Los Steelers tuvieron que superar todas las adversidades
La franquicia acerera se sobrepuso a lesiones, sanciones, una defensa en entredicho y finales agónicos, pero acabó convertida en el coco.
“Yo no envié a mis hombres a luchar contra los elementos” cuentan que se lamentaba el rey Felipe II tras la derrota de la Gran Armada (denominada con ironía “invencible” por los ingleses), y algo parecido debió pensar Art Rooney II, presidente de los Steelers, al comprobar cómo su poderoso equipo iba perdiendo efectivos conforme avanzaba la competición.
Primero fueron cayendo baluartes en la línea ofensiva. Pouncey (center) y Beachum (LT) cedieron sus puestos por lesión a Wallace y Villanueva respectivamente. Después fue el propio Roethlisberger el damnificado, debiendo ser sustituido por Michael Vick (mala idea) y más tarde por Landry Jones (no mucho mejor), ya que perdieron a Gradkowski en pretemporada. Cuando Big Ben se empezaba a recuperar, el RB Le’Veon Bell se lesionó para toda la campaña. La temible “cuádruple B” (Ben-Bell-Brown-Bryant) apenas coincidió junta 20 minutos, ya que el WR Martavis Bryant estuvo sancionado los primeros cuatro encuentros. En defensa, aunque en menor medida, también sufrieron bajas. El sobre pagado Cortez Allen y el novato Golson dejaban muy mermada una ya de por sí débil unidad de cornerbacks. El LB Shazier y el DE Tuitt entraban y salían continuamente de la lista de lesionados. El kicker que acabó la temporada, fue el cuarto.
Cuando peor pintaba la tempestad, los veteranos se pusieron los galones de almirante. DeAngelo Williams hacía olvidar la ausencia de Bell. James Harrison tiraba de orgullo para liderar la defensa a sus 37 años. Contra todo pronóstico, una defensa denostada por todos los analistas, empezaba a funcionar. Impenetrable por tierra, la presión del front-seven hacía olvidar las deficiencias de la secundaria y llegaron las intercepciones. En ataque, la conexión Roethlisberger-Brown se volvía mortífera, apoyada en la solidez de su reconstruida línea ofensiva. El viento había rolado y ahora la nave Steeler navegaba a barlovento, convertida en el rival a evitar en la AFC. Sobreponiéndose a discutibles decisiones de Tomlin (quien tomaba riesgos excesivos), drops de los receptores, y un inexplicable exceso de confianza en el tramo final, los Steelers, no sin sufrimiento, se plantaban en wildcard contra el peor enemigo que les podía tocar, los Bengals, rivales de división, en un duelo que se anunciaba sangriento.
De la eliminatoria entre Pittsburgh y Cincinnati se han escrito ríos de tinta que no viene a cuento reproducir. Tan solo recordar que de resultas de aquella contienda, Los Steelers llegaban a Denver sin Antonio Brown, sin poder recuperar a tiempo a DeAngelo Williams, y con Roethlisberger tocado. Fieles a su estilo dieron la cara en todo momento, pero fue insuficiente.
La enseñanza que nos dejó la singladura 2015, más que la de un equipo desequilibrado, compuesto por una constelación de estrellas ofensivas y una defensa regulera, como se intuía al comienzo de la temporada, fue la un bloque donde los suplentes se convirtieron en titulares sin llevar la nave al naufragio. Toussaint (RB), Jesse James (TE), Golden (FS), Coates (WR)… han rendido por encima de lo esperado. Si Timmons (ILB) bajaba su nivel, Shazier elevaba el suyo. Heyward (DE) demostró poder ser el nuevo líder que necesita la defensa. Villanueva eclipsó la baja de Beachum, uno de los mejores LTs de la liga. El kicker Boswell hizo olvidar a Suisham.
Para 2016, los principales protagonistas ofensivos están bajo contrato. La retirada del TE Miller era esperada y está cubierta con James. La nueva norma que permite prorrogar un año más automáticamente el contrato de Mike Adams, como consecuencia de pasarse lesionado toda la campaña, elimina las urgencias en la posición de offensive tackle, en la cual no sería ningún drama perder a Beachum tras el buen año (y el parco salario) de Villanueva. Foster (OG) o Heyward-Bay (WR) son jugadores reemplazables o cuya renovación no debería entrañar excesivas complicaciones. Probablemente, el mayor quebradero de cabeza de la directiva en este apartado sea renegociar contratos de jugadores que cobran muy por debajo de sus prestaciones (Antonio Brown, Villanueva) para evitar que se produzca un motín a bordo.
Si otra cosa nos ha quedado clara, es que el problema en este equipo no ha sido el ataque, sino la defensa, por lo que el objetivo fundamental para expandir las aspiraciones de la franquicia debe ser reforzarla. El NT es el pilar de cualquier defensa 3-4, y McLendon termina contrato; así como Gay, uno de los pocos cornerbacks aceptables de la plantilla. Si la situación de la secundaria no era muy boyante, hay que añadir que los safeties Allen y Golden también se convertirán en agentes libres. Difícilmente podrá crecer la defensa sin taponar antes estas vías de agua. La ayuda de los jóvenes adquiridos en el draft está tardando en llegar, así que 2016 también será un año en el que los esfuerzos contratadores se enfoquen a este lado del campo.
El acierto de la franquicia acerera en los terrenos de juego no se traslada a las oficinas, y su situación respecto al tope salarial no es demasiado óptima. No sería de extrañar que jugadores como Suisham (K) o Cortez Allen (CB) sean cortados por sus abultados salarios, y seguramente haya que reducir el impacto de los de Timmons, De Castro (RG), o incluso Pouncey (C). Tradicionalmente, la agencia libre de Pittsburgh no suele resultar muy excitante para sus aficionados, lo cual no significa que no haya un ingente trabajo por hacer en los despachos.