"¿Hablar de Ricardinho? Basta con ver un vídeo"
En vísperas de la Final Four de la UEFA Futsal Cup, el entrenador de Movistar Inter habla de su carrera y del privilegio de entrenar al portugués.
Jesús Velasco dirige al mejor club de fútbol sala del mundo, el Movistar Inter. También es el mejor entrenador del mundo, así lo dicen los 'Annual Futsal Awards', el equivalente al Balón de Oro de su deporte. Acumula 6 ligas, 4 Copas y 5 Supercopas italianas (Torino, Prato y Luparense) y otras 2 Ligas españolas seguidas con Movistar Inter. Sus datos no engañan: es muy bueno.
Pero Velasco es más que un entrenador. Es un hombre hecho a sí mismo. Fue un trasto de crío en las calles de León, un Mod en su juventud, un técnico que llegó a Italia con una mano delante, sufrió, disfrutó y se fue con los brazos en alto de tanto celebrar éxitos. Es "el animal", como le llaman en su club por el amor que profesa a la naturaleza. Ahora quiere ganar la Copa de Europa este fin de semana en Guadalajara. Es un técnico "en un deporte de pirados".
—¿Cómo fue su contacto con el fútbol sala? A lo mejor en los años 70, cuando era un crío, no era tan común...
—Vivía en León, se jugaba al fútbol sala y empecé a jugar al fútbol sala. Después, en los Jesuitas y también jugábamos al fútbol sala. Empecé a jugar al fútbol con 12 años. Hablamos de los años 1979 y 1980. Cuando tenía 16, en 1983, mi padre era de Toledo y nos vinimos a vivir a Toledo.
—¿No era entonces un deporte de pirados?
—Siempre ha sido un deporte de pirados. Gente distinta. El que hace fútbol sala es porque le gusta, no porque tiene miras de ganar dinero y hacerse una carrera. De hecho, en Toledo empecé a hacer fútbol y fútbol sala. Al final me decanté por el segundo en un equipo mítico de allí que conseguimos subir a División de Honor.
—¿Cuándo era un crío, ¿imaginó que iba a acabar siendo lo que es?
—No, aunque siempre he tenido la cosa de intentar enseñar. En Toledo he entrenado en todas las categorías. Desde benjamines, 11, 12, 13 años... Al mismo tiempo que jugaba, ya estaba entrenando equipos. Me gustaba.
—¿Era un chaval de calle? Ahora no es como antes, tal vez los críos están muy protegidos y pasan demasiado tiempo en casa...
— Sí lo era, claro. Pero como todo el mundo. En León vivíamos en una zona en el centro con mucha zona verde. Ahí estaba todo el día liándola todo lo que podía. Era mucho de eso y di muchos disgustos a mis padres.
—Personas como usted que han vivido su infancia en la calle, ¿para su trabajo sirven esas experiencias? ¿Tener ese punto canalla ayuda?
—Es posible. Los chavales no tienen esa...
—¿Personalidad y liderazgo?
—Yo tengo un carácter muy fuerte, pero casi siempre consigo dominarlo. Eso me viene desde que era un crío. Un día sí un día también, estaban mis padres hablando con profesores y directores del colegio. Cuando no liaba una, liaba tres. Ese carácter lo he conseguido dirigir hacia la competición. El deporte me ha servido para conseguir canalizar ese temperamento que tengo muy irascible y que a veces me cuesta dominar, aunque casi siempre lo consigo.
—Sin embargo, no se nota... en los entrenamientos se le ve muy frío. No es el típico entrenador gritón...
—Como les pido concentración a mis jugadores, me la tengo que exigir a mí mismo. Si yo soy el primero que transmito nerviosismo e histerismo, no puedo estar concentrado en el desempeño de mi labor. No sería el mejor ejemplo.
—Antes, si su padre iba a hablar con un profesor, la pregunta era... "¿Qué ha hecho mi hijo?" Ahora, la pregunta es... "¿por qué me llama?" ¿Nota ese cambio generacional con los chavales que va entrenando? Un grito ya no es lo mismo que hace años...
—Sin duda. La educación en España es un desastre. Los jugadores, dependen de la personalidad de cada uno. Hay algunos que si les das un grito en un momento dado, le has hundido. Otros, es lo que necesitan para espabilar y que peguen un salto hacia delante. Hay que ver cómo actuar con cada uno. Es como en la educación. No puedes educar igual a dos personas porque no funciona.
—¿Cómo fue cómo jugador? ¿Disciplinado o un bandarra?
— Era disciplinado. Lo que me sobraban eran pies porque los tengo muy grandes (ríe). De cabeza funcionaba, sabía lo que tenía que hacer, pero después me costaba.
—¿Sirve mucho haber sido jugador para luego ser entrenador?
—Es importante. No es cien por cien necesario, pero es muy importante porque las sensaciones que tiene un jugador jugando es complicado que las entiendas si no has jugado. He tenido la suerte de tener grandes jugadores en mi equipo de los que he aprendido muchísimo. Cuando acababan los entrenamientos, siempre intentaba hacer lo que veía en otros y que yo no podía. Siempre tenía esa preocupación de intentar mejorar.
—Si yo le digo Zego (entrenador brasileño)...
— Es la persona de la que más he aprendido. Es mi máximo referente. Es la persona que ha revolucionado el fútbol sala. Ha cambiado los estereotipos y ha cambiado la forma de ver este deporte.
—¿Cómo le ayudó Zego en su primera etapa en Italia?
—La forma que tiene de ver el fútbol sala me cautivó. A mí, y a toda la generación que fuimos entrenados por él. Siempre me he basado en su forma de ver el fútbol sala para que mis equipos jugaran apoyándome mucho en su forma de ver este deporte.
—En Italia fue un bombazo con 15 títulos... ¿pero siempre lo pasó bien allí? ¿Fue un camino de rosas?
—Italia tiene sus luces y sus sombras. Allí realmente me hice entrenador. Tenía 30 años cuando llegué y no tenía casi experiencia. Todas las ideas las traía de aquí. Allí aprendí muchas cosas. Hubo momentos gloriosos y momentos muy complicados. Todos me han servido para coger experiencia y asimilar cosas. Y para respetar a todo el mundo. Esa es la mayor conclusión que puedo pasar. Los títulos me han dado credibilidad a mí mismo sobre lo que hago.
—Italia es muy apasionada con el fútbol sala. Conozco una historia del entrenador Miguel Rodrigo: fue expulsado durante un partido en Sicilia y en la grada una persona no dejó de golpearle mientras le amenazaba con una pistola ¿Le han pasado cosas similares?
—Hablar de cosas en concreto no es bueno porque se pueden sacar de contexto y no voy a entrar por ese camino. Es un país apasionante, es mi segunda patria, he estado diez años ahí. He tenido momentos malos, pero como en España. Mi lectura de aquello es positiva. Pasan cosas que no se deberían permitir y que no deberían ocurrir. Tienen sus cosas como España, pero hay que aceptarlo como es.
—Esa pasión es admirable... ¿si se exportase aquí?
—Ellos son más competitivos que nosotros. Hay muchos aspectos del juego en los que son superiores. Después no tienen nuestra cultura deportiva y organización. En unos aspectos estamos por encima y en otros lo están ellos. He tenido la suerte de estar muchos años en otro país que es puntero mundialmente y me he sacado y traído muchas cosas de allí. He tenido unas lecciones de vida para mi carrera deportiva y personal.
—Ahora está en el mejor equipo del mundo, Inter Movistar. ¿Está en una nube?
—Estoy en una nube porque estás un poco aislado de lo que es el fútbol sala en el resto del mundo. Aquí estás hiperprotegido, es un club súper organizado, que tiene muy claros sus objetivos, tiene muchos recursos humanos, económicos, profesionales... al final estás encerrado en la burbuja Inter. Es un gran privilegio y yo también colaboro con mi grano de arena intentando ganar cosas para que siga siendo grande.
—Este equipo lleva camino de ser un Chicago Bulls de Jordan, un Brasil del 70? ¿O ya es una realidad similar?
—La realidad la hacemos cada día. Hasta ahora, estamos consiguiendo cosas muy buenas. Hay que ser ambiciosos. Esos títulos los ponéis la prensa. Para mí, lo importante es ver la progresión del club en el que estoy. Estamos consiguiendo que mejore a todos los niveles. El equipo cada vez rinde mejor y me conformo con eso. Espero poder seguir porque es grande estar en un club como este.
—¿Fastidia que se compare el fútbol con el fútbol sala o que incluso se pueda ningunear al fútbol sala?
—El fútbol, en el pedestal en el que está, puede ningunear a cualquier deporte. Sé lo que es el fútbol sala, tengo claro lo que es y me da lo mismo. La opinión, si viene de gente del fútbol, son gente que no saben lo que es el fútbol sala. Es una opinión hecha desde la ignorancia. Quien se acerca desde el fútbol o desde cualquier modalidad, creo que no opinaría de ese modo.
—¿Es injusto el tratamiento que hay en los telediarios? Lo llaman deportes pero es fútbol. El fútbol sala, que aparezca, es raro.
—También es raro que aparezca judo. El fútbol es el deporte rey, es otra historia. Está por encima de otros deportes y está dejando de ser un deporte para ser un espectáculo de masas. Va por otra línea distinta al resto de los deportes.
—En Movistar Inter tiene grandes nombres como Ricardinho o Rafael... ¿Es complicado gestionar egos? ¿Los hay como en el fútbol?
—No lo sé porque el fútbol no lo conozco y me interesa poco. Estoy metido en el mío y es complicado porque es gente con mucho carácter. Un jugador que llega a los niveles de Rafael, Ricardinho o prácticamente todo el elenco de jugadores del Inter, son gente de carácter muy fuerte y carácter competitivo. Son gente acostumbrada a ganar y hay que usar mucho el respeto mutuo para poder llegar a acuerdos que permitan que el equipo vaya hacia delante y no se rompa la baraja desde los dos lados.
—¿Es Ricardinho lo más brutal, lo mejor que ha visto nunca sobre un campo en el día a día?
—Está a otro nivel respecto al resto y tengo la gran suerte de ser su entrenador, de disfrutar con él, de apoyarme en él. Es un jugador muy importante, no sólo en cuanto a juego, también en cuanto a personalidad. Es de los que más tira del carro y de los que más aporta. Le estoy muy agradecido y hablar de Ricardinho... basta con ver un vídeo. Invito a la gente a que venga a verle y que opine cada uno lo que puede ofrecer él.
—Si jugara en otro deporte más masificado... Ricardinho sería multimillonario, una súper estrella, y aquí sale ahora aunque ha estado algo escondido... ¿Sería un Maradona, un Jordan?
—Es el máximo exponente de todo un deporte a nivel mundial. El fútbol sala no está al nivel del fútbol americano, del baloncesto, del fútbol... es lo que hay y tenemos que intentar aprovecharnos de tener a un jugador como Ricardinho y de algunos, que aunque no están a su altura, están cerca, para intentar desarrollar este deporte nuestro y que mejore.
—¿Qué me dice del Pescara, su rival en la Final Four?
—Lo entrena Fulvio Colini. Es un rival que sabe a lo que juega, tiene experiencia y calidad. Va a ser un partido muy complicado.
—¿De los tres equipos (Pescara, Benfica y Ugra) cuál es el más complicado?
—El más complicado es Movistar Inter. Es al que no quería nadie. Le ha tocado a Pescara. Para Inter será difícil, pero para Pescara, más. Somos favoritos y todo el entorno del club lo sabe. Creo que va a ser más complicado para Pescara que para Inter. En 40 minutos puedes perder, claro. Pero si jugamos a nuestro nivel, el mayor peligro del Inter es el mismo Inter.
—¿Para cerrar el círculo de títulos necesita este trofeo?
—Ahora es el que más necesito. Pero cuando acabe, el que más necesitaré es la Liga porque es el siguiente que viene. No lo tengo y hay un plus ahí. Me haría mucha ilusión ganar. Es el momento. Veo al club, a la plantilla y al cuerpo técnico preparado. Hay que dar ese paso adelante para que se quede aquí.
—¿Si tuviera que ponerle una banda sonora al Inter Movistar, cuál sería?
—Quadrophenia (The Who). Aunque la última canción en la película (I've Had Enough), no sé... Jimmy no se suicida. Hay muchas lecturas. Él lanza la moto, pero se queda. La canción lo dice: "basta ya de pastillas, de esta vida, ya es suficiente". A partir de ahí, cambia. El hecho de tirar la moto es que piensa que su vida va a coger sentido.
—El sentido de Movistar Inter es ganar...
—Estamos en el camino correcto...
—Me quedé con ganas de hablar de su época Mod... ¿se atreve?
—Mejor no... fue una época maravillosa de la que sólo conservo la Vespa y la música. Me gustan las cosas buenas de la vida. La naturaleza, la buena música, pasar tiempo con mis amigos y mi trabajo. Cuando saco la Vespa, me recuerda a mi época de La Movida, cuando iba al Rock-Ola.