Los fantasmas de Eddie Lacy
A Eddie Lacy, corredor de los Packers, ni su salario, ni su fama, han conseguido calmar un trauma que comenzó una noche de verano del año 2005.
El dinero no da la felicidad, es un tópico muchas veces repetido y que pocas veces creemos. El dinero te asegura una buena casa, o varias, libertad de movimiento, seguridad contra las eventualidades del destino y, según cómo seamos de prácticos, hasta amor. Pero hay veces que lo que te daría la felicidad se escapa al poder de tus recursos, por abundantes que sean. Es el caso de Eddie Lacy, Running Back de los Green Bay Packers, al que ni su salario, ni su fama, han conseguido calmar un trauma que comenzó una noche de verano del año 2005.
En la madrugada del 29 de agosto, el huracán Katrina creó más de 50 brechas en los diques que protegen a la ciudad de Nueva Orleans del lago Pontchartrain y del río Misisipi, anegando el 80% del área metropolitana, incluida la Gretna natal de Eddie Lacy. Como tantos otros, los Lacy, una familia de clase media, lo perdieron todo entre el fango y los saqueos que se produjeron en los días posteriores. Los siguientes meses fueron para Eddie Lacy un Via Crucis que le llevó de Louisiana a Texas y de Texas a Louisiana, viviendo de la solidaridad de familiares o de aquellas personas que ofrecían su techo para los damnificados a través del programa share your home, hasta finalmente asentarse en un pequeño trailer en Geismar, Louisiana. El niño que jugaba feliz al fútbol con sus vecinos de Gretna fue perdiendo su felicidad entre las estrecheces del trailer, pensando en tiempos mejores de los que no le quedaba ni una sola foto y viendo cómo el tiempo iba difuminando esos recuerdos. La amargura de sus años en Geismar dió forma al carácter del Eddie Lacy de hoy en día: reservado, apático y con un punto de rabia contra el mundo. Una rabia que canaliza desde sus años en el instituto en el terreno de juego. Lacy, que en una entrevista para ESPN declaró que empezó a jugar de Running Back porque prefería correr de la gente que golpearla, se ha convertido en un corredor tipo “beast mode” al que no sólo le gusta golpear, sino pasar por encima de los defensas rivales. La agresividad en sus carreras ha sido la seña de identidad de Eddie y el motor que le ha llevado a cumplir su mayor objetivo: sacar a su familia del trailer. Los Lacy viven ahora en una bonita casa con un jardín donde pueden reunirse a ver el sol ponerse sobre Baton Rouge.
Aunque Eddie Lacy sea una estrella, ya desde sus tiempos de jugador universitario en varias entrevistas ha declarado que no disfruta jugando desde su niñez en Gretna. Su fórmula de profesionalismo sin pasión ya causó dudas entre los scouts en 2013, el año que se presentó al draft. Lacy fue el cuarto Running Back elegido, por detrás de Giovani Bernard, Le’Veon Bell y Montee Ball. Dudas que volvieron a aparecer el año pasado, cuando se presentó al training camp con un sobrepeso descarado y que motivó un descenso notable en su producción.
Si en los dos primeros años hizo más de 1000 yardas de carrera y más de 10 TD por temporada, el pasado curso se quedó en 758 yardas y unos pobres 5 TD entre carrera y recepción. Así que en vísperas de que empiece el training camp, todavía siguen las dudas en Green Bay sobre si su barrilete cósmico será este año más barrilete o más cósmico.
Hace tres meses circularon por internet unas fotos de Eddie Lacy luciendo tipo torero después de entrenar con el famoso entrenador Tony Horton durante dos meses. Pero lo cierto es que en el minicamp de este junio, el propio Mike McCarthy, entrenador de los Packers, declaró que todavía le quedaba trabajo por hacer para estar en la forma que esperaban de él. Las dudas sobre el rendimiento de Lacy inquietan a la parroquia quesera que ve cómo los mejores años de su QB estrella Aaron Rodgers van pasando sin un nuevo trofeo Lombardi en sus vitrinas. Porque hay una cosa clara: los Packers necesitan la mejor versión de Eddie Lacy para ser candidatos al título.