A los pies de mi verdugo
La épica victoria de los Patriots de Tom Brady y Bill Belichick causan sentimientos enfrentados a todos los aficionados de la NFL.
El lunes de madrugada se jugaba la Super Bowl, la edición número 51 del trofeo Lombardi, un evento que acapara la expectación mundial en un deporte que poco a poco comienza a abrirse paso más allá Norteamérica. Los aficionados a la NFL sentíamos una mezcla de emociones, una fiesta de sensaciones, el placer de ver toda una final con la tristeza de ser nuestro último partido hasta septiembre.
Como gran final siempre tienes que convivir con el típico "experto", ese ultra fan que no ve los partidos porque no tiene tiempo pero que siempre hace un hueco en su ajetreada agenda para ver el último partido, ese aficionado incondicional del equipo favorito de cada año, al cual ha seguido toda la vida, sufriendo sus derrotas y celebrando cada victoria. Eso realmente te da igual porque es tú día, o para la mayoría de nosotros la noche, esa en la que todo lo disfrutas tanto que cuando te quieres dar cuenta, ya se ha acabado.
Pero hay momentos en el que ese tiempo se para, o al menos parece ralentizarse, los segundos se convierten en minutos y los minutos en horas. Dicen que solo los grandes saben cómo provocar esta sensación, el placer de disfrutar un sentimiento de emoción que parece eterno: Gary Moore haciendo llorar una guitarra, la voz rasgada de Kurt Cobain, Andrea Pirlo controlando el tempo del partido, Michael Jordan y el "The last shot".
El lunes de madrugada vivimos la excelencia de este dominio del reloj, la magia de controlar el tiempo llevada a un nivel pocas veces visto. ¿Los responsables? Quiénes iban a ser si no, los Patriots de Bill Belichick y Tom Brady autores de 8 minutos en los que el tiempo se rindió a sus pies. Desde este partido tendrán un lugar en el olimpo del deporte para muchos y un hueco en el rincón más lúgubre del infierno para tantos otros. La supremacía de una pareja que solo (como si fuera poco) es la cabeza visible de una franquicia que ha dominado el football en el siglo XXI. Cinco anillos atestiguan su poder, una mano entera llena de brillantes sortijas, representantes de un quinteto de obras maestras sobre el campo.
Difícilmentemente volveremos a ver algo igual en la historia de este deporte y como fan de los Pittsburgh Steelers desde que sigo la NFL y simpatizante acérrimo de los Atlanta Falcons no puedo hacer otra cosa que sentir orgullo, aunque lleno de rabia, por haber visto como Tom Brady, de la mano de Bill Belichick y con la ayuda de una defensa llena de guerreros, ha acabado con mis dos equipos del alma. Así pues, yo, como aficionado a este deporte, solo puedo rendirme, como el tiempo, a los pies de mi verdugo.