La batalla que dio lugar al 'Circle pray' en la NFL
El 3 de diciembre de 1990 no fue un lunes cualquiera. Y no porque en Argentina ese mismo día se produjera el enésimo alzamiento militar carapintada del coronel Seineldín contra el gobierno de Carlos Menem, no. Era porque en el Monday Night Football (MNF) de esa jornada se jugaba algo más que un partido de football. Aquella fresca noche en Candlestic Park se enfrentaban dos equipos con muchas cuentas pendientes. Si Joe Montana aún se escocía por la paliza que sufrió su equipo en los playoffs de 1986, con aquel 49-3 que aún es la peor cosechada por la franquicia de la Bahía, Phil Simms igualmente sangraba por la herida del polémico final de la temporada regular de 1988, cuando en la última jornada los 49ers perdieron en casa frente a los Rams, dejando fuera de los playoffs a Nueva York y generando la ya célebre respuesta del quarterback a la pregunta de un periodista durante el partido: "I'm just sitting here watching the 49ers lay down like dogs."
A estos dolorosos antecedentes se añadían las trayectorias deportivas de ambos equipos: San Francisco, desde 1981 en que ganó el Super Bowl y, salvo la descomprensión que padeció la temporada siguiente, había competido en la postseason todos los años, ganando tres Super Bowls más, dos de ellas consecutivas en 1988 y 1989 merced a un ataque irrepetible con Montana como alter ego de Walsh y Seifert sobre el turf. Si bien los Giants no presentaban un balance tan estratosférico como los 49ers, en 1986 habían logrado el Super Bowl con aquella inolvidable «Big Blue Wrecking Crew» defensiva diseñada por un joven Bill Bellichick. Y la presente temporada se presentaba igualmente apasionante entre los dos conjuntos de la NFC, no en vano, ese 3 de diciembre, ambos acreditaban un imponente 10-1 en sus casilleros a falta de cuatro semanas para culminar la regular season, con Filadelfia y Washington apretando de lo lindo en la NFC East y los Saints en la West.
En este escenario prebélico, convenientemente alimentado por los medios –se publicó que Simms había dicho que Ronnie Lott estaba acabado, contestado el mítico defensa que en el partido lo comprobaría el ahora comentarista -, Pat Richie, a la sazón capellán de la franquicia de San Francisco, consideró que debía hacer algo para mitigar esta acritud y, sobre todo, para reflejar que al fin y la postre, esto era sólo un entretenimiento, debiendo estar los jugadores, en tanto seres humanos, por encima de enconos deportivos. De tal manera que con ese fin, se puso en contacto con su homólogo de los Giants, el reverendo Dave Bratton, proponiéndole que los jugadores que quisieran de ambos equipos se unieran en una oración conjunta, en una suerte de acto ecuménico que reflejase los valores del deporte más allá de las pugnas competitivas existentes. Bratton no sólo le pareció bien, sino que además había ya considerado esa posibilidad, más aun después de ver como el legendario y muy religioso Reggie White, antes de un partido, se había arrodillado con un compañero a rezar. También le constaba que ese rito era común en los Crimson Tide, cuando eran liderados por su tight end Howard Cross, ahora en la franquicia de los Mara.
Los referidos paters trasladaron la incitativa a sus respectivos vestuarios, siendo bien acogida la propuesta. Ahora la cuestión era determinar cuándo y dónde se efectuaría esa oración conjunta, teniendo en cuenta que, como dice Bratton, «Parcells le hubiese matado si le propone cualquier distracción antes del partido» y, por otro lado, el final del encuentro podría ser un riesgo si los ánimos acabaran caldeados. Al final, se transó en que, al margen de quien ganase o perdiese, el acto de confraternización se celebraría al final del encuentro, doblando una rodilla en la yarda 50.
El MNF fue, como se preveía, brutal. Las defensas se impusieron a los ataques, limitando el juego terrestre a 29 y 28 yardas respectivamente -Ottis Anderson, apenas superó dos yardas por acarreo-, y a 75 y 88 yardas aéreas - Jerry Rice, el mayor receptor en la historia, atrapó un pase para 13 yardas-, quedándose ambos quarterbacks por debajo del 50% de pases completados. Cinco turnovers, cuatro sacks, un solo field goal convertido y un raquítico touchdown resumen ilustrativamente lo que fue una verdadera guerra de trincheras. Tras adelantarse los Giants mediante una patada de Matt Bahr en el segundo cuarto, los 49ers anotaron el único touchdown del partido en el mismo periodo, tras un pase de Montana a Taylor de 23 yardas. Es decir, toda la segunda parte se la pasaron sacudiéndose sin una sola anotación, no en vano, hoy es aún el tercer MNF con menores guarismos de la historia, solo por detrás de los paupérrimos 3 puntos del Pittsburgh-Miami de 2007 y el Jacksonville-Pittsburgh de 2006 –Cowher era así, que le vamos a hacer…-.
El partido terminó con el referido 10-3 para los de Seifert, y cierta confusión se apoderó de los jugadores «¿cómo vamos a ponernos a rezar ahora con estos cabrones que llevan dos hora y medio dándonos hostias?» se preguntaba el nose Steve Wallace. Lo cierto es que al final, el citado Wallace, McIntyre, Jones, Bubba Paris, Dave Waymer y Ron Lewis se trasladaron a unas 15 yardas de la end zone, hincaron la rodilla en el césped y comenzaron a rezar, no sin dejar de mirar de reojo y comprobar que, de momento, no había Giants en el corro. Pero entonces, el piadoso Cross y el back Reyna Thompson se unieron al círculo, iniciándose con ese gesto una tradición, no exenta de polémica que, como veremos, dura hasta nuestros días. Resulta extraordinariamente paradójico advertir como, a pesar de que fue el segundo MNF más visto de la historia (42% share, 26.9 rating), las cámaras de la ABC no captaron el histórico momento, toda vez que estaban pendientes del altercado pospartido protagonizado por Lott y Simms. Es decir, en un lado del campo los jugadores oraban y en otro se zurraban…
Tanto los jugadores de un equipo como de otro, continuaron esa temporada celebrando estos círculos rogativos tras los partidos…incluso después del NFC Championship Game de ese mismo año. En efecto, el 20 de enero de 1991, Candlestick Park volvía a ser testigo del choque –el quinto en diez años- entre los dos mejores equipos no de la NFC, sino de toda la liga. El partido, al igual que el celebrado el pasado 3 de diciembre, fue una batalla defensiva en toda regla que terminó en su primera mitad con los equipos igualados a 6 merced a los field goal transformados por Cofer y Bahr. Al inicio del tercer cuarto, y casualmente también por medio de Taylor, los 49er se adelantan 13-6, recortando de nuevo la ventaja otra vez por medio de Bahr con un field goal de 46 yardas al final del tercer periodo. El drama se mascaba en la Bahía. En el último periodo las hostilidades se incrementan hasta el paroxismo: si Jeff Hostetler es sacado del campo por un tackle de Jim Burt, los Giants se cobran la pieza más valiosa. En un tercer down del ataque californiano, con la secundaria asfixiando a los receptores, Montana sale del pocket perseguido por Lawrence Taylor, pero es Leonard Marshall quien, tras zafarse del bloqueo de Tom Rathman, entra como un ariete por el lado ciego de Joe Cool, percutiendo en su maltrecha espalda y arrojando el siguiente parte médico: fractura de dedo de la mano derecha, contusión de esternón y estómago, costilla rota y conmoción cerebral y, claro, fumble recuperado para Giants. El subsiguiente drive culmina con un nuevo field goal que transformado por Bahr, coloca el marcador en un apretado 13-12 con 5:47 por jugarse. La entrada de Steve Young en sustitución del atropellado Montana no altera el statu quo del juego, con la defensa de Giants deteniendo una y otra vez el ataque de San Francisco. Con 2.36 en el luminoso, Hostetler conduce a su equipo hasta la 42, y desde allí, quien si no, Matt Bahr, con 2 segundos en el reloj, anota el field goal definitivo que da el pasaje para el Super Bowl. Pues bien, a pesar de lo doloroso de la derrota, prácticamente en el último segundo, y que a la postre supuso el fin de una era en San Francisco, volvió a producirse el prayer circle en medio del campo entre jugadores de ambas franquicias.
Y qué decir del Super Bowl XXV de ese año… a falta de ocho segundos para terminar, los Bills perdían por un punto, con el oval en la yarda 47. Aquel pateo –el célebre Wide Right de Al Michaels- de Scott Norwood pudo cambiar la historia de la franquicia tetraluser. Pues también en esa dramática coyuntura hubo rezo colectivo.
Sin embargo, a partir de este momento se instaló un notable debate sobre la procedencia del rito. En las reuniones de propietarios de marzo de 1991 celebradas en Hawai, la liga decidió limitar este tipo de expresiones en el campo de juego, a la vez que se reforzaba una regla introducida en 1981 que prohibía la confraternización entre los equipos: la NFL era «No Fun League». Las consecuencias no se hicieron esperar. De los dos promotores de esta iniciativa, los capellanes Richie y Bratton, a este último la familia Mara le advirtió que de seguir con los rezos postpartido sería despedido.
El destino quiso que el Opening Day de la nueva temporada en Meadowlands fuese contra 49ers. Al terminar el encuentro, con victoria local por 16-14, a pesar de las advertencias de multa, Cruz, Thompson, Zeke Mowatt, William Roberts y John Washington se arrodillaron para orar, uniéndose a ellos el lineman de 49ers Steve Wallace, quien mientras rezaba pensaba: "Tengo que encontrar a alguien que venga conmigo a rezar, no puedo ser el único chico de los 49ers, la multa va a ser enorme”. Esta vez sí, las cámaras de la ABC registraron el momento:
Dan Dierdorf: "By the way, gentlemen, that little grouping we're getting there at midfield, this was supposed to be taboo this year. A prayer."
Frank Gifford: "I'd hate to be the guy to say that's taboo."
Dierdorf (in agreement): "Really, really."
Desde la prensa y también desde los propios vestuarios y front offices, comenzaron a surgir voces criticando una práctica que consideraban introducía en un ámbito público algo que debería quedarse en el seno privado o íntimo de las creencias religiosas propias. Por otra parte, no fueron pocas las voces que criticaron la hipocresía de esos actos de oración, en una liga especialmente proclive a contar entre sus miembros con consumidores de sustancias prohibidas, infractores de la seguridad vial, tenedores ilícitos de armas o agresores machistas. En febrero de 1991, Rick Reilly, el influyente periodista deportivo que durante tantos años firmara la última página del Sports Illustrated, tituló su columna “Save your prayers, please”, en la que, entre otras cosas, señalaba: «no creo que el aficionado medio vaya a los partidos de football para ser bendecido. No creo que cuando llena el termo y paga $10 por aparcar, lo haga para ser proselitizado. Las únicas conversiones que le preocupan son los extra points».
Desde aquel primer círculo en Candlestick Park hasta hoy han pasado 25 años, y lo que en un principio fue visto con cierto recelo por espectadores, propietarios y comentaristas, se ha convertido en un ritual absolutamente integrado en la dinámica de los partidos, y en el que muchos jugadores se unen más por superstición que por fe, como reconoce el muy comprometido cornerback Amukamara.
En cualquier caso, que las ramas no nos impidan ver el bosque. Los inolvidables bigplays defensivos de Polamalu fueron fruto de su talento, sacrificio y portentosa y trabajada condición física, no de la cruz bordada en su camiseta o de sus plegarias en la banda. A Dios rogando… y con el mazo dando.