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CAROLINA PANTHERS

Ya nadie puede infravalorar a Cam Newton como pasador

El QB de los Carolina Panthers estará en la Super Bowl, entre otras cosas, por dominar el ineludible arte, en la NFL, de ser un pocket passer.

Cam Newton en un pase ejecutado desde el pocket en el Panthers-Cardinals.
ERIK S. LESSEREFE

Hay una verdad que me parece incuestionable en el juego de pase en la NFL: tarde o temprano tu quarterback ha de poder sacar adelante un drive desde el pocket. Puede ser por detrás en el marcador, por delante, en el último cuarto o necesitando cambiar el momentum del encuentro, en un tercera y largo, en un cuarto down definitivo. No importa. Lo único que es relevante es que, sea de la condición que sea el pasador, provenga de la escuela que provenga, juegue en el estilo que juegue, tendrá que coger el balón, pararse dos segundos, mirar al campo profundo, elegir un receptor y poner una espiral veloz, tensa y precisa en los brazos de ese receptor. No hay más. Demos las vueltas que queramos que, en un momento dado, eso definirá el éxito o el fracaso de ese jugador.

Esto lo aprendí hace tiempo. Los mejores analistas que conozco de este deporte lo dicen siempre. Y cuantos más partidos vez más claro lo tienes. Al menos, más claro lo tengo yo. En los últimos años hemos visto intentos de introducir la spread option, o la option a secas, en la NFL, y los resultados son muy, muy diferentes al nivel colegial. Se debe al nivel físico de las defensas, por supuesto. Es por eso que hay muchos QBs que se plantan en el pocket y creen que, cuando todo se rompe, se pueden poner a correr y que sea lo que Dios quiera. Va a funcionar una vez. Dos. tres. Una docena. Las que sean. Y va a dejar de funcionar en ese tercera y largo con un full blitz pidiendo la cabeza de ese QB en menos de dos segundos de puro pánico. Intercepción. Fumble. Sack. El partido. La temporada.

La temporada va a estar en un instante en el pocket, con el balón en la mano del QB y la necesidad de ejecutar el pase preciso en ese mismo segundo.

En el año 2010 comenzaba el año de football colegial y yo andaba emocionado. Me chifla esa competición, y sus doce jornadas de temporada regular me parecen los doce mejores sábados del año. En Auburn debutaba a los mandos Cam Newton. Le conocía de oídas. Era reserva de Tim Tebow en Florida, y eso no le gustaba. Había pedido el transfer y tras un paso por una universidad menor había acabado en la gran Auburn. Tenía expectación por verle. Un buen amigo (hola, Oriol) de estos mundos de internet y football, era gran fan de la universidad y me dijo: "este tipo es un genio". Que razón tenía. Mis expectativas eran máximas, pero con un gran punto de escepticismo. Éste desapareció a la mínima. Aquel año la NCAA fue Newton, Newton, Newton. Su dominio fue apabullante. Ganó el Heisman Trophy. Ganó el título nacional. Fue, sencillamente, imparable. Pero ¿eso valdría para la NFL? Ya había visto a Vince Young y Tim Tebow hacer cosas parecidos y ambos se pegaron un castañazo soberano en su carrera profesional.

Como el resto del mundo mantuve mis dudas sobre Cam Newton un tiempo. Mi pregunta siempre era la misma: ¿es capaz de ser el pocket passer que se necesita para el momento definitivo que llegará, oh, sí, llegará seguro a lo largo de los partidos cruciales, algo que no consiguieron los que eran de su especie? 

La respuesta ya es un sí rotundo. Sin asteriscos. Sin dobleces. Sin que nadie pueda oponerse. La evidencia es mucha evidencia como para que incluso el mayor de sus detractores, que los colecciona por su comportamiento y sus gestitos, se mantenga ajeno a una realidad incuestionable: Cam Newton es un pocket passer sensacional.

La semana pasada, frente a los Seattle Seahawks, vimos un pase a Greg Olsen digno del mejor QB de la liga. Con los hombros y la mirada selló al safety y con la agilidad y la velocidad asesina de una cobra se giró en una milésima de segundo y puso una bala entre los números del tight end. Touchdown.

Esta semana le tocó el turno a los Arizona Cardinals, a los que desmontó desde su posición de pasador clásico. Los de Bruce Arians, como era de esperar, se lanzaron con numerosos, y complejos, blitzes. Es lo normal en el equipo, es lo más lógico contra un QB que, aparentemente, base su capacidad más en sus piernas y en su amenaza terrestre, imparable como un mulo de carga a velocidad de purasangre en esas cuitas. Pero es un error. Contra el blitz Newton completó un astronómico 60% de los pases, con 12.7 yardas por pase completado y dos touchdowns. 

Un pocket passer. El tipo al que te encomiendas en cuarta y doce, en un tercera y ocho. Un pocket passer imparable como corredor en yardajes cortos, un pocket passer que ejecuta la option con la naturalidad del que la lleva en los genes, un pocket passer que obliga a todas las defensas a meter ocho tipos en la caja y uno más de espía si es necesario, un pocket passer que con coger el balón y amagar el handoff es capaz de tumbar una miriada de linebackers aterrorizados por si arranca a correr, un pocket passer que genera de dos a tres yardas para su corredor sólo con moverse en dirección contraria. 

Oh, por favor, es injusto. Es totalmente injusto. Nadie gana para siempre. Nadie es perfecto. Nadie gana sólo. Nadie tiene un equipazo de los pies a la cabeza como estos Panthers por mucho tiempo. Nadie. Pero Cam Newton, ese tanque con motor Ferrari, tiene el toque de los elegidos cuando se planta detrás de una línea ofensiva y otea el horizonte a la búsqueda de un receptor. Y le encuentra. Perded toda esperanza, queridos detractores de Cam, perded toda esperanza. Está aquí para haceros sufrir sin límite, porque es uno de esos tipos a los que le confiarías el balón del partido... como pocket passer.