Alex Txikon hace historia y corona el Nanga en invierno
El español, Moro y Alí Sadpara rompen la penúltima frontera. Lunger, a pocos metros. Tras el Nanga Parbat (8.125 m) sólo falta en invierno el K2.
Decidieron salir a las 6 de la madrugada, algo más tarde de lo habitual para un ataque a cumbre en un ochomil, pero con ello querían evitar, al menos un poco, el frío inhumano de la noche invernal. Los cuatro alpinistas, el español Alex Txikon, los italianos Tamara Lunger y Simone Moro, y el pakistaní Alí Sadpara, se pusieron en marcha desde el campo 4 donde habían dormido, a 7.100 metros de altitud, para vivir la que debe haber sido una de las jornadas más duras y también apasionantes de su vida en las montañas...
Porque su destino era la cima del Nanga Parbat, ‘la Montaña Asesina’, ‘la Montaña del Destino’. Les separaban de esos 8.125 metros de altitud unos tres kilómetros de escalada y 1.000 metros de desnivel, en la ‘zona de la muerte’ y en pleno invierno: una auténtica tarea hercúlea. A las 10 de la mañana estaban a 7.900 metros, un dato que ilustra por sí sólo lo que supone avanzar en ese territorio hostil a la vida como pocos hay en la Tierra, y aún más en pleno invierno.
Por fortuna, las previsiones meteorológicas no se equivocaron y contaron con un tiempo estable y despejado, aunque con viento. Ya muy cerca de la cima, Tamara, que no había pasado una buena noche y había amanecido vomitando, decidió, completamente extenuada, no continuar la ascensión. Álex, Simone y Alí sí pudieron seguir enfrentándose, como el propio Txikon ha contado vía walkie a su equipo en el campo base, a un terreno mucho más largo y duro de lo que imaginaban. Pero, por fin a las 15:37 hora local, a las 10:37 hora española, los tres pisaban la cima del colosal Nanga Parbat.
Después de treinta años de intentos fallidos, protagonizados por los mejores alpinistas de cada momento, por fin el ser humano hollaba esta cima en invierno. Se trata, sin lugar a dudas, de un hito histórico, una verdadera hazaña deportiva de importancia mundial que, además, reivindica una forma —elegante, limpia, valiente, confiada solo a las propias fuerzas y talento— que entronca con la mejor y más fructífera tradición del alpinismo escrita por hombres legendarios, de Whymper a Shipton, Mallory, Buhl, Bonnati o Messner, entre tantos otros.
La mitad del trabajo ya está hecho. Ahora les queda un último esfuerzo que requerirá de toda la fuerza y concentración que les quede en sus castigados cuerpos: el regreso hasta el campo base. Las últimas noticias recibidas nos confirman que los cuatro han llegado ya a la seguridad del campo 4, a esos 7.100 metros en los que habían pernoctado el día anterior, donde pudieron descansar e hidratarse antes de continuar el descenso. Se me antoja pensar, que esto es de verdad puro deporte, pura aventura, pura vida.
Ahora sólo queda por ascender en invierno el K2 (8.611 metros), algo que probablemente se encuentre por encima de las posibilidades humanas durante algún tiempo.