Los Green Bay Packers se están caricaturizando hasta el fracaso
La calidad de Aaron Rodgers no es suficiente para llevar al anillo a una plantilla que necesita quitarse el corsé a la hora de fichar en la agencia libre.
Todos queremos ser diferentes. Es intrínseco al ser humano. Salir del rebaño, ser únicos, especiales. Y hay gente dispuesta a llegar a límites asombrosos para lograrlo. El problema es que somos demasiados, y siempre hay algún impresentable que tiene la misma idea que nosotros para ser distinto, y nos chafa el esfuerzo diferenciador.
Así que, según van pasando los años, uno va descubriendo que lo de menos es ser igual o diferente a nadie. Que es mejor aceptarnos como somos e intentar vivir la vida en plenitud, aunque quieran catalogarnos como ‘demasiado normales’.
Creo que Los Packers son un equipo diferente. Lo creo firmemente. Pero también creo que no tan diferente como sus mismos seguidores piensan. Para empezar, siempre tienen a bien recordar al resto de los mortales que su equipo es el único de la NFL que pertenece a sus fanáticos, a todos aquellos que han querido comprar una acción de la franquicia, y no a un millonario barrigudo. Algo único y revolucionario en el mundo del deporte tan profesionalizado. El romanticismo llevado al extremo… aunque aquello no parece tan romántico cuando nos damos cuenta de que, de alguna manera, la organización de Green Bay no se diferencia demasiado de la que tienen en España el Real Madrid, el Barcelona o el Athletic. El tercer nombre quizá pueda sonar igual de romántico, pero estoy seguro que la comparación con los otros dos ya no parece tan idealista, e incluso deja un poco de mal cuerpo.
Hasta el punto que el sistema organizativo de esos tres clubes españoles está cogido por los pelos con la legislación deportiva, y en las oficinas NFL tampoco están muy contentos con la estructura de los Packers, aunque la aceptan como una rareza inevitable.
Si lo pensamos, salvo una gran estabilidad institucional, ese tipo de organización no aporta demasiado a la franquicia, cuyos aficionados se ponen un gorro de queso en que dice que son propietarios, pero cuya auténtica capacidad de decisión es más o menos la misma que tiene un abonado del Real Madrid.
Ya que hemos hablado del Athletic, ese intento de los Packers de diferenciarse les ha llevado a imitar, de alguna manera y sin saberlo, la política de fichajes del club vasco. El Athletic solo tiene en su plantilla jugadores vascuences. Los Packers no fichan en la agencia libre y se arrojan al draft con fe ciega en el futuro. Pero eso no es del todo cierto. Ni siquiera es una política del club, ni está en los estatutos. Podíamos decir que fichan en la agencia libre con la boca pequeña, e intentando que no se note. Lo que a la larga tal vez sea lo mismo que decir que lo hacen tarde, mal y nunca.
Es más, creo que esa extraña política de fichajes es más una ‘neotradición’ que les está caricaturizando. Otro intento de sentirse diferentes. De ser únicos. “Nosotros jugamos con una mano atada”. Y cada uno puede hacer lo que quiera, que la libertad es el bien más preciado, pero aferrarse a la frase bonita y tópica de que “las franquicias ganadoras se hacen en el draft” puede sonar fenomenal, incluso guay, pero la realidad es que eso hoy en día ni siquiera es cierto. Estamos hartándonos de ver grandes drafts que cuatro años después se convierten en problema y éxodo. Y como casi siempre, los extremos dogmáticos no suelen llevar a nada bueno y la agencia libre con moderación no empacha.
Es verdad, ser aficionado de los Packers mola. Y creo que se sienten diferentes, especiales, independientemente de que sea uno de los equipos con más seguidores, también por esa idiosincrasia diferenciadora, lo que termina en paradoja. Sin embargo, no creo que un aficionado de los Steelers, Jets o Bills sienta menos los colores que uno de Green Bay. Llevar un queso en la cabeza no te hace ser más alto.
Todo lo anterior viene a cuento por que durante los últimos 24 años los Packers han contado en su plantilla con dos quarterbacks que muy poca gente situaría fuera del Top 10 de todos los tiempos. Favre y Rodgers son la élite de la élite. Sin embargo, en esos 24 años solo han ganado dos anillos (1996 y 2010), han jugado otra Super Bowl (1997), y han perdido tres finales de conferencia (1995, 2007 y 2014). Quizá alguno pueda darse con un canto en los dientes, pero parece un pobre bagaje para un equipo que prácticamente todos los años parte como favorito de la conferencia Nacional desde hace cuarto de siglo. De hecho, su época de mayor éxito, lo más parecido que han tenido a una dinastía, llegó con Holgrem y Favre entre 1995 y 1997, y enseguida se diluyó.
Hace ya seis años, cuando Aaron Rodgers levantó su único Lombardi hasta ahora, todos suponíamos que sería el primero de una lista interminable, encabezada por un quarterback irrepetible. Es cierto que los Packers siempre han tenido opciones, y parecen tocados por la fatalidad. Pero también es cierto que el equipo nunca ha terminado de ser tan bueno como se esperaba. Que siempre le ha faltado algo.
Año tras año, se ha señalado a McCarthy como principal culpable, con un aroma a infortunio y unas gotas de indignación ante supuestos robos arbitrales. Quizá haya llegado el momento de buscar el origen del problema en algo más profundo. La posibilidad de que ese “sentirnos diferentes” haya llevado a la franquicia a caricaturizarse a si misma y, sin venir a cuento, dejar de usar todas las armas que la NFL pone al alcance de todos los equipos.
Si a eso se le suma que los últimos drafts no han sido malos, pero tampoco de los que te convierten en equipo campeón, y Ted Thompson, nunca puesto en entredicho, tampoco está entre la élite de los general managers, quizá haya llegado el momento de que los Packers dejen de intentar ser tan diferentes, y trabajen a fondo no solo en el draft, sino también en la agencia libre, para rodear a Rodgers de todas las armas que necesita, y suficiente profundidad de banquillo, para que la dinastía que llevamos tanto tiempo esperando reine por fin en la NFL.
Eso es lo que de verdad haría a estos Packers diferentes.