¿Qué fue de Armando Galarraga y su partido casi perfecto?
Tal día como hoy, el pitcher venezolano estuvo a punto de formar parte de la historia de las Mayores, pero el error de Jim Joyce le costó la inmortalidad.
Durante los más de 140 años de historia que tiene el béisbol en suelo norteamericano, se han disputado más de 210.000 encuentros en las Mayores, con citas para el recuerdo y que perdurarán en nuestro recuerdo por siempre y para siempre, pero ninguno ha alcanzado la trascendencia de un partido perfecto, en el cual el pitcher es capaz de eliminar a los 27 bateadores a los que se enfrenta desde la lomita sin permitir que ninguno, que ni uno solo, alcance siquiera la primera base.
Es el momento culminante en la carrera de un pitcher y uno por el cual será recordado para la posteridad, por muchos años que transcurran.
Su lugar en la historia
En total, se han producido 23 encuentros de esta magnitud en la historia de las Grandes Ligas, pero en realidad, los libros de récords tendrían que contabilizar que se han logrado 24.
Tal día como hoy, Armando Galarraga estuvo tocado por los dioses del béisbol como sólo unos privilegiados han conseguido estar a lo largo de los tiempos.
Un 2 de junio de 2010, el pitcher de los Detroit Tigers estaba a punto de inscribir su nombre con letras de oro en el pináculo de su trayectoria en la MLB, cuando frente al último jugador que se presentaba en el cajón, sucedió esto…
El garrafal error de Jim Joyce, considerado por entonces como uno de los mejores árbitros del béisbol, impidió que Armando consiguiese una hazaña que está al alcance de unos elegidos al declarar que Jason Donald había quedado a salvo en primera cuando todo el mundo había visto lo contrario, incluido el propio corredor y que hacía que surgiese esa medio sonrisa en el venezolano.
Aunque lograba la eliminación del siguiente jugador, el daño ya estaba hecho y es uno que jamás ocurriría en la actualidad con la llegada del instant replay, el challenge o el uso del vídeo para evitar situaciones embarazosas como esta.
La posterior reacción de Jim Joyce, atendiendo a los medios, es de las que te conmueven, sabiendo que le había costado la oportunidad de una vida a Galarraga y con un gesto de sinceridad y arrepentimiento que no estaría nada mal que tomasen nota en otros ámbitos.
La importancia del momento
Y es que para ponerlo en perspectiva y por mencionar a algunas leyendas como Walter Johnson, Warren Spahn, Bob Gibson, Juan Marichal, Roger Clemens, Tom Seaver, Steve Carlton, Greg Maddux, Pedro Martínez o en la actualidad Clayton Kershaw que no han conseguido algo así.
Sin embargo, pitchers con un nivel de calidad infinitamente menor como Dallas Braden o Philip Humber sí que lo consiguieron.
Memorable también el momento en el que al día siguiente y en lugar del entrenador, Galarraga se acercaba al propio Jim Joyce para entregarle la tarjeta con el turno de bateo que jugaría esa jornada, volviendo a sacar las lágrimas del colegiado en un acto de deportividad que acaparó los titulares en todo el mundo.
Su carrera
En realidad, la carrera deportiva de Galarraga en las Mayores no fue especialmente exitosa, ni siquiera en aquella campaña de 2010 en la que tuvo un récord de 4-9 y una ERA de 4.49. Globalmente actuó en 100 encuentros en las Grandes Ligas, siendo abridor en 91 ocasiones y con una marca de 26-34 y una efectividad de 4.78 en los seis años en los que defendió los colores de Texas Rangers, Detroit Tigers, Arizona Diamondbacks y Houston Astros entre 2007 y 2012.
Galarraga declaraba un 7 de diciembre de 2015 que se retiraba del béisbol porque “su brazo ya no estaba al nivel que yo quisiera”, siendo el punto y final a su carrera deportiva, en la que los mejores recuerdos pertenecen a los momentos compartidos con Miguel Cabrera o Iván Rodríguez, entre otros, aunque también es cierto que ha seguido vinculado al pasatiempo nacional como instructor de lanzadores en Ligas Menores para los New York Yankees.
Desde aquí, siempre recordaremos con especial cariño aquella hazaña que estuvo a punto de lograr Armando Galarraga, pero con el lamento de que un error humano le costase alcanzar la inmortalidad que se merecía.