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Carolina Panthers

Cam Newton y Cristiano, unidos en lo bueno y en lo malo

Las dos estrellas deportivas han llevado la profesionalidad y el intento de ser mejores hasta la obsesión, pero no logran conectar con el público.

Cristiano Ronaldo y Cam Newton, dos genios del deporte a los que les falta una pizca de naturalidad.
DIARIO AS

Cam Newton y Cristiano Ronaldo se parecen bastante más que un huevo a una castaña. En realidad, la comparación típica que se suele hacer en EEUU suele ser entre Cam Newton y LeBron James, pero para la mayoría de nosotros, pegados como lapas al balompié que rodea nuestras vidas, quizá la comparación con Cristiano resulte más cercana. Más comprensible.

Hace unos días comenté en redes sociales que iba a escribir un artículo sobre el tema, y la reacción mayoritaria fue responder que no hay que comparar football con fútbol. Pero en realidad esa nunca ha sido mi intención. Quiero comparar a Cristiano con Cam. Y además, qué narices, ya está bien de que las comparaciones son odiosas. Las comparaciones que hace la gente odiosa para llegar a conclusiones odiosas, claro que son odiosas, pero todos nos pasamos nuestra puñetera vida haciendo comparaciones como paso previo a una elección, y si a alguien le parece que eso es odioso, debería hacérselo mirar. Lo que son odiosas son las frases hechas, y peor los que se las creen a pies juntillas.

Voy a comparar a Cam Newton y a Cristiano Ronaldo en lo bueno y en lo malo, en dos facetas de su carácter que les hacen diferentes, únicos, y también los convierten en tipos complicados de digerir. Y tal vez me equivoque, pero llevo bastante tiempo pensando que en algunas cuestiones llevan vidas paralelas como os paso a explicar.

Creo que en el mundo del deporte colectivo hay pocos atletas más competitivos y profesionales que Newton y Cristiano. El de la NFL llegó al football profesional como un portento físico (1,96) pero con muchas carencias que pulir. Nos hemos acostumbrado a ver jugadores con el perfil del quarterback de los Panthers fracasar en la NFL, después de una irrupción meteórica, por encomendarse a su talento físico sin preocuparse por evolucionar. Sin embargo, Newton ha demostrado desde el primer día un empeño casi enfermizo por mejorar todos los aspectos del juego hasta convertirse no solo en uno de los mejores scramblers (quarterback móvil) de la liga, sino en un pocket passer letal.

Cristiano en esa faceta está cortado con el mismo patrón. Su preocupación por su estado físico es casi enfermiza. Él sabe que gran parte de los factores que le convierten en un jugador especial está en esa capacidad de aceleración y cambio de ritmo, ese reprís, y una potencia que le convierten en inalcanzable para la mayoría de sus rivales. Por eso, siempre ha sido obsesivo con su estado de forma y con su plan de entrenamientos.

Muy probablemente, ni Cam Newton ni Cristiano serían ni siquiera conocidos sin esa profesionalidad, que muchas veces se echa de menos en el mundo del deporte. Ha sido sorprendente ver cómo las limitaciones que se le achacaban a Cam Newton desde el primer día, con la seguridad de que nunca podría subsanarlas, se han convertido en cuestiones del pasado. Es increíble, casi sobrenatural, la capacidad que ha tenido el quarterback para evolucionar en un tiempo récord. Y lo mejor es que todo apunta a que la insatisfacción y el inconformismo que une a ambos, les conduzca a llevar esa obsesión por el perfeccionismo hasta las últimas consecuencias. No son tipos que levanten el pie tras un éxito. Al contrario, ese es un acicate para seguir mejorando.

Ya os he dado la noticia buena, pero ahora llega la mala. Y es que Cristiano y Cam Newton caen mayoritariamente mal. Son populares, pero no logran arrebatar corazones, más al contrario, en ocasiones crean rechazo.

Por supuesto, en este asunto no se incluyen la gran mayoría de los seguidores de los Carolina Panthers y del Real Madrid que, en muchos casos, se frustran sin entender que la estrella a la que admiran no provoque las mismas sensaciones a todo el mundo.

Creo que en ese aspecto el problema de Cam y de Cristiano es muy similar: no parecen naturales. Al público le encanta la espontaneidad, y si es original y brillante, no te quiero ni contar. Pero las celebraciones de uno y otro suenan a impostura. Falsas, prefabricadas. Incluso los dos se ríen igual, con esa ‘sonrisa Profident’ que te pone en guardia cuando un vendedor llama a tu puerta usándola como ariete.

Lo curioso es que se nota que el tema les preocupa, y que sin embargo ambos son objeto de deseo para cualquier campaña de publicidad. De hecho, en las últimas semanas nos hemos hartado de ver retransmisiones de playoff en las que se suceden dos o tres anuncios consecutivos con Newton como protagonista.

Ambos son conscientes de ese rechazo y creo que ambos trabajan en corregirlo, con la misma intensidad titánica con la que buscan la perfección deportiva. Y tal vez no entiendan que la única manera de resolver un problema ya enquistado quizá pase por unas cucharadas más de naturalidad, y menos horas delante del espejo.

Regalar un balón a un niño en cualquier circunstancia, o hacer el gesto de Superman tras una anotación, aunque no pegue ni con cola, parece más la obligación de seguir un patrón planificado que una reacción emotiva. Por poner un ejemplo de lo contrario, Hugo Sánchez se pasó años dando una vuelta de campana tras cada gol, pero supo conseguir que cada una fuera la única, con personalidad propia y transmitiendo sensaciones diferentes y sinceras, llevando hasta el límite del arte una cabriola mecánica.

En este caso Cristiano quizá vaya por delante, porque su frustración le ha llevado últimamente a alguna salida de pata de banco en un abismo al que Cam Newton aún no se ha tenido que asomar, pero si no busca rápidamente un asesor de imagen que corrija la tendencia, no sería raro ver a Newton, un hombre feliz de eterna sonrisa que parece encantado de conquistar el mundo tras cada jugada, incorporando a su gesto unas gotas de amargura que ya se vislumbran en Cristiano.

Aunque qué narices, con títulos y contratos millonarios todas esas penas pasan a segundo plano, y en eso también se parecen como gotas de agua. Tienen de sobra de ambos.