Los Ravens complican los Play-offs a los Steelers
El orgullo intrínseco a los equipos de la AFC Norte se puso de manifiesto el pasado domingo con varios ejemplos de su indómita naturaleza.
La Navidad es época de regalos. Y el domingo los Ravens nos hicieron uno de los buenos. Quizá un regalo envenenado para los seguidores acereros, pero espero que el resto de aficionados al football sepan apreciar. El espectáculo que ofrecieron la pasada jornada resume el ejemplo perfecto de lo que siempre ha sido esta competida división. No se puede dar nada por hecho. Los Steelers llegaban enrachados, imparables, favoritos incluso para representar a la conferencia en la Super Bowl. Los Ravens se presentaban en la última función ante su parroquia sumidos en su pertinaz plaga de bajas y carrusel de pruebas de cara al futuro. No debía haber pasado lo que ocurrió.
Y lo que sucedió es que el espíritu córvido, el que reza su eslogan “play like a Raven” se impuso contra todo pronóstico. En una épica batalla campal, como las que nos tenían acostumbrados ambas franquicias, el equipo local tiró de casta, y de un quarterback proscrito llegado apenas doce días antes, para derrotar a unos Steelers desorientados cual espectador que, esperando una película romántica, se encontrase ante una de terror.
En su particular audición de sustitutos a Flacco, los Ravens estrenaban nuevo quarterback, el tercero en los últimos cinco encuentros. Esta vez el turno era para Ryan Mallet. Y quizá me esté dejando llevar por el excelente trabajo que realizó, pero su juego me parece más adecuado a la filosofía de Harbaugh que el de sus predecesores. Ni el acabado Schaub, ni el trotamundos Clausen, me han transmitido la mezcla de aplomo y acierto del díscolo Mallet. Insistir en la carrera, pasar al tight-end, y de vez en cuando, latigazo profundo. El juego raven de siempre, que este año se había tomado vacaciones.
Pero donde se decidió el partido fue en las trincheras, que nos dejo duelos como los de antaño, sin concesiones. Villanueva cada vez parece más grande en la OL acerera. El novato Za’Darius Smith parece haber recogido el testigo de los grandes defensas córvidos. James Harrison sigue haciendo de las suyas en la línea de linebackers steeler. Osemele ha aterrizado en la posición de left tackle por las lesiones en la línea ofensiva raven, pero todo apunta a que ya no se moverá de ahí. Sé que es una parte del juego que sólo nos gusta a los locos de este deporte, pero el domingo la pudimos disfrutar.
El encuentro también sirvió para que otros jugadores córvidos se reivindicasen. La secundaria, azotada tanto por las críticas como por las lesiones, limitó como pocos al temible bombardeo acerero. Interceptó dos veces a Roethlisberger (hubo una tercera que no contabilizó por una falta previa intrascendente para la jugada) y dejó a Antonio Brown, seguramente el WR más desequilibrante de la competición, en tan sólo 61 yardas. El rebelde RB West parece haber encontrado la paz, y recuperado su buena forma, de vuelta a su Baltimore natal. E incluso tuvo su momento de gloria el WR Chris Matthews, aquel cuya historia nos emocionó a todos en la última superbowl vistiendo los colores Seahawk.
Decía en un artículo Mariano Tovar que “ganar” no siempre significa “llevarse la victoria”. El domingo, los Ravens consiguieron ambas cosas. Elevaron a 5 su casillero de triunfos, pero sobre todo, parecen haber asentado cada vez más las bases para retornar con fuerza al nivel competitivo del que sorprendentemente habían caído. Y además, esta victoria lleva aparejado un premio adicional: hacer la puñeta a tu máximo rival. Incluso cuando ésta conlleva un perjuicio propio, como es el de bajar posiciones para las elecciones del próximo draft colegial, que tan bien les hubieran venido para reforzar la plantilla. Quedarme tuerto si consigo dejar ciego a mi enemigo. Una sentencia que quizá no conozcan en EEUU, pero de fiel aplicación en lAFC Norte.
De las pocas acciones positivas que le reconozco al Comisionado Goodell, una de ellas es la de programar partidos divisionales en las últimas jornadas. Incluso sin estar en juego una plaza de playoffs, la rivalidad ancestral siempre hace interesantes estos encuentros. Que salte la sorpresa ya no debería ser una sorpresa. Y si hablamos de la AFC Norte, con más razón. Última jornada de 2014, Bengals y Steelers ya clasificados a playoffs, se lesionan mutuamente a sus estrellas Bell y Green; resultado: eliminación de ambos en wildcard. Última jornada de 2013, los Bengals, ya clasificados a playoffs, eliminan de la carrera a los Ravens. Última jornada de 2006, los Steelers, sin nada en juego, ganan en Cincinnati para evitar la clasificación de los Bengals. Y podría seguir…
En una actividad donde cada vez son más escasas las muestras de orgullo en favor de intereses particulares, es gratificante encontrar ejemplos en los que se impone la profesionalidad y el sentimiento hacia unos colores y una afición, en detrimento de beneficios como mejorar posiciones en el draft. Manziel estrellando su casco contra el suelo, enrabietado por no culminar una remontada que de conseguirla, quizá hubiera impedido a su equipo seleccionar al ídolo local, el DE Joey Bosa. McCarron destrozando su mano, y puede que su gran y única oportunidad, por evitar un fumble para seguir vivos en una improbable victoria en Denver. Gracias por estos regalos.