Javi Fernández: "Me encantaría llenar el Palacio de Deportes"
El madrileño, doble campeón mundial de patinaje artístico, visitó la redacción de AS un día después de llegar de Japón. "Hacer de Frank Sinatra en Boston es especial".
Recién aterrizado de Japón, donde realiza exhibiciones con más de 20.000 personas, Javier Fernández desembarcó directamente en la redacción de AS para brindar su flamante segunda medalla de oro mundial. “Estar en Madrid es un regalo”, dice el milagro del patinaje. En Boston, convertido en Frank Sinatra, ejecutó un programa largo “perfecto”, con tres cuádruples, que le valió para batir al nipón Hanyu. “Fue el mejor de mi vida. Me emocioné al ver al público en pie. Sinatra en EE UU es especial”.
Y eso que superó un problema serio tras el show corto: “Estuve sin entrenarme dos días, porque se me derramó líquido del talón. Al final pude competir y fue perfecto, pero el asunto se puso muy difícil”.
Como dijo Alfredo Relaño, director de AS, este chico de Cuatro Vientos, hijo de un militar y una cartera, sigue una línea de pioneros españoles similar a la que crearon en su día Santana, en tenis, o Ángel Nieto, en motociclismo. Superjavi cogió sus primeros patines a los seis años, cuando acompañó a su hermana Laura a la pista de hielo de Aluche. “Yo iba siempre con mi balón y un día probé. No era especialmente bueno, pero, poco a poco, fui mejorando”. A los 17 años viajó a América, primero a Estados Unidos y luego a Canadá. En Toronto, bajo la dirección de Brian Orser, pulió su estilo, con brincos cuádruples impecables, hasta llegar a la cima. “Pero con entrenamientos muy duros, al 100%”, dice.
En el Cricket Club tiene un equipo de siete personas trabajando con él. Orser es el director de orquesta, pero tiene técnicos de piruetas, de patinaje, un coreógrafo, un diseñador de trajes, un encargado de la música y un preparador físico. Un grupo de superélite que hasta hace poco se tenía que costear él. “Por suerte, ahora la Federación española se hace cargo de ello”, dice Javi, cuya mayor fuente de ingresos son las exhibiciones. “Calculo que el 60% de lo que gano lo consigo de allí. Sin embargo, de los sponsors, que es el fuerte de otros deportistas, me llega mucho menos. Dicen que me ven como un proyecto”. Tal vez deban ver en Javi ya una realidad.
A la hora de competir, Javi, de finísima figura (1,73 y 63 kilos), es “un todoterreno”: “El estado del hielo influye y la clave es la temperatura. Si es cálida, el hielo se derrite más y se supone que es más sencillo clavar los saltos. Si hace más frío, la superficie es dura y se puede hasta romper. Los rusos la prefieren blandita… Yo me adapto a todo lo que me echen”.
Con el tiempo, ha madurado y nunca pierde en sus actuaciones el “estilo español” con el que se ganó al público. “A la gente le gusta ese toque y yo lo llevo con mucho orgullo”. Como, por ejemplo, este año cuando danzó su programa corto al ritmo de La Malagueña a la que tuvo que añadirle un cuádruple más para adaptarse a los nuevos tiempos: “Creo que la Federación Internacional debería poner un tope a los programas porque si no, nos vamos a acabar machacando”.
Cómo no, Roncero se interesó por su equipo de fútbol y quedó contento al saber que es “muy del Real Madrid”: “En Boston, vi el Clásico. Había mucha afición en los bares al fútbol. Y en Japón me levanté a las tres de la mañana para ver al Wolfsburgo”. Ya hizo el saque de honor en el Bernabéu tras su primer oro en Shanghai y sueña con conocer a Ramos. Su familia es de Navalacruz, el pueblo de Ávila de Iker Casillas. Javi, que mantiene la sonrisa de un niño, sigue dándole a la bola: “Siempre llevo un balón y cuando puedo lo saco y juego. Me da igual que no sea recomendable. No voy a estar 24 horas sin hacer nada. Quiero divertirme”.
Con 25 años recién cumplidos (el 15 de abril), reconoce que la vida de patinador es corta. “La media de retirada es sobre los 27. Y la verdad es que a mí me duelen ya algunas cosas…”. Pero llegará a los Juegos de PyeongChang 2018, en Corea del Sur, en los que aspira a desquitarse de Sochi y ganar “la soñada medalla olímpica”.
Cuando cuelgue los patines quiere seguir unido a su deporte. “Me gustaría ser entrenador, montar una escuela, llevar a algún talento…”. En su mente, estaría formar parte de un centro de alto rendimiento en España y venirse a vivir . “Da igual si a Barcelona, a Jaca, a Madrid… ¡Me costaría más traer a mi novia Miki, que es japonesa!”.
Y, por supuesto, no olvidaría otra de sus aficiones: realizar exhibiciones. Ha patinado en el Rockefeller Center de Nueva York, en Budapest, en Toronto... y en Madrid. En las pasadas Navidades, Javi metió a 2.000 personas en el Palacio de Hielo de Hortaleza en una bella gala. La realizó con el JFTeam, un equipo en el que están sus padres, sus amigos, su chica… Su sueño sería hacer un gran show en el Palacio de Deportes de Madrid, el Barclaycard Center. “Me encantaría, pero sólo alquilarlo ya es muy caro… Luego habría que contratar patinadores”.
Podría emular uno de esos espectáculos multitudinarios como los que hace en Japón, cuna de este deporte, donde mucha gente le mira por la calle, pero no se acerca. “Su cultura es así. Respetan mucho el espacio y si no te fijas, ni ves que te observan”. Al contrario que los niños del colegio Chozas de la Sierra de Soto del Real, que le rodearon a la salida de AS para pedirle un autógrafo. “Al principio estaba casi solo y ahora veo que se me conoce mucho”. Normal. Es el mejor patinador del mundo.