viejo cuento griego fue usado por el filósofo francés Albert Camus para desarrollar un ensayo sobre la futilidad de la vida, de la conciencia del ser humano y, a la postre, sobre el suicidio. No quisiera llegar yo a tanto, aunque quizás Mariano Tovar sí que apueste por ahondar en el asunto, al saber de qué va toda esta introducción: Andrew Luck sigue sin lanzar un balón de football.

Dice Tovar, con razón, que en los últimos meses, cuando parece que la atención en la NFL decae por atravesar un periodo de pocas noticias, y mitad de mayo es espectacular en ese empeño, siempre surge la oportunidad de subrayar que el quarterback de los Indianapolis Colts, año y medio después de operarse el hombro derecho, aún no ha cogido el melón y lo ha lanzado campo adelante.

A mí me parece relevante. Cada día que pasa sin que ocurra tal hecho me parece relevante.

Esta vez ha sido Chris Ballard, el general manager del equipo, el que ha confirmado en ProFootballTalk que, en efecto, Andrew Luck hace levantamientos de pesas, ejercicios para fortalecer los músculos, movimientos que se asemejan a la mecánica de lanzamiento... pero que no ha hecho, aún, algo tan simple como, en esencia, aquello por lo que se le pagan 123 millones de dólares, según su último contrato.

Ballard afirma que está todo dentro del plan. Que el año pasado se precipitaron (aunque tiene mucho cuidado en elegir las palabras adecuadas para no ofender a su predecesor, Ryan Grigson) y que en modo alguno lo van a hacer esta temporada. El momento en el que Luck esté al 100% tiene que ser mediados de julio, que es cuando comienza el campo de entrenamiento de la pretemporada y, por lo tanto, hasta entonces hay que ir con mucho cuidado.

De esta manera, el general manager de los Colts confirma en la entrevista que no se puede esperar a Luck en el campo ni en las actividades organizadas de los últimos dos fines de semana de mayo, ni el minicampo obligatorio de mitad de junio, punto que marca el inicio del mes de vacaciones en la NFL.

Recordemos que Andrew Luck se lesionó, ojo, durante el año 2015. Que jugó tocado y forzando toda la temporada 2016. Que se operó en enero de 2017. Que estuvo tratando de volver al campo, sin conseguirlo, durante la temporada 2017. Que en noviembre de ese año abandonó toda esperanza y, a la vez, abandonó al equipo para ir a tratarse a Europa sin el consentimiento expreso de los Colts y sin comunicarse con ellos. Que emprendió un tratamiento alternativo en California de manera individual. Que lo que han hecho en 2018 su nuevo general manager y su nuevo entrenador, Frank Reich, ha sido darle el parabién y apoyarle en todo lo que el consideré oportuno para su salud.

Y, como dura conclusión, que el quarterback lleva más de dos años sin lanzar un balón de fútbol americano sin dolores o sin tener que forzar sus mecánicas. ¿Cómo se vuelve de eso?

Si nos fijamos en la NBA, ha habido dos casos recientes que, si bien no comparables por ser deportes muy diferentes y lesiones también distintas, sí que pueden poner sobre aviso. Una es la de Kawhi Lenoard, en el abductor, y otra es la de Markelle Fultz, en el hombro. El primero ha acabado haciendo saltar por los aires la relación con su franquicia; la segunda ha llevado al jugador a rehacer su mecánica de tiro con, de momento, catastróficos resultados. No se sale bien de estos entuertos.

Porque, como a Sísifo, como a Albert Camus, a Andrew Luck le tienen que estar asaltando las aflicciones de una vida sin propósito en la que todo esfuerzo conduce a la casilla de salida una y otra vez sin más recompensa de ver como los plazos de recuperación regresan, de una forma u otra, a la pregunta básica: ¿cuándo Andrew Luck va a lanzar un balón de fútbol? Y cuando lo haga ¿Cómo lo va a lanzar? Hasta el más entusiasta de los meros mortales sabe que la sensación de vacío por la rutina sin fin, y sin premio, es capaz de acabar en tragedia.