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AFC Norte desde dentro

Ser quarterback suplente de la AFC Norte no es ningún chollo

La dureza de la división hace que deban aparecer por el terreno de juego con más frecuencia de la deseada, y de ahí la importancia de tener bien cubierta la posición.

Cartagena
Ser quarterback suplente de la AFC Norte no es ningún chollo
USA TODAY Sports

Yo de mayor quiero ser quarterback suplente. No digáis que vosotros no. Cobrar un generoso salario de 7 cifras y no tener más responsabilidad que la de sostener una tablilla y decirle al titular “lo estás haciendo muy bien, campeón” cada vez que se acerque a la banda. A salvo de dolorosos golpes y feroces críticas en prensa. Pudiendo lucir pelazo y parienta espectacular. Así que sin pensarlo dos veces, imprimí mi currículum en papel del bueno, me puse la mejor de mis sonrisas, y me dirigí a las oficinas de los equipos de la AFC Norte a ofrecer mis servicios.

El primer objetivo era, obviamente, mis Cincinnati Bengals. Un lugar ideal: un QB joven, con la titularidad asegurada, y un contrato de larga duración. Sin embargo, aquel día no había casi nadie en el club porque habían ido a felicitar, precisamente, al actual QB suplente, A.J. McCarron por su reciente paternidad (sospecho que más por ver a la feliz mamá, un espectacular bellezón sureño, que a la neonata criatura). Me atendió un señor mayor, que por el respeto reverencial que el resto de empleados le profesaba, debía ser el amo del cotarro. Tomando con él un café (que, por cierto, me tocó pagar a mí), me comentó que estaban muy contentos con McCarron. No es un signal-caller espectacular, pero solventó razonablemente bien la papeleta de reemplazar a Dalton, con dos cómodas victorias ante 49ers y Ravens, y dos derrotas ajustadísimas en el transcendental encuentro de Denver y el wildcard contra Steelers. Al ser un QB con bastantes similitudes con el titular, su inclusión en la alineación no fue traumática y teniendo en cuenta lo poco que cobra, me recordó, no se le puede pedir más.

No obstante, el anciano se quedó con mi currículum. Nunca se sabe, me dijo. Aunque no se planteaba cambiar el statu quo, me confesó que en la NFL, “intransferible” significa “sube la oferta y te lo llevas”, y el reciente intento por hacerse con Mettenberger me hace pensar que si llega alguien con una buena proposición por McCarron, no dudaría en aceptar el trato.

El siguiente destino me llenaba de ilusión: Cleveland. El hogar donde el antiguo QB suplente había pasado su carrera entre juergas, alcohol, chicas, disfraces… El puesto soñado. Me atendió un señor muy educado, con nombre de comida japonesa. Sushi o Sashi, o algo así. Muy amablemente, me indicó que no les quedaban vacantes. Tenían como titular a Robert Griffin y estaban muy ilusionados con él. Como primer reserva, McCown, un veterano bastante fiable. Además, el entrenador había drafteado a Kessler como apuesta personal, y en plantilla tenían otros dos, Davis y Shaw, aparte de un QB reconvertido a WR como Pryor. Sea cual sea la dirección que quiera tomar el nuevo cuerpo técnico, disponían de una completa variedad de alternativas, y probablemente ésta fuera la posición mejor cubierta del ataque. Pese a sus decepcionantes palabras, le ofrecí pasarle mis datos de contacto por Whatsapp, a lo que se opuso tajantemente, sin duda por amargas experiencias anteriores con mensajes de texto.

Sin descomponer el ánimo, puse rumbo a Baltimore. Hasta su lesión el año pasado, Flacco había disputado 137 partidos de forma ininterrumpida desde que aterrizó en la liga. Las probabilidades de tener que salir a jugar eran mínimas, ideal para mis pretensiones. Me atendió un señor muy grande y campechano. “¡Llámame Ozzie!”, me dijo, mientras yo me preguntaba si para ser General Manager era imprescindible tener un nombre raro. Me habló maravillas sobre el trabajo de la institución con los QBs suplentes, y cómo evolucionaron sus carreras después en otros clubes jugadores como Beck, Banks o Taylor, ignorante de que mi intención era precisamente la contraria. Sin embargo, me reconoció que llegaba tarde, y ahora mismo no buscaban a nadie. Ya hicieron un casting el año pasado: Schaub, Clausen, Mallet… resultando ganador éste último. Un jugador de incuestionable calidad técnica, y cuyo parecido con Flacco no se limita a lo físico, sino que se extiende a su estilo de juego. Si consiguen domar su carácter complicado, será una interesante inversión de futuro, porque aún es joven (27).

La última escala de mi travesía era Pittsburgh, justamente la opción menos apetecible. Raro es el año que no se lesiona Roethlisberger y al suplente le toca jugar. Por contra, fue donde más esperanzas de contratación me dio su mánager general (eso sí, con sueldo de becario, porque la situación económica no era nada boyante). Colbert me reconoció que el pasado draft estuvieron interesados en QBs (Kessler, Prescott), pero las necesidades del equipo en otras áreas, y las limitadas elecciones de que disponían, hicieron declinar sus intenciones. Se sinceró conmigo, casi al borde de las lágrimas, recordando lo mal que lo pasó el año pasado cuando tras la lesión de Gradkowski, y la baja forma de Landry Jones, no tuvo más remedio que recurrir a Vick. Era la mejor opción del mercado y no escatimó en gastos, pero el experimento no funcionó. Le dije que me lo pensaría, pero para quitármelo de encima. Por bien que lo haga su línea ofensiva, poco se puede hacer para refrenar los impulsos pseudosuicidas de Big Ben, y las posibilidades de saltar al emparrillado, demasiado elevadas dada la escasa competencia.

En definitiva, lo que me quedó claro es que los cuatro equipos se toman muy en serio quién será su segundo QB. Saben que la dureza de esta división hará que tarde o temprano tengan que intervenir, y en sus manos decidirse el éxito o el fracaso de la temporada. Si queréis ser QB suplente y vivir del cuento, desengañaos, no os conviene la AFC Norte. Hay un dicho que afirma que el jugador de football más querido en la ciudad es el quarterback suplente… hasta que se convierte en titular. En esta competida división, pasará antes de lo que podrías pensar.