María Vasco, del bronce olímpico a entrenar "pequeñas princesas"
Fue la primera atleta española en ganar una medalla en los Juegos y ahora entrena a niñas en el CA Gavà y trabaja como ‘personal trainer’.
María Vasco (Viladecans, Barcelona, 26 de diciembre de 1975) se convirtió en los Juegos de Sidney 2000 en la primera atleta española que subió a un podio olímpico: bronce en 20 kilómetros marcha. Aún se recuerda la cara de ansia con la que la catalana miraba esa medalla durante la ceremonia de entrega de recompensas, en el espléndido Stadium Australia.
María compitió durante 27 años y también subió al podio en los Campeonatos Mundiales de Osaka 2007. Otro bronce. Pero, como ella misma reconoce, tenía “fecha de caducidad”, y esa fecha fue el 13 de noviembre de 2013. Ese día comunicó en una rueda de prensa, entre lágrimas, que decía adiós a la alta competición.
¿Por qué? “Un día salí a entrenar, como siempre, y de repente me di cuenta de que no tenía ilusión ni motivación… y regresé a casa andando”, dice María. Era un adiós a la élite, a las agotadoras sesiones de preparación, con frío, con lluvia, con calor tórrido, a las durísimas competiciones de 20 kilómetros en cualquier lugar del mundo, a las sonrisas (medallas, récords…) y a las lágrimas (algún mal resultado, lesiones, decepciones, como la de no ganar medalla en los Europeos de 2010, en Barcelona, su casa, con aquella lesión…).
Pero no era un adiós al deporte, ni mucho menos. María es entrenadora del Club Atletisme Gavà desde septiembre de 2014. “Preparo a niñas de ocho a trece años, con el objetivo, sobre todo, de que adquieran los grandes valores que puede dar el deporte y que disfruten con lo que hacen”, dice, ilusionada, la primera medallista olímpica del atletismo español, territorio en el que ahora está acompañada por Ruth Beitia, campeona de salto de altura en Río 2016.
El CA Gavà nació en 1986, fundado por un grupo de atletas aficionados y tiene una escuela de atletismo que acoge todas las modalidades. Su sede es el Estadio Municipal la Bòbila. María llama a sus niñas “mis pequeñas princesas” y con ellas ha conseguido algunos títulos catalanes. Pero el objetivo, insiste siempre, es más formativo que competitivo.
También trabaja como Personal Trainer en Holmes Place: “Aconsejamos a la gente que pretende hacer algo de deporte. Se les pesa, se les mide y se les orienta sobre cuál puede ser su mejor actividad para mantenerse bien”.
Y ella predica con el ejemplo: hace running “cuatro veces a la semana, con algunos amigos” y se ha animado a participar en algún medio maratón. Corriendo, no marchando, que eso lo hace a veces con sus niñas. Y para divertirse, para seguir sientiéndose deportista.
Echa de menos a sus padres, ambos fallecidos, él en 2006 y ella en 2013. A su padre le dijo que quería hacer marcha y él preguntó: “Qué es la marcha”. Y otro día: “Niña, con lo poco que te pagan, no des muchas zancadas”. Y a propósito del escaso dinero que se gana en el atletismo y especialmente en la marcha, María le comentó una vez a su madre: “Me has parido para marchar, ¿por qué no me pusiste una raqueta de tenis en la mano?”.
También, esporádicamente, comenta grandes campeonatos de marcha en TVE, con simpática y entrañable vehemencia, jaleando siempre los éxitos de los españoles. Es ferviente defensora del juego limpio y se muestra intransigente con el dopaje. Y no simpatizaba, precisamente, con José María Odriozola.
No ha hecho moda en serio, a pesar de que su fotogenia es proverbial. Algunos informadores gráficos comentan que “la cámara se enamora de ella” y María ríe y contesta, simplemente: “¡Qué majos!”. Pero, a propósito de imágenes, se arrepiente de haber posado desnuda para Interviú: “Las fotos no me gustaron”.