—Este año ha sido de descompresión tras sus dos medallas en Río, pero parece que ha sido el mejor de su carrera. ¡Lo que hace la tele! —(Se ríe) Deportivamente hablando, fue más suave, de relax. Pero a nivel mediático ha sido el más explosivo con diferencia. ¡MasterChef lo veía mucha gente y se nota!
—¿Le paran ahora mucho por la calle? Sí que me reconocen más. ¡Craviotto el de MasterChef!, me dicen en los aeropuertos o los centros comerciales... Pero siempre con respeto.
—¿Qué es lo más bonito que le han dicho? —Que les gustó mucho mi actitud, cómo peleé. Casi todo piropos, la verdad. ¡No me puedo quejar! Salí con buena imagen y fue una gran experiencia.
—¿Cuánto le han subido los seguidores en las redes? —Entré con 30.000 seguidores y cuatro medallas olímpicas y ahora voy por los 160.000. Una animalada. En cierto modo, también es triste, pero es así.
—MasterChef. ¡Quién se lo iba a decir a un piragüista! —Cuando me lo propusieron me sonó a cachondeo. Si no sabía hacer ni una tortilla de patata… Pero me mentalicé, fui a aprender a Casa Gerardo, un restaurante con estrella Michelín, mejoré y me quité el miedo.
—¿Qué sintió cuando se vio rodeado de José Corbacho, Bibiana Fernández, Silvia Abril...? —Flipé. Pensaba, ¡qué hago yo con esta tropa! Pero lo que me encontré fue gente supermaja. Hicimos una piña espectacular.
Ampliar
DIARIO AS —¿Es verdad que perdió siete kilos? —Sí. Además del estrés y los nervios, frené el nivel de entrenamiento y bajé de músculo. Pero ya estoy otra vez en mis 99 kilos, entrenando como una bestia, y lo he recuperado rápido.
—¿Qué le dice el pez rey con pa amb tomaquèt, becada con manzana y ñoqui de maíz y postre de frutas de la pasión y albaricoque, quenelle de helado de mango y un árbol de chocolate? —Ja, ja, los platos con los que gané…
—Le habrá tocado cocinar, pues, estas fiestas. —¡No lo dude! Tengo a la familia encantada. Ahora que sé de solidificaciones, espumas y demás, no les vale ya cualquier cosa. A los que no he preparado nada aún es a los colegas de la piragua, pero todo se andará cuando baje el suflé de MasterChef y tenga un poco más de calma.
—¿Dónde ha colocado el trofeo? ¿En la cocina? De momento está en el salón porque ahora viaja siempre conmigo. Me pasa como con las medallas. Van y vienen.
—¿Saber templar la tensión le pudo ayudar? —En este programa te olvidas de las cámaras. Vas con tantos nervios y prisas que no te das cuenta, y es lo bueno porque así sales como eres. Pero sí es verdad que la templanza que te da la competición sirve.
—El premio de 75.000 euros, para la Fundación Aladina. ¿Lo mejor? —Sí, sí. Es lo más bonito que he podido hacer. Dará oportunidades a niños con cáncer y eso es fantástico. Voy a estar en contacto con Paco Arango (el fundador) porque quiero saber a dónde va el dinero, para qué sirve. Me gustaría ir a los hospitales y vincularme más.
—¿Cómo hizo para no perder la forma durante la grabación? —Fueron dos meses. Vivía en un hotel de Madrid con Corbacho y hacía mis pesas, salía a correr por el Retiro, los fines de semana entrenaba en Asturias… Fue duro porque ahora me está costando un pelín coger la forma. ¡Pero estoy ya más fuerte que el vinagre!
—¿No sería fácil ahora aprovechar el tirón y bajarse la piragua? —No se me ha pasado por la cabeza. Le doy más importancia a la pasión que siento por el deporte. Creo que puedo lograr esa quinta medalla olímpica y estoy centradísimo en entrenar.
Ampliar
PACO PAREDES —¿Aconsejaría a otros deportistas embarcarse en experiencias como esta? —Sí, pero es duro. Se pasa mal, aunque me haya llevado once amigos espectaculares.
—¿Tras MasterChef, la obsesión es ahora Tokio 2020? —No me gusta obsesionarme con nada, pero sí que tengo la vista en ello. Ahora estoy implicado al cien por cien. Pero no depende de mí solo, sino de los rivales.
—¿Cómo se ve allí? —Acabo de terminar una concentración del K4 500, probando combinaciones con Marcus Cooper, Cristian Toro, Rodrigo Germade, Carlos Garrote y Roi Rodríguez. Nos estamos dando palos todo el día en el agua. Ya veremos si entro en ese K4. El puesto hay que ganárselo.
—¿Cuántas horas al día echa ahora entrenando? —Las mismas que siempre. Cuatro o cinco divididas en varias sesiones de lunes a sábado. Yo soy una persona de comer bastante, y en Asturias la comida es muy calórica. Pero por el nivel de grasa que me miden, lo quemo todo.
—Ha escrito el libro ‘4 años para 32 segundos’. ¿Cómo fue lo de enfrentarse a una página en blanco? —Tenía ganas de plasmar mi trayectoria. No he querido que fuera ni una autobiografía ni un libro de piragüismo. Está enfocado en cómo he llegado al éxito y en qué se ha sustentado. Le he dado mucha relevancia al pilar social. No obsesionarse, disfrutar del camino. Además cuento la dieta exacta de lo que comí un mes antes de los Juegos de Río… Doy pautas y consejos e intento no vender humo. No hay una fórmula mágica para el éxito, sino trabajo y sacrificio.
—El título refleja muy bien lo que se juega en un visto y no visto. —Sí, es impactante porque en medio minuto me juego el trabajo de cuatro años. Por eso hablo de cómo autogestionar el nivel de presión, cómo controlar la mente.
—¿Qué es la ‘Dieta de Celia’ de la que habla en su libro? —Celia es mi mujer, y tengo la suerte de que le gusta hacer comida saludable. Para un deportista, uno de los pilares más importantes es la alimentación.
—Su libro de cabecera es ‘Rafa, mi historia’, de Rafa Nadal. Este tampoco lo haría mal en los fogones… —No, no. Es que como deportista me siento identificado con él. Su forma de ser, la humildad que demuestra con lo que significa para el deporte mundial. Ha sido una inspiración para mí.
—Dígame un deseo para 2018. —¡Que sea la mitad de bueno que este! Pero sobre todo que haya salud en mi familia.
—Por cierto, ¿cómo le esperaba su mujer en casa después del beso con Eva González? —¡Se lo tomó con humor! Pero la verdad es que como se grabó antes, estuve tres meses allanando el terreno. Pero bueno, cuando lo vio, estábamos en el sofá y la miradita fue ¡ufff! Tengo una mujer que no me la merezco.