Rex Ryan es esclavo de su empeño por ser distinto. De su forma de ver la vida como si nada fuera importante. Él hace las cosas porque le divierten. Y tira hacia delante con su enorme corpachón siempre a régimen, sin importarle mucho las consecuencias de sus actos, porque cree firmemente que merece la pena el riesgo.
1 Tyrod Taylor es una incógnita. Tras un año como titular, sus números han convencido tanto como para que en el equipo se le dé la batuta, pero no tanto como para renovarle a largo plazo. No aún. Este año será más determinante, para bien o para mal, tanto por su personalidad como por el uso que de él hará Rex Ryan. De su desempeño dependerá buena parte del ataque.
2 El encaje de la defensa, a medio reconstruir, con las ideas de Rex y Rob Ryan. El año pasado Rex se encontró un grupo que funcionaba como un reloj y que, tras su paso, se resquebrajó. Ahora tiene jugadores más adecuados a sus sistemas, elegidos en el draft justo por eso, y ya no habrá excusas: la defensa debe volver a ser dominante para que el equipo tenga opciones.
3 Sammy Watkins y el síndrome de los grandes receptores sin mucho acompañamiento y excesivamente defendidos. El uso que se le ha dado hasta ahora ha sido paupérrimo, desde el punto de vista táctico, con pocas distracciones y obligándole a ganar guerras contra más rivales que, además, saben que el balón va para él. Su talento es incuestionable, sus números no.