Nos vemos en septiembre, Los Angeles Rams
No se puede poner un pero a la temporada del equipo de Sean McVay, y ni siquiera la eliminación de playoffs en casa les resta un ápice.
He comenzado esta serie de artículos sobre los eliminados en la ronda de Wild Card con la sensación de que todos ellos tienen más amargura por como ha acabado la campaña que alegría por haber llegado a playoffs y, mira, alguien tiene que perder.
Eso no se aplica a Los Angeles Rams. En absoluto. Se suman tres factores que hacen que, si bien hoy tiene que ser un día triste a la fuerza, porque quedar eliminado siempre lo es, la realidad es que la franquicia va a vivir en plena euforia y alegría todos estos meses que nos quedan hasta el kickoff de 2018.
El primero de los factores es que las expectativas con el grupo eran escasas, siendo generosos, y nulas, si nos ponemos extremistas. La llegada de Sean McVay como entrenador jefe hacía que el año 2017 se considerase poco menos que "azuquita" y todo lo conseguido se ha vuelto una montaña de inesperada alegría.
El segundo es que han sido batidos por unos espectaculares Atlanta Falcons. Este equipo jugó la Super Bowl del año pasado y no lo hizo por casualidad. Así que caer ante ellos, aunque sea en casa, en un partido muy bien jugado, no da para drama. No diré que se asume de entrada, porque no, pero sí que entra dentro de la lógica.
Y tercero, y más importante, es que el futuro no puede parecer más brillante y espectacular para este grupo.
Más allá del escaso uso de Todd Gurley, algo que ha sido poco comentado durante la temporada regular debido a los buenos resultados del equipo, pero que ya estaba sobre la mesa y ha acabado por explotar en el partido de Wild Card, el trabajo de Sean McVay es aplaudido por tirios y troyanos y le pone en la pole position para hacerse con el título de entrenador del año.
Ni él ni su mano derecha defensiva, Wade Phillips, se van a ir a ningún sitio así que la pata más importante de cualquier equipo es de extrema estabilidad. Partiendo de esa base, la aspiración en 2018 será el anillo. Nada menos. Y de eso vivirán hasta septiembre.
Además, los jugadores clave son todos jóvenes y están bajo control. Jared Goff, Todd Gurley, Cooper Kupp... no hay miedo de perderles y sólo existe la sensación de que serán aún mejores el año que viene.
El único gran dolor de cabeza de la offseason podría ser la renovación de Aaron Donald, pero todos sabemos que le van a convertir en el jugador no quarterback mejor pagado de la historia de la NFL y hasta ese asunto dará para buenos, bonitos y soleados titulares en el entorno del equipo.
En Los Angeles ha aparecido, como de la nada, un equipo feliz, ambicioso y espectacular que, incluso tras perder un partido de playoffs luce más que las estrellas. En los próximos siete meses comprobaremos lo importante que es tener esa acumulación de energía positiva porque nada hará mella a este grupo. Sólo las derrotas les pueden tumbar, y de esas seguro que no tienen ninguna importante hasta, al menos, el próximo septiembre.