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LOS ÁNGELES DODGERS

Trayce Thompson quiere ser importante para los Dodgers

El hermano de Klay Thompson, la estrella de los Golden State Warriors, pegó su primer jonrón de la temporada esta semana en las Grandes Ligas.

Trayce Thompson está dejándose la piel por impresionar a su técnico en los Dodgers, Dave Roberts.
Harry HowAFP

¿Te suena Randy Newman? A mí tampoco, pero si creciste en los años noventa y viste Toy Story, seguro que te sabrás de memoria la canción ‘Hay un amigo en mí’. Pues Newman es el padre de la criatura y de otra decena de bandas sonoras de Disney.

Newman también compuso un tema en 1983 llamado ‘I love L.A.’. La canción es pegadiza, pegadiza, y tiene más ciencia de la que parece. En el videoclip, que es una maravilla, Newman conduce un Buick Super del 55 por toda la ciudad con una chica guapa sentada a su lado. Newman describe los topicazos de Los Ángeles, pero la genialidad está en la forma en la que lo hace. Porque ‘I love L.A.’ esconde una broma cómplice sobre Ele-A que muchos no entienden.

En Los Ángeles, las tías van en biquini por la playa mientras suenan los Beach Boys en la radio. Newman refleja en el videoclip los estereotipos y canta que “todo el mundo es muy feliz porque el sol brilla todo el tiempo. Parece otro día perfecto”. Y luego en el estribillo suena lo de “I love L.A.” y la gente grita a coro “We love it”.

En verdad, Newman se ríe de los ignorantes que piensan que Los Ángeles es una ciudad donde siempre brilla el sol en la playa y hay tías buenas y descapotables. Pero él, que es angelino, también abraza los clichés, que reflejan la otra cara de la gran metrópoli californiana. Sí, hay muchos coches bonitos, pero es que el tráfico aquí es infernal. ¿Los Beach Boys? Los Beach Boys estaban pasadísimos en el año 83. Otro de los problemas de Los Ángeles es la cantidad de pobres que viven en la pobreza en las calles de la ciudad, pero en una de las últimas escenas del vídeo, un vagabundo canta y baila con alegría. Un poco antes, Newman menciona varias calles. Cualquiera que oiga la canción pensaría que son las calles más molonas de la ciudad, pero lo cierto es que nombra tanto a la lujosa Santa Mónica Boulevard como a las pobres 6th Street y Century Boulevard. Pero todo en el vídeo es felicidad y diversión.

‘I love L.A.’ es una loa y, a la vez, una crítica a Los Ángeles, pero desde el cariño de quien ha vivido allí toda su vida y quien se compadece de esos que critican la ciudad y no entienden su esencia.

Y todo este rollo, ¿por qué? Porque a pesar de todo, la canción es pegadiza y divertida. Yo no sé si Newman pensaba en esto cuando la compuso, pero el tema encaja de maravilla en los estadios. Los equipos de Los Ángeles, como es de imaginar, la tienen en su lista de temas habituales. Cada vez que los Dodgers juegan y ganan en casa, ‘I love L.A.’ se escucha a todo volumen mientras los hinchas abandonan el estadio. En lo que llevamos de curso, ha sonado ya cuatro veces.

‘I love L.A.’ es la canción de Los Ángeles por excelencia. Frank Sinatra lo intentó en 1984 con la canción ‘L.A. is my lady’, pero a mí que me perdonen: ‘I love L.A.’ gana por KO técnico. Genio.

Otro genio es Will Smith, que durante seis años fue la estrella de aquel gran show llamado El Príncipe de Bel Air. El edificio donde veranea mi abuela en Santa Pola se llama ‘Bel-Aire’, pero ignoro si Will Smith tiene algo que ver. Bel Air, situado al norte del campus de UCLA en Westwood, es el barrio más rico de Los Ángeles, y la banda sonora de la serie suena en el Dodger Stadium cada vez que Trayce Thomspon sale a batear.

Trayce Thompson se toma lo de su apellido con filosofía. Ya está acostumbrado a que le pregunten por su hermano Klay, que arrasa en la NBA con los Golden State Warriors. El otro hermano, Mychel, también es jugador de baloncesto, y su padre, Mychal, jugó en los Lakers.

Trayce quiere emular a Will Smith y ser importante en Los Ángeles. Debutó en Grandes Ligas con los White Sox de Chicago antes de ser traspasado a los Dodgers, donde hizo una pretemporada muy buena. Después de casi un mes de temporada regular, Thompson ha sido titular en 10 partidos y ha entrado como suplente en otros 11, siempre en los jardines.

El lunes, ante los Marlins de Miami, pegó su primer jonrón del año. Redondeó su actuación con un par de jugadas defensivas que se ganaron la ovación del respetable. Los Dodgers perdieron y en el vestuario se respiraba mal rollo, pero Thompson no podía disimular la sonrisa: “Estaba buscando una bola rápida, algo a lo que pegarle. No estaba contento con mi trabajo en las últimas tres semanas. Soy un tipo grande y se supone que tengo que pegar jonrones, que es lo que he hecho toda mi vida”.

Thompson tiene 25 años y esta será su primera temporada completa en la Major League Baseball. Le pregunté sobre si es fácil adaptarse a un puesto de trabajo tan jerarquizado, y me respondió que, de momento, sí. “Los veteranos hacen que te sientas cómodo y que te centres en el juego. De momento me lo estoy pasando muy bien, y lo mejor de todo es darte cuenta de lo afortunado que eres por jugar en las Grandes Ligas y la suerte que tienes de estar aquí”.

Yo tengo un año menos que Trayce Thompson, y a veces impresiona ver que eres el más joven de la sala de prensa. Esto lo disfracé preguntándole si le intimidaba compartir vestuario con peloteros que llevan diez o quince años en el negocio:

“Tienes que confiar en ti mismo, hagas lo que hagas. Tienes que creer que perteneces aquí, y no me refiero a fingir, sino comportarte como si pertenecieras aquí, siempre con humildad. Yo siempre estoy dispuesto a aprender, especialmente de tipos como Adrián González, Howie Kendrick. Y Chase Utley, y Carl Crawford. Es un privilegio estar cerca de ellos y que te acepten como uno más”.

Mientras su hermano Klay compite en los playoffs de la NBA, Trayce pelea por un puesto en la alineación titular en uno de los equipos con mayor fondo de armario de la MLB. La profundidad de los Dodgers quizá sea una desventaja, pero Trayce está feliz y concentrado en progresar como jugador. Está claro que la genética está de su lado, aunque con eso no basta. Ya lo decía Yogi Berra: “El béisbol es un 90% mental y la otra mitad es física”.